Siguiendo muy lentamente con las series de recomendaciones temáticas, llega el turno de los documentales, un género que me encanta y al que no siempre se le da la debida atención, aunque últimamente ha recuperado cierta fuerza gracias a festivales, Netflix y algunas producciones de temas de moda.

Les recuerdo que en estas entradas temáticas las recomendaciones no son necesariamente mis favoritas del género, sino cintas que he visto de manera reciente y que me parecen dignas de recibir cierta atención. Empezamos.

«Dear Zachary: A letter to a son about his father», Kurt Kuenne

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A diferencia de otras producciones, hay muchos factores que pueden intervenir en que un documental funcione o no como película. Está el tema en sí, el modo de presentarlo temáticamente y el modo de presentarlo como elemento audiovisual. Con «Dear Zachary», como otros casos, se suma el factor de la oportunidad: nadie sino Kurt Kuenne (o quizás un cierto número limitado de personas) hubiera podido hacerlo, y la idea original que impulsó el proyecto se fue transformando dramáticamente ante sus ojos (y sus grabaciones) en algo que él mismo no hubiera imaginado.

Kuenne era amigo de la infancia de Andrew Bagby, un estudiante de medicina que fue encontrado asesinado poco tiempo después de haber terminado con su pareja. Ella, sospechosa del crimen, revela que espera un hijo del joven, y entre una investigación criminal y juicios por el bienestar del futuro bebé, Kurt decide empezar a juntar en video los recuerdos de su amigo como una carta para ese hijo que jamás podrá conocer a su padre. Lo que empieza como un ejercicio de reportaje cargado de emociones filiales, se volverá un puntual sentimiento de una mucho más larga e inesperada historia.

A la cuestión de la oportunidad sin duda se le suma un aire casero, más que apropiado para recuerdos familiares, y toda la carga emocional de la cercanía con los personajes que son retratados. Un documental trágico, bello y poderoso.

«The keepers», Ryan White

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Ya he dicho varias veces que casi no veo series, pero si hubieran más series documentales de crímenes seguro que eso cambiaría drásticamente. «The keepers» no empieza tan enganchadora como otras, pero sin duda el caso inicial es suficiente para que uno se pregunte qué fue lo que pasó. En 1969 una joven monja que trabajaba como maestra en una escuela fue reportada como desaparecida y tiempo después se encontró su cadáver. Aunque el caso escandalizó en su momento, las investigaciones no llegaron demasiado lejos. Muchos años después, dos mujeres que cuando adolescentes habían sido sus alumnas y ahora se encontraban jubiladas, habían decidido hacer su propia investigación y profundizar en muchos de los secretos que rodearon entonces al asesinato de su querida maestra.

Con muy apropiados siete capítulos, la serie sigue un amplio abanico de hechos que se fueron relacionando de modos insospechados con la muerte de Cathy Cesnik, desde abusos de la Iglesia, los aspectos secretos de su vida y sospechosos cuyos motivos parecían contradecirse con el panorama más general. Sin tratarse de una investigación que busque terminar con un final feliz, los testimonios y descubrimientos que se van haciendo en cada momento resultan desgarradores, cuando más en muchas ocasiones están en voz de las propias víctimas.

Hasta el momento se encuentra entre mis producciones favoritas de este año. Y la tienen en Netflix, por si fuera poco.

«O.J.: Made in America», Ezra Edelman

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Y siguiendo con mini series documentales sobre crímenes, seguro que «O.J.: Made in America» les sonará todavía más por su Óscar y por ser responsable de que ahora se prohíban series compitiendo con otros documentales (seguramente porque es más fácil tener 10 horas para contar una historia que 2). El crimen también es mucho más conocido, aunque en el imaginario popular es probable que la mayoría recuerde hechos muy concretos y generales, y no toda la terrible historia que involucro la relación de Simpson con su ex esposa, el asesinato y el obsceno circo mediático que fue el juicio.

Aunque en los casos anteriores (comienza a notarse un poco los temas que me interesan, ¿he?) también hay culpables evidentes o fuertemente sospechosos, es difícil que puedan competir contra el abuso de poder y cinismo que Simpson desplegó durante su defensa y su vida después del crimen. Es uno de esos casos destacados en que quieres torturar lentamente a alguien del otro lado de la pantalla, que además es una persona real y que sigue por ahí en el mundo (y Simpson volverá a ser liberado en las próximas semanas, no hay que olvidarlo).

Además de despertar mi profundo odio, la serie cumple perfectamente con mostrar todos los aspectos sociales, culturales e históricos que convergieron en la vida del deportista y en el momento exacto en que se vio involucrado en la muerte de la madre de sus hijos. Aunque eso significa en algunos momentos prestar capítulos completos a temas que no siempre parecen del todo relacionados, el panorama que consigue recrear es de lo más completo.

«Deliver us from evil», Amy Berg

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Abusos de la Iglesia, ¿he? Comenzamos a notar otro patrón.

Amy Berg es una documentalista que me gusta mucho y que suele enfocarse en crímenes, abuso y religión. En «Deliver us from evil» (no confundir con la película de posesiones de Eric Bana) tiene todo el paquete, y aunque particularmente no me parece tan bien lograda como otros de sus documentales (particularmente el increíble «West of Memphis») cuenta con un elemento extraordinario que al menos yo no he visto en ningún otro documental sobre abusos sexuales encubiertos en la Iglesia católica: el testimonio de uno de los perpetradores.

Como hemos aprendido en muchas otras películas al respecto, los casos de abusos sexuales cometidos y ocultos por la Iglesia suelen esconder un entramado enorme que esconde a muchas otras víctimas y situaciones. En esta ocasión se sigue la trayectoria del sacerdote Oliver O’Grady y el rastro de denuncias y víctimas que fue dejando a lo largo de sus traslados por diversos sitios del territorio estadounidense. Berg se entrevista con víctimas, sus familiares, autoridades, que puedan ir dando un rostro humano a esta terrible tragedia. Pero, sobre todo, se entrevista con O’Grady.

Como suele suceder con muchos criminales, no tenemos la certeza de nada de lo que está diciendo. Su defensa pasa de asumirse como un enfermo, de sentir remordimiento, hasta urdir estrategias claras de un depredador sexual que quiere seguir torturando a sus víctimas. Lo más que tenemos nosotros, como espectadores, es asomarnos a ese abismo y darle por un momento la palabra, quizás sólo para comprender cuán poco seguimos entendiendo de estos casos tan terriblemente comunes.

«We steal secrets: The story of WikiLeaks», Alex Gibney

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Y volviendo a hablar de historias que probablemente conocemos en lo general pero de las que desconocemos los detalles: ¿qué tal WikiLeaks? He de confesar que yo había visto un par de cosas al respecto (incluyendo la no demasiado confiable «The fifth estate») y sin embargo mientras veía «We steal secrets» me di cuenta de cuan en la superficie están la mayoría de los reportes al respecto.

Probablemente el gran mérito de este documental no es sólo explicar de manera minuciosa en qué consistió la gran explosión de WikiLeaks, sino en darle una dimensión sumamente compleja a personalidades complicadas como Assange (yo sabía que era raro pero no imaginaba a qué niveles), Manning (fue agradable ver no sólo que le dieran su lugar dentro de estos sucesos sino que dieran seguimiento a los aspectos inherentes a su complejidad, como el proceso de su identidad de género) e incluso las mujeres que demandaron a Assange, lo que lo orilló a refugiarse en la Embajada de Ecuador.

El documental abarca mucha información y es probable que no en toda se pueda profundizar tanto como se quisiera, pero creo que logra un balance adecuado entre el aspecto tecnológico/informativo y la parte humana, reflejada por un largo número de testimonios de personas involucradas de distintos modos.

«Life, animated», Roger Ross Williams

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Éste no tiene nada que ver con crímenes, se los juro.

«Life, animated» también estuvo nominado el año pasado al Óscar a Mejor Documental y es posible que este reconocimiento le sirviera más para transmitir su mensaje que por el intento real de ganar un premio. Seguro que muchos hemos escuchado o vivido de manera limitada que el autismo no es como lo pintan. Esta moda de Asperger en la televisión y algunos otros personajes que explotan el aspecto de genialidad del autismo difícilmente representan la vida diaria de familias que conviven con este padecimiento.

Owen Suskind aparentamente ser un niño sin mayores problemas de crecimiento hasta que un día, a los pocos años, dejó de hablar y luego de responder a estímulos externos. Sus padres recorrieron toda clase de expertos, en un momento en que este tipo de trastornos no eran bien conocidos, hasta saber que padecía autismo y que era probable que jamás pudieran recuperar la interacción con él. Las terapias no parecían surtir mayor efecto y la dinámica familiar se veía afectada por esta situación, hasta que descubrieron que el niño había memorizado todos los diálogos de películas de Disney, el único entretenimiento al que parecía prestarle atención.

«Life, animated» muestra cómo por medio de una terapia adecuada a los intereses de Owen, éste ha conseguido recuperar su interacción social hasta el punto de comunicarse exitosamente, pero también abre una ventana a cómo esta aproximación puede emplearse en muchos otros casos. El seguimiento a la vida de los Suskinds es adorable y emotivo, además que el trasfondo de las cintas de Disney sin duda puede remitirnos fácilmente a nuestra propia infancia.

«Hafu: The mixed-race experience in Japan», Megumi Nishikura & Lara Perez Takagi

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Seguro que muchos ya sabrán que no es fácil ser mestizo en una sociedad como la japonesa, que se precia de ser muy homogénea y de sostener su ‘japonesidad’ como un bien preciado. Sin embargo, en un mundo cada vez más globalizado y mezclado, ¿eso qué puede significar? La premisa de «Hafu» es bastante sencilla y se limita a dar seguimiento a las vidas particulares de distintas personas que están parcialmente relacionadas con Japón y el modo en que esto los posiciona en los demás aspectos de su vida.

Hijos de japonés-ganés, japonés-australiano, japonés-coreano, japonés-venezolano, un matrimonio japonés-mexicano y sus hijos. Criados en Japón, criados en otros países. Los que pueden confundirse más fácilmente con la sociedad japonesa y lo que, pese a estar culturalmente inmersos, nunca serán vistos como parte de ésta. «Hafu» es muchas historias personales que presentan dificultades por distintos motivos, que varían drásticamente por tiempos, culturas y circunstancias. No es lo mismo la joven que pudo criarse en Australia, aunque le pesara no tener el cabello claro y los ojos grandes, que el niño japo-mexicano que no se siente a gusto con los estrictos estándares educativos en Japón. El joven que tuvo que ir a Ghana ya como adulto para descubrir cuán japonés se sentía que la mujer que tuvo que ocultar durante años su ascendencia coreana en un momento en que esta nacionalidad todavía era marginada dentro de la sociedad japonesa.

Sin duda una diferente perspectiva de vida y un modo muy particular de adentrarse en la cultura japonesa por medio de circunstancias que ya empiezan a ser cada vez más comunes, pero todavía no demasiado.

«Is the man who is tall happy?: An animated conversation with Noam Chomsky», Michel Gondry

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El título es bastante explícito y se trata sin duda de uno de los proyectos más personales del reconocido director Michel Gondry (como si en general sus películas no fueran bastante personales). Por una de esas ideas que sin duda le nacen a los artistas de los sitios más insospechados, Gondry se propuse hacer una serie de entrevistas al increíble lingüista Noam Chomsky y animarlas a su psicodélica manera. Esta es la premisa del documental, pero no es lo único que nos encontraremos en él. Esta animación casera y visceral es también el proceso de desarrollo del propio documental, las dudas de Gondry, las dificultades de comunicar ciertas ideas por la barrera idiomática (el inglés de Gondry es adorable) y una retroalimentación constante entre la palabra y la imagen: lo que Chomsky dice, lo que Gondry traduce en palabra y lo que Chomsky responde tras visionar estas imágenes.

Si escuchar a Chomsky hablar es ya una maravilla, el acompañamiento visual y el seguimiento más que personal del autor le dan una nueva dimensión a las conocidas ideas del activista (entre las múltiples cosas que es Chomsky a sus 88 años). Por momentos puede ser difícil de seguir, por ser pensamiento puro flotando en un mar de dibujos de colores, pero creo que el camino es más que increíble y vale enormemente la pena. Si uno no puede quedarse con absolutamente todas las ideas del escritor (qué más quisiéramos), cualquier cosa que se vaya quedando sin duda será un deleite.

«Rewind this!», Josh Johnson

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¿Recuerdan lo que comentaba de los elementos que pueden conformar un documental? En cuestión de temas muchas veces el encanto reside en encontrarte con algo que no creías que podría interesarte tanto. Y aunque yo disfruto en general de las cosas relacionadas con el cine, nunca me había puesto a pensar en las posibilidades de adentrarse en el desconocido (y ahora sé, enorme) mundo de los videocassettes. Si en general todas las cuestiones de memorabilidad tienen su submundo, «Rewind this!» me enseñó cuánto está relacionado el mundo de las cintas viejas con el terror, el explotaition y lo psicotrónico.

Se trata de un documental divertido, con personajes de lo más diverso y delirante manifestando su amor por un formato que dio toda una nueva dimensión a las cintas de bajo presupuesto y que en gran medida las ayudó a consolidarse entre las grandes producciones por amor de un público que ya podía acceder fácilmente a ellas. Ahora parece un mundo tan lejano pero su encanto no ha dejado de brillar una vez que consigues internarte en esa excéntrica nostalgia que lo mantiene con vida.

«Oklahoma City», Barak Goodman

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Y cerramos con otra producción de este año. Tal vez no todos lo sepan, pero en Oklahoma City tuvo lugar el peor ataque de terrorismo interno que ha vivido Estados Unidos (no vamos a discutir las teorías de si el 11 de Septiembre fue un ataque interno). En 1995 una bomba explotó frente al edificio federal Alfred P. Murrah, destruyendo casi una tercera parte y asesinando a cientos. Aunque en los primeros momentos se sospechó de que podía ser un ataque árabe (cómo no), no tardaron mucho en arrestar al muy estadounidense Timothy McVeigh. Sus motivaciones no son difíciles de adivinar, si lo consideramos un reflejo de esta sociedad que presenta de manera constante tiroteos, asesinatos en masa y crímenes con armas de fuego al por mayor. Pero McVeigh fue resultado de un muy particular momento histórico, y es justo por ahí que nos guía este documental.

Aunque desde un primer momento aparecen las desgarradoras imágenes del bombardeo, en realidad la historia empieza mucho antes, con el movimiento supremacista, los defensores de la ley de armas, el mal desempeño del FBI y otras fuerzas policiales ante ciertas situaciones determinantes, hasta el trágico asedio de Waco. Aunque «Oklahoma City» nos lleva propiamente por un recuento muy específico de la historia estadounidense, es fácil ver cómo este mismo patrón puede repetirse en distintos momentos llevando a consecuencias desastrosas ante lo poco que solemos aprender de la historia inmediata. Siendo un suceso tan trágico y no demasiado conocido (fuera de Estados Unidos, quiero decir), el documental cumple adecuadamente con su labor de reflejar, explicar y recordar los sucesos en espera de que podamos aprender algo.