Ahh… La tecnología.

Podemos hacer cosas que hace años sólo imaginábamos. Podemos jugar con gente del otro lado del mundo al mismo tiempo y comunicarnos con ellos. Nuestro mejor amigo puede estar en su casa jugando con nosotros y, por nuestra parte, podemos aprovechar todo el ancho de la pantalla, sin limitarnos a la maldita mitad; y si algún troll empieza a fregarnos, tan fácil como deshabilitar su sonido y seguimos jugando en paz. Podemos hacer clanes con desconocidos y pasarla bomba desde la comodidad de nuestro sillón.

Está de huevos, ¿verdad?

“A ver, Rafa. Dinos por qué no está de huevos.”

…Chale, qué carácter.

Algunos de ustedes ya tendrán una idea de a dónde voy con todo esto y la verdad es que después de leer el libro “Alone Together” de Sherry Turkle, me quedé pensando en varias cosas y al final, gracias a dicha obra, me animé a hacer esta editorial. Ahí les va, pues…

Bien, en primera no se trata de que no sea algo chido per se. Jugar Street Fighter con gente de Japón y esa posibilidad de siempre tener un compañero en juegos cooperativos es sin lugar a dudas un detalle muy bueno. De que está guay, está guay.

¿Cuándo deja de ser guay? Cuando tu vecino, con el que te llevas súper chido, se pone a jugar Gears of War contigo desde su casa, porque le dio hueva caminar una cuadra para ir a tu guarida.

Desafortunadamente, este tipo de comportamiento es algo que ocurre cada vez más a menudo. La gente deja de verse en persona para echar el gordeo a gusto en bola, porque:

  • Para qué me muevo, si podemos jugar en línea;
  • hoy está lloviendo;
  • el juego no se ve tan bien en pantalla dividida;
  • mi amigo no tiene stick en su casa y soy pésimo con el control;
  • el título que quiero jugar lo tengo instalado en mi Xbox y no podemos jugarlo en el de él/ella y no quiero cargar con él;
  • y un chingo de excusas más que no me vienen a la cabeza en este momento.

Ya sea por hueva, porque nos da cosa movernos en la calle con aparatos caros o por qué sé yo, nos quedamos sentadotes en nuestras casas y preferimos interactuar en línea cuando sólo es cosa de sacudirnos la fiaca e ir a aplastarnos al lado de nuestro gordo de confianza.

Para muchos, todo este desahogo podría representar una queja muy nostálgica de mi parte. Pues seré un vejete para varios de ustedes, pero no mamen: no me van a decir que no se la pasan mejor cuando gordean con un amigo. Será nostalgia, mas al menos por esta vez sí está bien justificada.

Esto es definitivamente un problema que presenta la tecnología: nos facilita tanto el mantenernos en contacto que nos roba esa necesidad de juntarnos, puesto que es más cómodo no moverse. Dejamos de ver a nuestros cuates y nos cerramos más al mundo.

El primer y quizá más prominente ejemplo que se me viene a la mente es el que presentan los juegos masivos en línea. Ya anteriormente había hecho una editorial acerca de los juegos MMO. Ahí, comenté que el factor que hacía tan adictivos títulos era la capacidad de interactuar con gente – incluso personas de otras nacionalidades. Y siendo realistas y prácticos, un juego MMO es a veces la única forma que tienes de hablar con un cuate de España. Ahí sí como que está medio difícil que se vean un día para departir en la misma sala.

Sin embargo, la cosa se pone rara cuando le das preferencia a tu juego a personas de carne y hueso. Yo sé mucho al respecto de este detalle, porque he podido ver ambos lados de la moneda. En mis días mozos, hubo dos que tres veces que llegaron invitados a mi casa y yo les pedí me aguantaran un rato a que terminara de hacer cualquier pendejada con la bandita del Ace Online. De igual forma, también me tocó que, durante la fase terminal de un proyecto escolar, un compañero nos pidió de la forma más encarecida le diéramos unas horas para que pudiera llevar a cabo una redada con sus vales en Final Fantasy XI.

En aquel momento pensé que mi comportamiento estaba justificado de alguna forma u otra, pero ahora, años después, reflexiono y me pregunto: ¿en verdad llegué a un punto en el que la gente me dio hueva? Es un pensamiento gacho y podría apostar que más de uno de ustedes se ha encontrado en la misma situación. Y que conste que sigo sin arrepentirme de haber formado parte de aquel grupo, pero, repito, es algo en qué pensar.

Y la cosa es que, conforme ha pasado el tiempo, los juegos han ido cambiando de modo que nos han hecho aislarnos más y más. Ahora son raros los juegos que tienen pantalla dividida (pero eso sí, el multiplayer en línea no falla) y los pocos que sí tienen ya no soportan que jueguen 4 personas en una misma consola. Anteriormente, Eze, Adrián y yo habíamos comentado que esto era porque realmente se vería de la fregada y con los estándares que manejan los juegos visualmente hoy día, eso es innegable. Sin embargo, también hicimos énfasis en la posibilidad de jugar en LAN, es decir, con dos consolas y dos pantallas, cuando menos, pues jugar en bola es algo que nosotros disfrutamos muchísimo.

Me imagino que varios de ustedes estarán pensando: “¡Qué mamadas! Yo me junto con mis cuates cada viernes y nos la pasamos echando la reta toda la tarde.”

¿Ah, sí? ¿Pues saben qué?

¡Perfecto! El Dr. Venkman aprueba.

La verdad es que siempre da gusto saber de personas que se dan un tiempo para reunirse con sus cuates, convivir y pasárselo bomba (si no me creen, pregúntele a la banda gordeadora que organiza los convivios anuales), aunque sean juegos para los, digamos, jugadores más casuales. El Wii estará muy seco en cuanto a juegos de más calidad de grandes estudios, pero tiene muchos títulos de fiesta que, aunque son simples, pueden propiciar a sesiones de desmadre de horas. Después de mucha meditación y recapacitación, honestamente he desarrollado un nuevo respeto hacia esta consola y los juegos que propician que las personas se junten. Mario Party 8, en su momento, habrá sacado calificaciones horrendas porque venía a ser lo mismo de siempre… pero cómo me divertí cuando lo jugué con mis amigos y mi familia.

No me quiero extender mucho más, pues siento que sólo voy a terminar dándole vueltas al asunto. Estamos en una época que nos facilita mucho la comunicación, mas inyecta cierta apatía y flojera que es cada vez más común (y no sólo entre videojugadores). A veces olvidamos lo divertido que es compartir una experiencia con un vale en la misma habitación, incluso cuando jugamos por turnos.

Inviten a sus cuates a la casa. Vayan a la tiendita de la esquina, cómprense un friego de papitas y refrescos (porque sí: hay que gordear como se debe) y pásense la tarde jugando como bestias. Vacaciones de Resident Evil, Horda-fest de Gears of War, un torneo de Asturias de Peggle, unas partidas de Bomberman… Hay de dónde elegir para pasársela de poca madre. ¡Lo importante es reír al lado de otro gordo bastardo!

Y verlo mentar madres después de explotarle una súper bomba en la cara. Eso también rifa.

Bomba monstruo. Una favorita del gordeo.

Y esa es otra razón por la cual deberían ir al 3GB Fan Fest este primero de diciembre (sí, será promoción desvergonzada, pero saben que tengo razón): ¡para pasársela todo el santo día conviviendo con gente que les gusta lo mismo que a ustedes!