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Horror virtual [Gravity Falls X Mitos de Cthulhu]
marzo 15, 2016
12:12 pm
alucard70
A las puertas del Vacío Fianl

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Horror virtual

 

Disclaimer: Gravity Falls es propiedad de Alex Hirsch y de Disney. Los Mitos de Cthulhu son propiedad de H. P. Lovecraft y los miembros de su Círculo Literario.

Resumen: Un extraño sitio web comenzó a causar furor entre los niños de Gravity Falls, en el cual parecen encontrar todo lo que necesitan. Al principio parecía una red social más de tantas que había, pero cuando los niños que la usan comienzan a desaparecer, Dipper sospecha que hay algo más. Cuando Mabel desaparece, debe enfrentarse a «Narla» para rescatarla.

____________________________

“Pero la locura tiene muchas caras, y la obsesión es una de ellas. Ya no sé lo que es dormir sin pesadillas. Puede que le parezca todo una locura, pero las decisiones que he tomado hasta ahora me obligan a seguir adelante.”

Jesús Cañadas, Los nombres muertos

“¿De qué tengo miedo? ¿No es acaso una reencarnación de Nyarlathotep que en el antiguo y misterioso Khem tomó incluso forma de hombre?”

H. P. Lovecraft, El morador de las tinieblas

____________________________

Narla. Era el nombre de un sitio de internet que últimamente se estaba popularizando muchos en el pueblo. Gravity Falls no era un sitio precisamente conectado a la súper carretera de la información. Únicamente había tres lugares en el pueblo con una conexión lo suficientemente estable: la biblioteca pública, el ayuntamiento y un café internet ubicado en la zona comercial del pueblo. De estos tres, sólo dos eran públicos, y ciertamente la biblioteca local no era precisamente un lugar bueno para navegar por ocio debido a los múltiples bloqueos a ciertos tipos de páginas con los que contaba la red. Así pues, sólo quedaba un lugar con conexión decente para la mayoría de la población que no quería pagar enormes facturas por una conexión cacera en un lugar tan remoto. Y últimamente dicho sitio estaba a rebosar de niños queriendo usar los computadores aunque fuera unos pocos minutos al día. Y eso nos lleva de nuevo a la causa: Narla. Una especie de red social que parecía contar con todo lo que sus usuarios necesitaran.

Para algunos niños, era una sala de chat en dónde podían hablar con gente que compartía sus gustos y aficiones. Para otros, un lugar en dónde colgar vídeos graciosos o fotos de animales tiernos. Incluso un amigo virtual al que podía escribírsele todo aquello que no se atrevían a decirles a sus amigos y familias. Era como si Narla se adaptara a las necesidades de cada uno de sus usuarios. Únicamente debías crear la cuenta gratuita y rellenar el perfil y Narla se adaptaría a lo que deseabas. ¿Quién no quería ser parte de un sitio como ese? Los niños del pueblo estaban encantados, como ya se dijo antes, y la voz se pasaba por el pueblo de uno a otro a una velocidad que incluso parecía el contagio de una enfermedad.

Y lo mejor de todo era que los adultos no eran parte de esto. De alguna forma el sitio podía distinguir entre si los usuarios eran niño o adultos sin siquiera emplear capturas de edad o cosas similares. Para los adultos, los niños simplemente estaban usando uno de esos modernos sitios de internet que permitían compartir fotos bobas, o enviar mensajitos que sólo tenían sentido para ellos, como tantas otras que había por allí. Esto hizo que no le tomaran mucha importancia, algunos pocos se limitaron a dar las advertencias típicas de no conversar con extraños y no compartir datos personales, pero nada más. La clásica actitud del padre moderno que no tiene idea de nada y espera que la nueva tecnología de moda, televisión, ordenador o celular, críe a sus hijos por ellos. Eso era maravilloso también: Narla les hablaba únicamente a ellos.

Los gemelos Pines, eran indiferentes a todo esto en un principio. Era obvio, puesto que pasaban la mayor parte de su tiempo en la Cabaña del Misterio ayudando a su tío abuelo Stan en sus “negocios”. Fue Mabel precisamente la primera que supo al respecto. Lo supo de boca de sus amigas Grenda y Candy, como cabe esperarse. Las maravillosas historias de cómo en la página se podía encontrar todo aquello que se deseara realmente maravillaron a Mabel. Como una persona criada en ciudad, sabía perfectamente cómo funcionaban las redes sociales básicas como Facebook, twitter, etc, pero nunca había escuchado de algo como Narla.

—Te lo digo, es el mejor sitio del mundo —dijo Grenda, mientras se llevaba un puño repleto de doritos a la boca y masticaba de forma ruidosa.

—El mejor —secundó Candy.

—¿Qué esperamos? ¡Al café internet! —gritó Mabel, y salió corriendo de la casa con sus amigas, arrollando en el camino a todo el que se les atravesaba, incluyendo a Soos y a Dipper quienes en ese momento llevaban la nueva atracción de la cabaña que su tío había adquirido (una enorme quimera disecada que en realidad eran restos de disfraces de Halloween viejos unidos precariamente con hilo y pegamento y relleno de periódico viejo), haciendo que se les cayera resultando en su decapitación.

—¿Y ahora a dónde van? —preguntó Dipper, mientras ayudaba a Soos a levantar la “quimera” y buscaba la manera de volver a poner la cabeza en su lugar.

—No lo sé —respondió Soos alzando los hombros.

No le dieron mayor importancia al asunto y volvieron a lo suyo.

Esa noche, durante la cena, Mabel parecía especialmente animada. Su cháchara usual parecía hablar de esa maravillosa red social que causaba furor en el pueblo. Según dijo, el lugar estaba tan lleno de niños queriendo usar un ordenador que tuvieron que hacer fila durante casi dos horas.

—¡Espera! ¿Estás diciendo que si pongo algunas de esas computadoras modernas con ese tal internet tendré filas de dos horas para usar el aparato sólo por unos minutos? —preguntó su tío Stan. Mabel asintió—. Necesitamos armar uno de esos cafés internet.

Y así, el Tío pasó el resto de la cena hablando de cómo montaría uno de esos modernos negocios para estafar a los niños del pueblo.

—No lo sé, tío Stan, comprar y mantener una red de computadoras es algo costoso. Tendrías que invertir una buena cantidad para acondicionar un espacio adecuado y habilitar el cableado sin contar los equipos en sí y la conexión de red que en este pueblo no es nada barata.

—¿De qué hablas, niño? Todo lo que necesito es un montón de viejas máquinas de escribir y unos televisores del botadero municipal para que el viejo McGucket construya algunas de esas cosas por un par de dola… centavos. Respecto al Internet, sí puedo robarme el cable también puedo robarme eso.

Más tarde, antes de dormir, Mabel seguía hablando de lo increíble que era esa nueva red social y como tenía todo aquello que una persona podría esperar.

—Lo mismo dices de Facebook —respondió Dipper, mientras parecía demasiado concentrado en una de las páginas del diario, en la cual se mostraba una estrella de cinco picos con un ojo de fuego al centro—. Para protegerse de los Primigenios —leyó en voz baja, leyendo el texto en el diario—. Todavía no logro descifrar como funciona su magia. Parece algo que se encuentra incluso más allá de la fuerza sobrenatural que rodea a Gravity Falls. Eh confirmado que era un símbolo místico muy extendido entre las antiguas culturas amerindias de la zona de Nueva Inglaterra.

—Es enserio, Dipper. La-mejor-red-social-del-mundo —lo dijo como si hablara de un lugar mágico—. Y es sólo para nosotros. Nada de adolescentes o adultos tratando de ser populares…

—¿Tiene vídeos? —Mabel asintió—. ¿Fotos graciosas? —Igual—. ¿Capacidad de crear blogs o páginas personales? ¿Botones de “me gusta” y “no me gusta”? ¿Acceso a vídeo juegos? ¿Un montón de gente dejando comentarios ridículos en los que parece que olvidan todo lo aprendido sobre ortografía en la escuela en cuanto salen de clases? —A todas esas preguntas fue afirmativo—. Igual que Facebook. Sólo otro sitio más tratando de ganar dinero fácil en internet.

—¡No es igual! Es… es… No sé, Narla te entiende. Incluso habla contigo.

Dipper apartó la vista del diario y la fijó en su gemela.

—Escucha, Mabel, es sólo otra página más del montón. Y si habla contigo, seguramente es un bot programado para eso. No sería el primer sitio que lo hace y tampoco el último.

Narla no es eso —refunfuñó medio enojada.

—Buenas noches —cortó Dipper, dejando el diario sobre el buró y apagando la lámpara.

 

 

Al siguiente día, Stan envió a los chicos junto con Soos al botadero en busca de las materias primas para el nuevo proyecto con el cual planeaba obtener buenas ganancias. Sin embargo, a medio camino, Mabel les pidió que detuvieran el vehículo. Ni bien ocurrió, la niña saltó por la ventana y comenzó a correr en dirección al pueblo.

—¿A dónde vas, Mabel? —gritó Dipper, entre enfadado y preocupado.

—Descuida, sólo tengo que usar la computadora un par de minutos.

Dipper se cruzó de brazos furioso. No podía creer que Mabel los abandonara para irse al pueblo seguramente a revisar esa tal red social que tanto la tenía embobada. Igual que el maldito Facebook y esos vloggers de internet que se la pasaban hablando de calcetines y otros temas “importantes”.

—Anímate, amigo —dijo Soos, mientras volvía a poner la camioneta en marcha—. Ahora pasaremos toda la mañana tú y yo divirtiéndonos en el botadero.

—¿Qué puede tener de divertido un botadero con toda la basura del pueblo?

—Nunca se sabe. La gente a veces se deshace de cosas increíbles. Verdaderos tesoros.

Dipper simplemente suspiró y se recargó en el asiento.

Al final si fue un poco divertido, pero acabo con cortadas varias en las manos y apestando horriblemente luego de revisar pilas y pilas de basura tratando de encontrar los malditos televisores viejos que Stan quería convertir en ordenadores.

Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue ponerse curitas y darse un largo baño antes de la cena. Aunque incluso con una buena cantidad de agua con jabón ultra espumoso y de olor a frutas le fue imposible deshacerse del hedor del basurero.

—Báñate, niño. Hueles como alguien que pasó todo el día en un basurero —le regañó el tío Stan, haciendo que refunfuñara de nuevo.

Y sí, después de la cena volvió a darse un baño.

—Debiste ir conmigo, Dipper —dijo Mabel, de nuevo cuando ya estaban preparándose para irse a dormir—. Narla es realmente el mejor sitio de internet del mundo. Cada vez que entró hay algo nuevo. Debes crearte una cuenta ya.

—Por última vez, Mabel, no me interesa. No me obligaras de nuevo como con el Facebook y el Twitter.

—Pero esto es más fantástico, es como —se detuvo, como buscando las palabras—… como si tomaran todo lo bueno del internet y otras cosas divertidas y lo pusieran todo junto. Todos los niños del pueblo ya están allí. Sólo restas tú, Dipper.

—Buenas noches. —Volvió apagar la lámpara antes de que Mabel terminara.

 

 

Los siguientes días el viejo McGucket la pasó en el patio trasero de la Cabaña del Misterio construyendo el primer prototipo de los nuevos computadores para el proyecto del tío Stan. Dipper dudaba que eso funcionara, y no porque creyera que le sería imposible al viejo, sino porque sus inventos generalmente terminaban en persecuciones y explosiones. Quien sabe, tal vez esas cosas acabarían estallando en la cara de los clientes.

—Casi listo —dijo el viejo McGucket—, el primer prototipo está casi terminado. Sólo resta apretar unos cuantos tornillos.

—Bien, ahora construye veinte más para empezar a ganar dinero.

—Eh, creo que primero deberíamos ver si este funciona —sugirió Dipper.

—Oh, por supuesto que funciona. —Mientras hablaba, el viejo McGucket conectó el aparato a la corriente y lo encendió. En la pantalla aparecieron varias líneas de código y luego finalmente apareció la pantalla del sistema operativo. Antes de que comenzara salir humo de la parte de atrás y se apagara.

—¡Oye, eso no sirve! —se enfadó el tío Stan.

—No hay problema, unos pocos ajustes de tornillos y cables más y quedara arreglado.

—Más te vale. Pagué mucho por esto.

—Pero si no me pagaste. Sólo me diste una bolsa llena de viejas chapas de refresco.

—Estoy seguro de que en algún momento valdrán una fortuna. Sé agradecido.

Dipper simplemente prefirió negar con la cabeza y luego retirarse de allí. Entró a la tienda en dónde, como de costumbre, Wendy leía una revista de rock con gesto aburrido. Llevaban un par de días sin turistas a los cuales estafar. Quizá por eso Stan estaba tan desesperado porque su proyecto del café internet diera frutos.

—Vaya locura con eso del internet —dijo Dipper.

—Pues, puede funcionar. Deberías ver las filas que hay fuera del café internet hasta casi la hora del cierre. Creo que pronto comenzaran a dar reservaciones como si de restaurante caro se tratara.

Esto hizo que ambos se carcajearan.

—Realmente no sé qué es lo que tiene esa página Narla para que todo el mundo quiera usarla —comentó Dipper.

—¿Una página web? ¿Me dices que todo eso es por una simple página web? —preguntó Wendy, bajando la revista y realmente sorprendida.

—Así es. Mabel está loca y pasa casi todo el día haciendo fila en el café internet para usar esa cosa. También por eso el tío Stan está tan interesado en montar su propio café internet.

—¿Cómo una simple página web puede provocar todo esto?

Ninguno de los dos tenía la respuesta.

Al final el viejo McGucket no consiguió hacer funcionar el ordenador casero del todo. Por la noche, el tío Stan se sentó a ver la televisión con el semblante un tanto molesto debido a eso. Al pasar los canales, sintonizo momentáneamente el noticiero local. Se estaba dando la noticia de un niño desaparecido la noche anterior. El hombre no le prestó atención y cambió a otro canal.

 

 

Tres días más tarde, el tío Stan estaba cada vez más impaciente debido a que los ordenadores parecían nada más no funcionar. Hasta ahora el viejo McGucket sólo había conseguido que funcionara uno y con ciertos problemas. Al asunto de robar el internet tampoco parecía ir por buen camino, ya que el modem casero apenas si podía mantener una conexión decente por unos cuantos minutos y de manera intermitente. En cierto sentido era como volver a los viejos módems de teléfono de la época universitaria de sus padres.

Y Mabel seguía yendo al café internet del pueblo a visitar esa página. A decir verdad, esto estaba preocupando a Dipper. Su hermana pasaba más tiempo haciendo fila allá para entrar unos minutos a usar el ordenador que en casa con su familia. Trató de alejarla de aquel lugar, incluso prometiendo cosas de las que estaba seguro se arrepentiría más tarde —cómo dejar que le hiciera un cambio de apariencia en la próxima pijamada— sin mucho éxito. Y no era el único, Pato comenzaba a deprimirse por la ausencia de su dueña.

Fue entonces que Dipper notó algo en el periódico local. Por una vez parecía que Toby finalmente estaba colocando una noticia de verdad importante en su diario. Se trataba de un reportaje en primera plana sobre la desaparición de varios niños del pueblo. El reportaje aseguraba que los niños se habían ido a dormir como de costumbre, y era pro la mañana que sus padres se percataban de la desaparición. La policía local intentaba resolver el caso, pero no tenían ninguna pista.

Dipper frunció el ceño con cierta sospecha al leer eso. Tenía un presentimiento de que la desaparición de los niños no era precisamente algo natural. No al menos en Gravity Falls.

Y como venía pasando desde hacía casi una semana, Mabel se ausentó de la Cabaña del Misterio nada más terminó su desayuno para ir de nueva cuenta a ese Café Internet a usar la tal página Narla. Mientras tanto Dipper leyó una y otra vez el diario tratando de buscar una pista que indicara algo sobrenatural en la desaparición de aquellos niños. Lo único raro parecía ser que, según los padres, pasaban más tiempo en el café internet del pueblo que en la casa.

Dipper frunció aún más el ceño. Recordó las largas filas de las que Wendy había hablado, y el hecho de que Mabel estaba completamente obsesionada con usar esa página Narla. Una red social nueva e innovadora que únicamente era usada niños. Todos los niños del pueblo estaban allí, y sólo faltaba él, eso era lo que Mabel había dicho hacía unas noches. ¿Sería posible que esa página Narla fuera algo más que una simple red social?

Esa noche, cuando Mable regresó, Dipper la acosó con preguntas sobre la dichosa página. Si había dado información personal, que si no había hablado con extraños a través de algún chat, si no había notado a alguien extraño rondando cerca de los niños que empleaban el sitio.

Mabel le riñó que dejara de ser como un padre preocupado. La página era segura y no entendía porque se comportaba así.

Dipper se quedó despierto hasta tarde algo preocupado, pero finalmente el sueño le ganó.

 

 

Había algo extraño. Estaba de pie en el centro de Gravity Falls, pero el lugar parecía desierto. No había ni una sola persona a la vista. Era como una de esas películas post-apocalípticas en dónde toda la humanidad estaba muerta o se había convertido en zombis. Caminaba por el lugar llamando a alguien, a Mabel, al tío Stan, Goos, Wendy, quien fuera.

—¡Ah, Pino! —escuchó la conocida voz molesta del demonio de la mente Bill Cipher, a quien había derrotado un par de semanas atrás cuando intentaba robar la combinación de la caja fuerte de la mente de Stan.

—¡Esta pesadilla es obra tuya! —acusó Dipper.

—Puede ser, pero no es eso lo que importa. He escuchado que hay problemas. Alguien está interfiriendo en mi territorio.

—No tengo idea de que hablas, y la verdad no me interesa. ¡Sal de mi sueño, ahora!

El triángulo de un solo ojo comenzó a agitar sus manos frente a él, como defendiéndose de las palabras de Dipper.

—Ah, no te pongas así, Pino. Voy a ayudarte, ya que de esa forma me ayudo a mí mismo. Sé lo que está pasando, pero si quieres saberlo tendrás que invocarme. Ahora despierta, algo importante va a pasar. Recuerda comprar oro y cuidarte del Caos Reptante. Nos vemos.

Al decir esto, todo alrededor de Dipper se desintegró, mientras él caía en un vacío de oscuridad.

Dipper despertó de golpe incorporándose de la cama. El sudor frío le perlaba el cuerpo y el corazón latiendo de forma tana acelerada que lo sentía en la garganta. Por mero instinto, se giró hacia la cama de Mabel. En ese momento sintió que todo se detenía. La cama estaba vacía.

 

 

Mabel fue la desaparición número diez en lo que iba de la semana. La policía como es de esperarse no era de ninguna ayuda, y aunque todos los empleados de la cabaña y sus amigas la buscaron por todo el pueblo y el bosque, no la encontraron. Además, ni siquiera había indicios de que ella hubiera abandonado la Cabaña del Misterio durante la noche. Simplemente parecía haberse esfumado.

Dipper hojeó el diario una y otra vez, esperando encontrar alguna pista si resultaba que tenía razón y esa página Narla tenía algo que ver. Su búsqueda sin embargo parecía ser infructuosa. El Autor no parecía tener información de ningún ente de nombre Narla en ninguna parte.

Cuando la noche cayó, Dipper apenas si pudo dormir, y nada más lo hizo se encontró de nuevo con Bill Cipher.

—Ah, Pino. No despertaste a tiempo —dijo.

—¡Tú la tienes! —rugió el chico enfadado.

—Calma, Pino, yo no he hecho nada con la Estrella Fugaz y tampoco con los otros niños. Te lo dije, hay alguien más interfiriendo. Invócame, y te ayudare a recuperar a tu hermana y a expulsar a ese ser que se entromete en mi territorio.

Dipper se cruzó de brazos, sin creerle absolutamente. ¿Cómo confiar en un demonio, más aún cuando el diario enfatizaba lo peligroso que era este en específico?

—Oh, ¿por qué tanta desconfianza, Pino? Trato de ayudarte, aunque no lo creas.

—Eres un demonio.

—Bueno, sí, pero eso no es…

—¡Regresa a Mabel…! ¡Regresa a todos los niños! —exigió Dipper en un grito.

El triángulo dejó caer los brazos en una actitud derrotada.

—No puedo devolverte lo que no tengo en mi poder —dijo—, pero puedo darte información. Tienes razón, Narla no es lo que parece.

—¿Qué es Narla?

—No se trata tanto de que es, sino quién es y qué es lo que quiere.

Dipper enarcó una ceja.

—¿Qué quieres decir con eso? ¡Deja de ser tan críptico!

—Sera después. Ahora es momento de despertar. Invócame, Pino, soy la única oportunidad que tienes para recuperar a Estrella Fugaz.

Y de nuevo, Dipper abrió los ojos en su cama. Esta vez no con un sobresalto, sino pensando en lo que Bill Cipher le había dicho. ¿Podía confiar en él? El autor decía que no, aunque, si lo que decía era remotamente cierto…

Mabel valía el riesgo, eso era lo único de lo que estaba seguro.

Se levantó de la cama y fue al lugar en dónde el viejo McGucket dejó el único ordenador que había podido armar y dejar medianamente funcionando. Comprobó el modem casero y encendió el equipo. Los minutos que tardó en cargar el sistema operativo le resultaron eternos. Hizo la prueba abriendo el navegador de internet y de inmediato buscó la palabra Narla. El primer link le llevo directamente a la página web.

Era la típica página de red social. Tenía una imagen de varias galaxias como fondo, y una caja al centro con las opciones y formularios de inicio de sesión y registro. Registró una nueva cuenta y entró. Lo recibió lo que parecía ser una simple página de chat que no parecía para nada elaborada.

“Bienvenido, Dipper, te estaba esperando”. El mensaje apareció en la pantalla casi al instante. Dippers sintió algo de miedo pero mantuvo el control.

“¿Dónde está Mabel?”, tecleó.

“Ella está aquí, igual que los demás… Me ha hablado mucho de ti. Te estamos esperando.”

“¿Quién eres?”

“Yo soy Narla”.

“¿Quién eres realmente?… ¿Qué es lo que quieres?”

“No debes confiar en demonios, Dipper, son engañosos, en especial los que siempre tratan de pasarse de graciosos.”

Dipper volvió a fruncir el ceño.

“¿Quién eres realmente?”, repitió la pregunta.

“He tenido muchos nombres a lo largo de las eras.”

“¿Qué es lo que quieres?”

“Acompáñanos, y voy a mostrártelo.”

“¡Devuélveme a Mabel!”

“Ella te está esperando, Dipper. Ven con nosotros. Ven con nosotros. Ven con nosotros.”

La última frase se repitió una y otra vez hasta llenar la pantalla por completo.

—¡Devuélvemela! —gritó Dipper, sujetando el viejo televisor que funcionaba como monitor, y agitándolo hasta que el aparato simplemente se apagó.

Su tío Stan lo encontró agitando el televisor y gritando una y otra vez que le devolviera a su hermana.

 

 

Cuando amaneció, Dipper estaba sentado en la mesa simplemente observando el plato con cereales frente a él. Sus ojos estaban enrojecidos por la falta de sueño. El tío Stan no se veía en mejor estado.

—La encontraremos, Dipper, tenlo por seguro.

El chico asintió. A decir verdad ya había tomado su decisión. Invocaría a Bill Cipher. No sabía si el tal Narla tenía o no que ver con él, pero a esas alturas realmente no le importaba. Tenía que recuperar a Mabel.

—Voy a traerla de regreso —susurró Dipper, antes de ponerse de pie y salir de la cocina. Stan simplemente se limitó a suspirar con tristeza y cansancio.

Dipper iba a su habitación en busca del diario para invocar a Bill, cuando su celular comenzó a vibrar indicando que estaba recibiendo un mensaje. Lo tomó extrañándole que se tratara de un mensaje de texto. Y al instante casi lo deja caer. En la pantalla se mostraba el siguiente mensaje:

De: 6927-52-846-837

Mensaje: Aun te esperamos, Dipper…

Corrió hacia su habitación y tomó el diario para invocar a Bill lo más pronto posible.

 

 

El en el momento que el cielo se nubló y el tiempo pareció detenerse, Dipper supo que había tenido éxito en invocar al demonio.

—¡Soy libre! —gritó el triángulo amarillo, al tiempo que atravesaba el portal hacia el mundo de los humanos.

Su único ojo se posó en Dipper, quien lo miraba con una mezcla de furia y desconfianza.

—No te ves nada bien, Pino. Dime, ¿acaso has tenido pesadillas?

Dipper no dijo nada sobre eso. El demonio simplemente se limitó a reír.

—¿Cómo recupero a Mabel? —preguntó Dipper.

—Ah, directo al grano. Eso me gusta —dijo el demonio—. Veamos, primero tengo que saber algo. ¿Qué te dijo?

—No es importante…

—Hablaste con él. Sabía que no ibas a creer que yo no tenía nada que ver, y que irías directamente a buscar respuestas con el enemigo. De hecho quería que lo hicieras.

¿Quería que eso pasara? Si Bill Cipher aseguraba que esa cosa, Narla, no tenía nada que ver con él, entonces, ¿por qué quería que entablara contacto con aquel misterioso sitio web?

—Si estás detrás de esto.

—Eh, ¡no! ¿Cuántas veces tengo que repetirlo, Pino?

Dipper no parecía nada convencido.

—Necesitaba que hicieras contacto para usar eso y llegar a él. Hiciste las preguntas, ¿qué contesto?

Dipper sacó su teléfono del bolsillo y se lo mostró a Cipher.

—¿Te está esperando? —murmuró el demonio—. ¿Qué puede ser lo que busca el Caos Reptante?

Mientras el demonio parecía estar metido en sus propios pensamientos, Dipper guardó su teléfono.

—Dijo que ha tenido muchos nombres en muchas eras.

—Es así —asintió Bill—. Se dice que él tiene un millar de rostros, y de ser así, ¿quién conoce el verdadero? Representa el deseo y la voluntad de aquellos que eran dioses cuando el tiempo no existía.

—¿Dioses? —Todo ese asunto comenzaba a escalar a niveles que Dipper no había sospechado antes. En el tiempo que llevaba en Gravity Falls había visto muchas cosas extrañas, incluso había enfrentado a Bill y lo había derrotado, siendo un demonio. Ahora ese mismo demonio le decía que lo que enfrentaba estaba en el nivel de los dioses. Pero, ¿no se suponía que los dioses eran buenos?

El demonio comenzó a carcajearse.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Dipper molesto.

—Lo maquetista del pensamiento humano. ¿Los dioses buenos? No seas bobo, niño. En los planos superiores no existe el bien y el mal. Los dioses siguen únicamente sus designios propios. Ustedes son tan importantes en los esquemas superiores como las hormigas lo son para ustedes.

Luego, su ojo se centró específicamente en él.

—Aunque, este dios en particular, tiene una fijación muy interesante con el ser humano. A diferencia de los otros, él interfiere directamente, de una u otra forma.

En el cuerpo de Bill comenzaron a aparecer imágenes extrañas: aquelarres, sacrificios humanos para los dioses antiguos, tierras bañadas en sangre debido a las guerras, muerte, caos, locura…

—Para los egipcios fue el faraón negro —siguió hablando Bill—, y bajo su reinado se cometieron las peores torturar imaginables a ese pueblo y sus enemigos, las calles de sus ciudades se llenaron de sangre y el Nilo fluyó rojo al anegarse de cadáveres. Los antiguos habitantes de las zonas que ahora se llaman Mesoamérica le invocaban bajo el nombre de Tezcatlipoca, y aparecía envuelto en humo y cargando un espejo negro. Para los practicantes del vudú es el barón Samedi, un hombre alto con una calavera por rostro y vestido elegantemente, como el barón que es. Acude a los aquelarres de las brujas como el Hombre Negro y también bajo esta forma resguarda los secretos de su temible amo, el Sultán de los Demonios, cuyo nombre nadie se ha atrevido a pronunciar jamás. Los chinos ancestrales le vieron como la mujer abotargada. Y ahora, se muestra aquí, bajo la forma de Narla, atrapando, engatusando, atrayendo a sus víctimas, como la araña atrae a las moscas a su telaraña. Aunque, el nombre más común y por el que los seres sobrenaturales le reconocemos, es Nyarlathotep, el Caos Reptante, mensajero de los Dioses Otros y Heraldo de Azathoth.

Dipper tragó saliva. El tono usado por Bill era distinto a su voz burlesca habitual. Demasiado serio, casi solemne.

—¿Cómo lo detendremos?

—De la única forma que se puede detener a un dios como él. Forzándole a salir, mostrarse en una forma más vulnerable, y luego ahuyentándolo con el poder de otro dios. Un arquetípico. Ellos son lo más cercano a un verdadero dios “bueno”. —La última palabra la dijo como si fuera un buen chiste, sin poder evitar luego soltar una carcajada.

Dipper volvió a verle con molestia.

—Vamos, Pino, no puedes tomar las cosas con seriedad todo el tiempo. ¿Dónde está el sentido del humor? —Y volvió a carcajearse.

—¡Basta! —gritó Dipper—. ¿Cómo invocamos a los arquetípicos?

—No voy a invocarlos. Primero, no sé hacerlo, segundo, no estoy precisamente en buenos términos con ellos… o la mayoría de ellos. Quizá un poco con Hypnos. Ambos tenemos cierto poder sobre los sueños, después de todo.

—Entonces…

Antes de que Dipper terminara, el demonio chasqueó su mano derecha y en el aire se formó con llamas azules una estrella de cinco picos con un ojo al centro.

—Eso es… —murmuró Dipper reconociendo el símbolo que aparecía en el diario.

—El Símbolo Arcano. Los arquetípicos lo crearon hace millones de años para mantener presos a los Primigenios y anular su poder. No es infalible, sin embargo servirá para expulsar al Caos Reptante. Pero recuerda, Pino, Nyarlathotep es despiadado y por algún motivo tiene un especial interés en ti. Después de todo, te está esperando.

 

 

Cuando regresó a la Cabaña del Misterio acompañado por Bill Cipher, Dipper encontró que el lugar estaba vacío. Supuso que Soos, Wendy y el tío Stan estarían buscando a Mabel en algún lugar. Entró de nuevo a la habitación en dónde habían dejado el ordenador casero y lo encendió. Para su fortuna todavía funcionaba.

Una vez en la página, apareció de nuevo simplemente el chat.

“Veo que has invocado al demonio”, saltó el mensaje en la pantalla nada más se desplegó la página.

—Caos Reptante, este es mi territorio —se quejó Bill, mientras se tornaba de color rojo y emergían llamas tras de él.

No hubo respuesta.

—Devuélvame a Mabel —volvió a exigir Dipper.

“Ella está aquí. Tiene miedo. Te espera, igual que los otros. Únete, Dipper. Ese demonio que te acompaña no puede ayudarte contra mí.”

Antes de que Dipper pudiera responder, Bill arrojó una bola de fuego contra el televisor.

—¿Qué haces? —exigió Dipper, por haber destruido el único medio de contacto.

—Mira bien, Pino —respondió el demonio.

El televisor no había sido destruido. Estaba envuelto en un aura de color azul.

—Es hora —dijo el demonio.

—¿Hora de…? —Antes de que Dipper pudiera terminar de hablar, Bill lo empujó en dirección al viejo televisor. Fue absorbido por la pantalla como si se tratara de una especie de hoyo negro.

—¡Mi turno! —clamó el demonio antes de él mismo arrojarse por la pantalla del monitor.

Dipper gritó mientras caía en un abismo de oscuridad casi perpetua, la cual sólo era rota de tanto en tanto por líneas de código verde que pasaban a su lado. Se sentía un vértigo similar al experimentado cuando había caído al supuesto hoyo sin fondo del tío Stan. Siguió cayendo por lo que parecía ser una eternidad, hasta finalmente vio la luz al final. Salió disparado golpeándose en el suelo de lo un inmenso pasillo, iluminado tenuemente por unas antorchas. A los pocos minutos, Bill también salió del agujero dimensional por el que había caído, aunque el triángulo apareció flotando como si nada.

—Ese fue un paseo divertido, ¿no lo crees, Pino?

—¡La próxima vez avísame!

—Ah, ¿dónde estaría la diversión si hiciera eso?

Dipper no dijo nada más, simplemente se centró en observar el lugar en el que estaban. Hacia ninguna de las direcciones el pasillo parecía tener fin, y de hecho tampoco se notaba un techo. Fuera de la tenue iluminación de las antorchas que colgaban de las paredes, hacía arriba únicamente se veía una oscuridad infinitamente densa. Adelante y atrás era lo mismo, las antorchas se perdían en ambas direcciones como si el lugar no tuviera fin. El hecho de que los mismos muros estuvieran construidos con algún tipo de piedra negra no ayudaba en mucho a mitigar la sensación de que estaba atrapado en un lugar inmenso y dominado por la oscuridad.

—¿Dónde estamos? —preguntó el chico—. ¿Esto es el interior de Narla? Imaginaba algo distinto. Algo como en Tron.

—Ves demasiadas películas, Pino —recriminó Bill—. Un inmenso pasillo de color negro. Este es el palacio de Nyarlathotep, sin duda. Eso quiere decir que estamos en el desconocido pico de Kadath.

—¿Kadath? —preguntó Dipper, más para sí mismo. El nombre le resultaba familiar por alguna razón.

Bill volvió su ojo en una y en otra dirección, luego se rascó la punta justo bajo el sombrero, como si no supiera que hacer a continuación.

—Habrá que elegir al azar —dijo, pues no sabía qué dirección era la correcta—. Aunque, de cualquier forma él ya debe saber que estamos aquí. Seguramente nos está esperando en algún lugar de este palacio.

Dipper comenzó a caminar hacia el frente.

—¡Espera, Pino! Todavía no decidimos.

—No importa, simplemente hay que movernos.

Bill Cipher suspiró cansado antes de flotar detrás de Dipper.

Avanzaron en silencio por un largo rato sin encontrar nada más que antorchas. El pasillo tampoco parecía virar y Dipper se preguntó más de una vez que clase de construcción podía tener corredores tan enormes. Ninguna puerta, marco o ventana se cruzó en su camino, solamente la tenue luz de las antorchas y la oscuridad que se extendía al frente, arriba y a sus espaldas, acechándolos. De tanto en tanto, Dipper se detenía, pues le parecía sentir algunas presencias extrañas que parecían seguirles en su camino.

—¿Qué tan largo puede ser un pasillo? —preguntó Bill, exasperado por no ver nada más que muros negros y antorchas por una lapso de casi dos horas, o quizá mucho más. Era difícil medir el tiempo en un lugar tan monótono y aburrido como aquel.

—Tal vez no sea un pasillo —dijo Dipper—. ¿Y si hemos estado caminando en círculos? ¿O si se trata de una especie de ilusión?

Bill se cruzó de brazos y pareció pensar un poco en lo que Dipper había dicho. Y entonces, sin avisar, creó una bola de fuego azul en la palma de su mano derecha y la disparó contra uno de los muros. El muro estalló en pedazos y se alzó una enorme bola de humo y tierra. Dipper comenzó a toser debido a esto.

—¡Avisa cuando hagas algo así!

El demonio simplemente soltó otra de sus molestas carcajadas.

La explosión apagó las antorchas de los alrededores, por lo que únicamente una llama en la palma de Bill iluminaba el lugar. El enorme hueco abierto en la pared mostraba únicamente más oscuridad. Dipper avanzó unos metros por el pasillo para tomar una antorcha del pasillo, pues no quería confiar en Bill para iluminar el camino. Regresó y antes de entrar por la abertura en el muro trató de iluminar el interior del lugar con su antorcha. No era un pasillo, aunque tampoco estaba seguro de que fuera alguna habitación, salón o cualquier otra cosa. La antorcha únicamente iluminaba enormes columnas de roca negra que se alzaban en dirección a una negrura inmensa que impedía ver si la habitación tenía un techo.

—¿Crees que debamos entrar allí? —preguntó Dipper.

—Bueno, ya no sería un pasillo interminable. No sé tú, Pino, pero yo estoy harto de ver el mismo paisaje durante horas y horas.

No le iba a discutir eso. Se adentraron en la nueva habitación, avanzando con cautela pues esta vez no había muros a los lados. Ahora era simplemente oscuridad en todas direcciones. Una tan espesa que la luz de la antorcha parecía una braza a punto de extinguirse ante ella. Aquí las presencias que Dipper creyó haber sentido en el pasillo se hicieron más nítidas. Bill también parecía notarlo, pues por algún motivo estaba alerta, como esperando que en cualquier momento algo saltara desde la oscuridad a atacarlos.

—Son las larvas —susurró el demonio—. He escuchado de ellas, habitan en los vacíos exteriores, más allá de los límites del cosmos ordenado. Como sus amos, los Dioses Otros, carecen de ojos y espíritu, y son consumidas en cambio por una sed y un hambre insaciables. Se arrastran, olfatean y palpan el espacio exterior con sus hocicos viscosos.

Dipper sintió un escalofrío. Las larvas de los dioses otros, el vacío final…

—… En donde mora el Sultán de los Demonios, a cuyo alrededor danzan los gigantescos dioses finales, ciegos, mudos, estúpidos. Y los Dioses Otros, cuyo espíritu y emisario es Nyarlathotep —susurró el niño.

Bill le miró con verdadera sorpresa ante esas palabras.

—Sabes muchas cosas, Pino. ¿No será que has estado leyendo algún grimorio además del diario?

Dipper se detuvo.

—¿Cómo sabes del diario?

—Yo sé muchas cosas, Pino. Pero respóndeme, ¿no leíste de casualidad un grimorio de un autor árabe loco?

Dipper frunció el ceño.

—No tengo idea de que hablas, Cipher.

El ojo del demonio estaba muy fijo en él, al grado que Dipper sentía como si estuviera viendo a través de su misma alma más que de su mente.

—No, no la tienes —declaró finalmente el demonio—. Y a la vez sabes más cosas de las que deberías.

—Yo sólo… no sé. Siento que no es la primera vez que he estado en este lugar. Aunque tampoco puedo recordar cuando.

La mirada de Bill se tornó incluso más penetrante que antes.

—Estás lleno de sorpresas, Pino. Tal vez la pregunta no sea cuando estuviste aquí. Más bien: cómo.

—Sigamos —dijo Dipper.

No se dijo nada más sobre el asunto y siguieron caminando por esa habitación de altos pilares envueltos en la negrura perpetua.

Luego de casi otra hora de camino, llegaron al pie de unas inmensas puertas de color negro. Estaban cerradas.

—Creo que esta debe ser la entrada al salón principal —aclaró Bill—. Del otro lado es posible que nos espere la locura. —Y dicho eso comenzó a reír como si fuera muy divertido.

—Yo sólo espero que Mabel esté allí. —Comenzó a empujar las puertas con todas sus fuerzas, pero le fue imposible. Eran demasiado pesadas.

—No creo que eso funcione. Tal vez —encendía otra bola de fuego en la palma de su mano. Antes de que pudiera arrojarla contra las puertas, estas se abrieron por sí solas—. ¿Ves, Pino? Las amenazas funcionan más que empujar cosas con tus diminutos brazos.

Dipper refunfuñó algo por lo bajo.

Se adentraron en un inmenso salón tan oscuro como el anterior. Nada más dieron algunos pasos hacia adentro, las puertas volvieron a cerrarse no dejándoles más opción que seguir avanzando. Finalmente se detuvieron frente a lo que parecía ser la escalinata que subía hacia un trono. Y al instante se encendieron inmensas antorchas que iluminaron parte de la pieza. Allí había un trono de dorados doseles, pero no había nadie sentado en el mismo. Sin embargo, en las columnatas que sostenían el techo, y en el muro cubierto de cortinas tras el trono, se podían distinguir los cuerpos diminutos de los niños secuestrados. Estaban encadenados a los muros en dónde parecían dormir. Varios de ellos, entre los que se encontraba Mabel, se retorcían y daban gritillos ahogados por las mordazas que cubrían sus bocas.

—Pesadillas —dijo Bill—. Los ha sumergido en pesadillas interminables.

Dipper entonces notó los tres niños que ya no parecían moverse en lo absoluto.

—¿Qué pasa con ellos?

—Se han ido. No hay nada que se pueda hacer. Debo decir que esto es un trabajo de tortura impresionante. Uno podría sentarse aquí a comer palomitas de maíz todo el día ante tal espectáculo.

Dipper le miró de mala manera.

—Ayúdame a bajarlos de allí —pidió Dipper.

—¿Eso significa que quieres hacer un trato conmigo, Pino?

—Te recuerdo que de no ser por mí no habrías obtenido la conexión para llegar aquí.

—Vamos, eso no fue la gran cosa. Eventualmente habría encontrado la manera.

—Claro, seguramente hay otro chico por allí con un diario que contiene el conjuro para invocarte.

—¡No tientes tu suerte, Pino! —gritó tornándose de color rojo.

Dipper se cruzó de brazos y le miró molesto por un instante. Su mirada entonces se dirigió hacía Mabel. Su rostro estaba pálido y su cara tenía dibujado un rictus de dolor que le rompía el corazón. Mabel estaba sufriendo y él no podía hacer nada para ayudarla…

—Está bien… —dijo, extendiendo su mano—. Ayuda a Mabel.

La mano derecha de Bill Cipher se envolvió en la conocida llama azul, antes de apretar la mano de Dipper y agitarla vigorosamente.

—Bien, bien, Pino. Buena elección. Ahora…

No pudo terminar de hablar. Justo en ese momento una extraña música de carácter sobrenatural comenzó a resonar en el salón. Era una melodía extraña, de acordes que resultaban imposibles e incomprensibles del todo para la mente humana. Una música que hablaba de lugares lejanos y misteriosos en los que jamás se había posado jamás hombre alguno.

Las antorchas oscilaron un instante, y entonces en el trono apareció sentado un hombre. Vestía a la usanza de los antiguos faraones, tenía una piel negra y lustrosa, como bañada en aceite. En su rostro apuesto bailaba una sonrisa caprichosa.

—Ya era hora —dijo Bill—. Eres un pésimo anfitrión, Caos Reptante. Mira que no salir a recibir a las visitas.

El faraón no pareció inmutarse en lo más mínimo ante las palabras del demonio. De hecho su vista estaba fija en Dipper.

—Dipper Pines —habló, con una voz encantadora en la que resonaba la música de las esferas del exterior—, te he estado esperando por un largo tiempo. A decir verdad, todo este tiempo eres al único al que he querido atrapar, pero como esperaba no caíste en mi trampa tan fácilmente. Sigues siendo un digno adversario después de tanto tiempo.

Dipper estaba confundido. ¿Adversario? ¿Tanto tiempo? No tenía idea de a qué se refería este sujeto. No recordaba haberlo conocido jamás. Y a decir verdad, antes de visitar Gravity Falls jamás había tenido encuentro alguno con algo sobrenatural. ¿Por qué entonces…?

—No lo recuerdas. Las brumas del tiempo nublan tu mente. Parece ser que el Predestinado Soñador es incapaz ahora de recobrar las memorias de su pasado, que en otro tiempo y en otra vida le salvaron de las garras de mis amos desprovistos de alma.

Bill fue ahora quien dirigió una mirada extraña a Dipper Pines. ¿Acaso el Caos Reptante hablaba de reencarnación? ¿Pino había vencido al Caos Reptante en una vida anterior?

—No tengo idea de que hablas —respondió Dipper—. Devuélveme a Mabel.

En el rostro del faraón se formó una sonrisa aún más caprichosa que antes. Entonces la mordaza que tapaba la boca de Mabel cayó. Un grito desgarrador salió de su garganta, resonando con un eco terrible en la inmensa sala del trono del negro palacio de Kadath.

—¡Déjala tranquila! —gritó Dipper, al tiempo que corría hacia las escalinatas del trono.

El Caos Reptante se giró hacía él, y de las sombras emergieron cientos de tentáculos negros, los cuales se precipitaron a toda velocidad hacía el chico. Antes de que pudieran atraparle, un muro de fuego se interpuso en el camino. Dipper se detuvo y se giró hacia el demonio. En la mano de color negro todavía había rastros del fuego con el que lo había salvado.

—Bill Cipher —habló Nyarlathotep—. ¿Por qué interfieres en mis designios?

—Por que tus designios se interponen en mi venganza. Además, te lo dije, estás en mi territorio. Gravity Falls me pertenece. No voy a…

Antes de que terminara, se vio sorprendido por la espalda por las larvas de los Dioses Otros, quienes le sujetaron envolviéndole con sus negros tentáculos y arrastrándolo a lo profundo de la oscuridad que imperaba en la sala del trono.

—Bill —susurró Dipper, sin poder creer eso. El demonio era demasiado poderoso como para ser vencido así, ¿verdad?

—Una molestia menos —dijo Nyarlathotep—. Ahora podemos arreglar nuestros propios asuntos, Dipper Pines.

Dipper de pronto sintió que se paralizaba. Algo invisible, similar a serpientes, comenzó a envolver sus piernas y sus brazos, elevándolo del suelo y sosteniéndolo.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó Dipper.

Nyarlathotep lo observó con curiosidad.

—Los dioses estamos continuamente en batalla, Dipper Pines, enfrentándonos unos a otros. A veces hacemos alianzas, hay algunos que sirven a otros más fuertes. Es una carnicería cósmica que se ha estado desarrollando en diversos periodos de tiempo a lo largo del universo y sus planos. El planeta que ustedes llaman Tierra incluso fue testigo de algunas de esas batallas. Lo que ustedes llaman extinciones masivas, son en realidad los daños colaterales de los enfrentamientos cósmicos. Y aunque los humanos no son más que hormigas atrapadas en el centro de estos choques de poderosas fuerzas, insignificantes seres que vagan por allí sin rumbo tratando de comprender un universo para el cual son algo por completo indiferente, de vez en cuando surgen algunos personajes notables. Personas capaces de desafiar a los seres de las más altas esferas y mantener su cordura y su fuerza sin inmutarse. Anomalías de la naturaleza, podemos decir. Aunque al final la mortalidad les alcanza y caen al negro vacío del olvido que es la muerte. Unos pocos logran trascender más allá de eso. Personas notables que consiguen desafiar todas las posibilidades y que regresan una y otra vez sin importar que tan duro sean golpeadas.

El Caos Reptante se acercó a Dipper. En su mano derecha llevaba el cuchillo sacerdotal de los sacrificios. Cortó la mejilla del niño y recogió la sangre que escurrió entre sus dedos. La observó un momento, antes de llevársela a la boca.

—Quiero entender cómo es que una y otra vez consigues regresar. Primero atrapado en un ciclo que parecía no tener fin en una vida que se reiniciaba una y otra vez; y luego, al finalmente romperlo, bajo esta nueva forma. ¿Cómo es que los dioses te sonríen una y otra vez? ¿Qué hizo que Nodens gritara desde los abismos que gobierna para indicarte el camino de la salvación? ¿Qué vio en ti Yog-Sothoth para decidir entregarte en una de tus vidas pasadas los secretos del viaje en el tiempo y el espacio? ¿Qué hace tan especial a un simple mortal para que los grandes dioses quieran salvarlo de las garras frías de la muerte una y otra vez?

Dipper no entendía nada. ¿Vidas pasadas? ¿Los secretos del viaje en el tiempo y el espacio? Ni siquiera había escuchado jamás de ninguno de esos dioses… o eso le decía su mente, aunque en lo más profundo había un entendimiento, el cual no comprendía de dónde venía, que reconocía todos esos nombres. Y entonces, en su mente, brotó una imagen de una ciudad maravillosa envuelta en el brillo dorado del atardecer. Y vio valles bañados por ríos plateados y ciudades de mármol y cuarzo tan fantásticas que incluso hacían palidecer las ilustraciones que adornaban las novelas de fantasía de Tolkien y Lewis.

De pronto el Caos Reptante apartó su atención de Dipper cuando un fuego azul comenzó a brillar en las cortinas detrás del trono. Una inmensa estrella de cinco picos con un ojo al centro formada por llamas azules ardía sobre las cortinas. Era el Símbolo Arcano.

Dipper sintió que las serpientes invisibles que le sujetaban desaparecían, precipitándose hacía suelo. No lo toco, sin embargo, puesto que de pronto levitó un poco para finalmente caer de sentón al pie de las escaleras. Notó también que los niños cautivos, entre ellos Mabel, se deslizaban al verse libres de sus ataduras. Cayeron suavemente y aún dormidos sobre el suelo. Dipper ignoró el dolor en su trasero y se levantó para correr hacia su hermana a toda velocidad. Se arrodilló junto a ella dejando que su cabeza descansara en su regazo.

—Mabel… Mabel… —la llamó, golpeado levemente sus mejillas en un intento por despertarla.

—La Estrella Fugaz está bien —dijo Bill Cipher, apareciendo junto a él—. De los diez niños sólo tres son insalvables y tu hermana no forma parte de ellos.

La mirada de Dipper y de Bill se centró entonces en Nyarlathotep. El dios parecía haberse paralizado al notar como el Símbolo Arcano se mostraba por primera vez en su palacio negro de Kadath. Su rostro se desfiguró en la ira, y su cuerpo perdió consistencia y aspecto humano. En dónde antes había un joven y apuesto faraón, ahora quedaba una creatura de piel oscura y escamosa, cuyo rostro era una gigantesca lengua. La criatura soltó un alarido y luego lentamente comenzó a desintegrarse.

—¿Lo derrotaste? —preguntó Dipper a Bill.

—¡Por supuesto que no! No se puede matar a un dios —respondió el demonio—. Eso solamente lo sellara por un tiempo dentro de este castillo. Desafortunadamente yo no soy un dios, por lo que mi Símbolo Arcano no tiene el suficiente poder para sellarlo definitivamente. Y de hecho los mismos Dioses Arquetípicos jamás consiguieron sellarlo.

Las cosas a su alrededor parecieron perder consistencia. Era como si el mundo estuviera desvaneciéndose.

—Ah, es hora de volver a casa —dijo Bill.

—¿Qué hay del trato?

—Hablaremos de eso más tarde, Pino. Ahora estoy agotado. Esos signos mágicos ideados por los dioses drenan toda la energía. Y eso sin hablar lo difícil que fue liberarme de las malditas larvas del exterior. Ya llegara el momento de que cobre ese trato. Recuerda, Pino, no es lo último que ves de mí y la próxima vez no habrá alianza.

El demonio abrió un portal y rápidamente entró en este.

—Bueno, eso es todo, recuerda que la realidad es una ilusión, el universo un holograma. ¡Compra oro!

El castillo se desvaneció a su alrededor. Dipper sintió que de nuevo caía. Cerró los ojos y se sintió como si estuviera por despertar de un sueño.

 

 

Dipper abrió los ojos descubriendo que estaba de nuevo delante del computador casero, el cual ahora sí estaba quemado, o más bien parecía que había hecho explosión.

Se levantó de un salto y subió corriendo las escaleras hacia el desván de la cabaña. Al abrir la puerta, Mabel saltó de la cama y lo abrazó.

—¡Buenos días, hermanito! —gritó la niña con entusiasmo.

—Mabel, ¿estás bien? —preguntó Dipper.

La niña lo miró algo extrañada.

—Tuve un sueño raro. Eso es todo. —Luego hizo una mueca—. Tengo hambre. Es como si no hubiera comido nada en tres días.

Dipper sonrió y bajaron a la cocina para buscar algo de desayunar. Dipper vio el reloj frunciendo un poco el ceño. Indicaba que eran las nueve de la mañana. Además de que no parecía que hubiera pasado mucho tiempo desde que invocara al demonio y entraran al computador cerca del mediodía.

Mientras estaban sentados a la mesa, entró el tío Stan con los restos del ordenador casero en las manos.

—¿Alguien sabe que es esto?

—Luce como algo sacado del botadero —dijo Mabel.

—Pues habrá que devolverlo. —Y lo arrojó a la basura.

Dipper miró la escena con cierto aire extrañado en el rostro. Luego, sacó su teléfono y revisó la fecha. Era la mañana del mismo día en que Mabel se había obsesionado con la página Narla. Era como si el tiempo hubiera vuelto atrás para todos excepto para él y para el ordenador casero. Pasó el resto del día temeroso de que en cualquier momento Candy y Grenda fueran a hablarle a Mabel sobre Narla, pero esto nunca ocurrió.

Y mientras tanto, sin que se percatara, en cada esquina, rincón oscuro o incluso en los espejos, un enorme ojo parecía vigilarlo en cada momento. Hasta que finalmente ce cerró desapareciendo para volver a su lugar en las cámaras oscuras más allá de los límites del cosmos ordenado.

 

____________________________

Nota final:

Un pequeño detalle: Narla, la entidad virtual de Nyarlathotep, es un concepto que aparece por primera vez en el relato La segunda naturaleza de Ángel Luis Sucasas, que apareció en la antología Las mil caras de Nyarlathotep. Debo aclarar que no he leído el relato, sino que me base en parte en las sinopsis que pude leer del mismo. Hasta ahora no he podido hacerme con un tomo de esa antología, tal vez luego.

Deje muchas cosas abiertas, porque espero en el futuro poder volver a explorar un poco más sobre las bases construidas aquí. Primero debo acabar con Gravity Falls y otros proyectos, pero bueno, al menos ya aplaque un poco las ganas de escribir algo sobre esta serie y Lovecraft juntos.

Y una curiosidad de la que me di cuenta al comenzar a ver la serie. La forma en la que Bill se despide me recuerda mucho a una cita de Lovecraft, la cual les dejo como despedida ya que en serio se parece mucho.

“El hombre que conoce la verdad está más allá del bien y del mal. El hombre que conoce la verdad ha comprendido que la ilusión es la realidad única y que la sustancia es la gran impostora.”

Howard Phillips Lovecraft

(1890 – 1937)

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