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Silent Hill: Padre, o El final bueno++
octubre 27, 2016
5:38 pm
alucard70
A las puertas del Vacío Fianl

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agosto 26, 2014
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Una historia del tipo «¿Qué pasaría sí…?» En la cual Alessa sobrevive al final de Silent Hill. O más bien, el que me gustaría hubiera sido el final más bueno del juego. Quizá un poco optimista, para los estándares de la saga, pero el que creo Alessa merecía luego de tanto sufrimiento.


 

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Harry Mason no podía dar crédito a lo que estaba pasando. Unas horas atrás viajaba felizmente con su hija, Cheryl, a unas vacaciones que prometían ser las mejores, al menos desde la muerte de su esposa. Ahora, en cambio, todo se había vuelto un infierno, literalmente. Mientras veía a Dahlia Guillespie regocijándose en el nacimiento de una diosa que, según ella, traería el paraíso a la Tierra, no podía evitar preguntarse en qué momento las cosas se habían salido tanto de control.

Él no podía creer en lo que Dahlia predicaba. ¿Cómo podía surgir un paraíso de un acto tan cruel como inmolar a su propia hija?

Pero, esa cuestión no le importaba realmente, lo único que quería era tomar a Cheryl y salir de allí, alejarse de tan maldito pueblo y nunca regresar. Sin embargo, Cheryl no existía. La niña a la que había visto crecer, a la que había amado, a la que había cuidado cuando estaba enferma, quien había sido su apoyo cuando su esposa había muerto, su razón de vivir… no existía. Todo el tiempo pasado con ella era una simple ilusión.

—¡No! —exclamó de pronto, desde lo más profundo de su alma.

¡Cheryl era real! Por más que le dijeran que se trataba sólo de la mitad del alma de Alessa. Esos siete años de risas, llantos y apoyo mutuo eran prueba de ello. No importaba si había sido o no Cheryl, si sólo era una parte de Alessa, ninguna de esos momentos, de esos sentimientos, nada de ese cariño de padre e hija cosas habían sido falso. Ella era su hija y como su padre debía protegerla de todo, no importaba si era de esa diosa a la que su “madre” intentaba hacer nacer a través de su muerte.

—¡No, dice! —se burló Dahlia, mal interpretando por completo el sentido con el que Harry había hecho esa exclamación—. ¿No lo entiende? No hay forma de evitarlo. Aún con sus infantiles juegos, Alessa no puede evitar esto y mucho menos usted. Ha sido de mucha ayuda, sólo por eso es que aún está vivo. Creo que merece contemplar el nacimiento del paraíso, al menos como pago por su ayuda.

Harry miró a Alessa. Su rostro angustiado lleno de terror, suplica y desesperación. No lo soportaba, era él rostro de Cheryl, aunque mayor, el que le dirigía esa mirada. Debe haber algo que pueda hacer, pensaba desesperado, no podía dejar a su hija allí, no podía soportar ver como sufría.

Mientras la mente de Harry repasaba una y otra vez sus posibilidades, Kaufmann apareció.

Harry apenas si escuchó el intercambio de palabras que el doctor sostuvo con Dahlia; pero si reparó en el terror que cruzó el rostro de la sacerdotisa cuando el hombre mostró el frasco que él había encontrado en el motel del pueblo.

En ese momento comprendió lo que tenía que hacer.

El contenido de ese frasco era la solución a su dilema, si encontraba la manera de emplearlo. Pero, ¿cómo? Y más importante, ¿era seguro? Recordó la supuesta marca de Samael, Dahlia decía que era la marca de un demonio que Alessa esparcía por todo el pueblo; más, hasta ahora, todo lo que ella había dicho eran mentiras para manipularlo y usarlo en su búsqueda de capturar a su hija. No le costó mucho atar los cabos para saber que eso también era una más de sus mentiras. Lo cual traía una nueva duda, ¿qué era esa marca que con tanto desespero Alessa intentaba esparcir en por el pueblo?

Lo que más quería Alessa era escapar de su madre y de la diosa, por lo tanto, tenía que ser un símbolo mágico; algo capaz de detener el horrible ritual de Dahlia y permitirle estar finalmente a salvo.

Sin pensarlo mucho, Harry se abalanzó sobre Kaufmann. Forcejeó con el doctor hasta que pudo arrebatarle el frasco. Michael le miró con horror, al ver que le había quitado su única oportunidad de salvarse.

Harry observó el frasco y su contenido. Como ya lo había sospechado, era el mismo líquido que había encontrado en el hospital, y que había utilizado para salvar a Cybil.

Kaufmann intentó aprovechar la distracción de Harry para recuperar el frasco; sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, Cybil le disparó en la pierna.

Cybil actuó por mero instinto. De alguna manera comprendió que Harry tenía un plan que podía sacarlos a todos de ese infierno. Y estaba dispuesta a jugarlo todo por ese plan, fuera lo que fuera.

Dahlia contempló la escena, y luego comenzó a reír. Eran ridículos, habían hecho nuevamente su trabajo sin que ella siquiera tuviera que engañarles. Kaufmann ahora se retorcía de dolor en el suelo, mientras que los otros ni siquiera tenían idea de cómo usar el Aglaophotis. Su paraíso era ahora posible.

Alessa presenció la escena sin comprender que estaba pasando. Era obvio que lo que Kaufmann tenía era algo que podía detener a la diosa; pero Harry había interferido antes de que pudiera usarlo.

Podía sentir a la diosa retorciéndose en su vientre, luchando por salir. La chica hacía uso de todo su poder para mantenerla cautiva, sin embargo, sus fuerzas se estaban agotando. Cada vez le resultaba más difícil contenerla. Incluso aunque lo que el doctor planeaba hubiera significado la muerte de ambas, ella lo habría aceptado de buena gana.

Harry se acercó a ella y le extendió el frasco. Dahlia dejó de reír al ver esto, y trató de detenerlo; pero, antes de que pudiera acercarse, Cybil la empujó a un lado.

—¡La marca! —exclamó Harry, mientras Alessa sostenía el frasco en su mano derecha—. ¡Usa la marca ahora, con esto!

¿Marca? ¿A qué marca se refería Harry? Alessa no entendía lo que el padre de su otra mitad trataba de decirle; aunque, las memorias de Cheryl que quedaban dentro de ella, le urgían a buscar una respuesta. Su padre siempre sabía qué hacer, siempre la había salvado.

—¡La marca del pueblo, tienes que usarla ahora!

¿La marca del pueblo? ¡Por supuesto! ¡Tenía que estarse refiriendo al sello de Metatron! Ahora entendía su plan.

Alessa destapó el frasco y cubrió su mano derecha con el líquido rojo. Sintió a la diosa responder con dolor; pero se obligó a sí misma a suprimirla con todas sus fuerzas físicas y mentales, mientras pintaba el sello de Metatron sobre su propio vientre.

Un dolor espantoso recorrió su cuerpo, mientras sentía a la diosa morir dentro de ella. Su padre la abrazó, mientras le susurraba al oído que todo estaría bien, que todo terminaría pronto. Vio a su madre tratar de alcanzarla; entonces, haciendo uso de su poder, la arrojó lejos. Dahlia la había traicionado, ya no podía sentir por ella más que odio.

Alessa echó la cabeza hacia delante, mientras vomitaba sangre. Al mismo tiempo, pudo sentir como la conciencia de la diosa se apagaba finalmente. Se sentía como si su vientre estuviera ardiendo. Este hecho, trajo a su mente el incendio de siete años atrás.

En aquella ocasión, un camionero que no tenía nada que ver con ese asunto, había tratado de salvarla. Ahora, Harry Mason, el hombre que había criado a la mitad de su alma separada por el Flauros, hacía exactamente lo mismo. De su madre sólo había podido obtener maltrato y sufrimiento. Esperaba descansar de todo eso finalmente. Catorce años eran demasiado tiempo para vivir así.

Cybil se acercó a ellos, mientras todo a su alrededor se deshacía en una lluvia de fuego, sin el poder de la diosa para sostenerlo, y con Alessa demasiado débil como para usar su propio poder. Aun así, hizo todo lo posible para reunir el poder que le quedaba y asegurarse un escape, tanto para ella como a su padre y a esa oficial que había tratado de ayudarles. Abrió un portal que les permitiera salir del Otro Mundo.

No fue capaz de captar los detalles del escape. Iba casi inconsciente en los brazos de su padre. Pero, a pesar del dolor y el cansancio que la envolvía en cuerpo y mente, se sentía segura por primera vez en su vida.

Separador

Alessa despertó en un hospital.

Estaba respirando de forma asistida. El sonido de la maquina era casi hipnótico. Pudo notar que era de día, ya que la luz del sol se colaba por una ventana cercana. Todo el cuerpo le dolía y se sentía muy cansada.

La puerta se abrió y entró una enfermera. Por un momento, creyó que era Lisa; pero, cuando pudo ver su rostro, se encontró con alguien desconocido. Por supuesto, Lisa está muerta, se dijo a sí misma. La enfermera revisó sus signos vitales y los anotó en un formulario. Al percatarse que estaba despierta le dedico una sonrisa.

—Me alegra ver que esté bien —dijo con una voz dulce—. Su padre ha estado afuera por tres días muy preocupado.

La enfermera salió de la habitación, dejando a una Alessa confundida.

Por un momento creyó, cuando recién había abierto los ojos, que se encontraba aún en el sótano del hospital Alchemilla. Ahora sabía que no era así. Se hallaba en otro lugar; pero, la enfermera había mencionado a su padre. Ella no tenía padre.

Fue cuando todos los sucesos ocurridos volvieron a su mente.

El llamado a Cheryl, su otra mitad; como se había encontrado con ella en la escuela y habían vuelto a ser un solo ser; luego había recorrido el pueblo colocando el sello de Metatron para asegurarse un escape; su encuentro con Harry en el parque de diversiones y como había sido capturada por su madre; luego, la habitación donde su alma y su cuerpo carbonizado habían formado a la incubadora que daría a luz a la diosa; el líquido que Harry le había dado y como, al usarlo para grabar el sello de Metatron sobre sí misma, había podido por fin liberarse de la diosa.

Harry la había salvado, su padre le había ayudado y no la había abandonado, incluso cuando se había enterado de la verdad, de cómo su Cheryl jamás había existido.

Alessa se sintió feliz y derramó lágrimas de alegría. ¡Había alguien que la amaba de verdad como a una hija, que se preocupaba por ella y quería protegerla! Se sintió tan feliz, los recuerdos de Cheryl dentro de ella le decían que todo estaría bien, que Harry la protegería.

Con eso en mente, volvió a dormir.

Separador

Harry tomó el vaso de café que Cybil le había traído de la cafetería.

Su mente aun divagaba sobre lo mucho que había pasado los últimos cuatro días. Primero el accidente, provocado por el reflejo de Alessa; luego todas las macabras aventuras vividas en el pueblo y el posterior escape.

—Creo que podría escribir todo esto y los lectores pensarían que soy el próximo Lovecraft —dijo, con cierto aire de ironía.

Cybil sólo le dedico una sonrisa un tanto débil. Ella misma aun luchaba por comprender todo lo que había pasado. Sentía como si acabará de despertar de una pesadilla especialmente terrible.

El problema era que todo había sido real, a pesar de que una parte de ella se negara a aceptar ese hecho.

Los últimos tres días no habían hecho más que incrementar esa sensación. Y cuando recordaba su escape era incluso peor.

Tras ver la luz blanca que les indicaba el camino para salir de esa pesadilla, habían corrido con todas sus fuerzas.

Una vez fuera, se encontraron a los límites municipales de Silent Hill.

Alessa, en los brazos de Harry, tenía una enorme hemorragia, como si acabara de abortar. Al verla, se quedó sorprendida, parecía más joven de lo que la había visto cuando se había transformado en esa mujer de vestido blanco. Ahora aparentaba unos catorce años.

—¡Sé está muriendo! —había exclamado Harry con horror, sacándola de su asombro.

Afortunadamente, consiguieron que un granjero local se  en la carretera. Al ver el estado de la niña, y que Cybil era policía, los había recogido. Al principio, el hombre había querido llevarlos a Silent Hill, al estar mucho más cerca que otros lugares, pero Cybil le había convencido de llevarles a otra parte. Finalmente, habían acabado en el hospital municipal de South Ashfield Heights.

Cybil se había marchado a las pocas horas, para reportarse en Brams, además de ir a su casa por algunas mantas. Volvió por la noche con comida caliente y dos cobertores para que Harry pudiera comer y descansar un rato.

Mientras este último dormitaba en la sala de espera, Cybil había permanecido despierta por si surgía algo.

Al día siguiente, volvió a Silent Hill, aprovechando que era su día libre.

El pueblo estaba normal, aunque había algo de niebla, no era para nada como la que había visto la primera vez que había estado en el lugar. Las personas caminaban por las calles, y los niños jugaban felices en los jardines. Hacía calor y no había ni rastros de nieve alguna. Las calles, puentes, y en general todas las vías y medios de comunicación estaban en perfecto estado. No había rastro alguno de que algo extraño hubiera pasado en el lugar apenas un día atrás.

Regresó al hospital, donde contó todo a Harry. Los dos habían estado felices de que la pesadilla parecía haber terminado.

—¿Qué piensa hacer ahora? —preguntó Cybil.

Era algo de lo que aún no habían hablado, debido a que todavía estaban agotados y confundidos; eso sin mencionar que no parecía un tema sencillo de tratar dado el estado de salud de Alessa, pero ella sintió que era momento de hacerlo.

—La verdad no lo sé —respondió Harry, mientras observaba el vaso café en su mano—. Creo que empacare y me iré con Che… Alessa a otro lugar. Tengo un familiar que es abogado en Los Angeles, tal vez él pueda ayudarme a hacer los trámites para adoptarla legalmente.

—Será difícil, Harry —dijo Cybil, tras saber lo que pretendía—. Revise los archivos del registro civil. Hace siete años Alessa fue declarada legalmente muerta. No puede simplemente aparecer viva luego de ese tiempo. Además, las personas se darán cuenta de la desaparición de Cheryl.

Harry echó la cabeza hacia atrás. Cybil tenía razón, había demasiadas cosas que no sería capaz de explicar. Contar la verdad no era una opción. Las autoridades pensarían que se había vuelto loco, lo encerrarían en un manicomio y enviarían a Alessa a un orfanato hasta la mayoría de edad.

—Creo que podríamos hacerlo público —dijo Cybil, y luego se apresuró a agregar—. Digo, al menos el hecho de que la Orden está implicada en el asunto de las drogas y los rituales que llevan a cabo; el problema es que no sabemos cuántos en ese pueblo están implicados en todo esto. Sólo sabemos con seguridad que han sobornado a las autoridades locales desde hace años, y que tienen a casi todo el pueblo metido en eso.

—Entonces, básicamente, estamos solos.

Un incómodo silencio cayó entre los dos.

En ese momento, un doctor se acercó a ellos para avisar que Alessa había despertado.

Harry se levantó para ir de inmediato a verla.

—Encontraré una manera —dijo Cybil, antes de marcharse.

No estaba dispuesta a dejar que los crímenes de esos fanáticos se quedaran impunes. Incluso si no podía probar los hechos sobrenaturales, al menos podía hacer que les juzgaran por él tráfico de drogas, por corrupción, asesinato y los crímenes que resultaran. Todos ellos cometidos en favor de una diosa que traería un supuesto paraíso.

“Un paraíso de muerte”, pensó mientras salía. “Al menos sé que esa diosa no volverá”.

Separador

Alessa se incorporó al ver que la enfermera entraba con una bandeja de comida.

Habían pasado siete días desde que estaba en el hospital. Ya no necesitaba de respiración asistida y ahora ya podía comer alimentos sólidos. Aún despertaba por las noches tras tener horribles pesadillas, y su mente tardaba un poco en recordar que ya no estaba en su prisión de Alchemilla, sino en una habitación del ala oeste del Hospital Municipal de South Ashfield Heights. Pero en general las cosas eran mucho mejores.

Dos días después de que despertara, los doctores la habían movido de terapia intensiva hacia una habitación normal.

Harry no se había despegado de su lado, excepto dos días atrás, cuando Cybil había logrado convencerlo de que fuera a su casa; al menos para darse un baño y descansar en una cama adecuada.

Miró hacia la ventana.

Afuera hacía un día soleado y se escuchaba el sonido de los autos en la avenida, aunque sólo como un leve murmullo. Volvió su mirada a la pequeña mesa al lado de la cama, una copia recién comprada de «El mundo perdido» descansaba sobre ella.

Su libro favorito. Harry se lo había llevado el día anterior. Al parecer su otra mitad había conservado eso al separarse.

Alargó la mano para tomar el libro. Era una edición especial, según Harry, había costado mucho encontrarlo. Iba a ser el regalo de cumpleaños de Cheryl, ya que la copia que tenía antes estaba muy gastada. El escritor acertó en creer que sería una buena forma de romper la incomodidad que se formaba entre ellos cuando estaban en la misma habitación.

Alessa recordó el momento en que Harry había entrado a la habitación con un paquete bajo el brazo. Luego de un incómodo silencio, se lo había tendido de forma algo torpe. Alessa observó el paquete con  por un momento. Luego, con una mezcla de temor y de felicidad, rasgó el papel. No pudo evitar derramar lágrimas de felicidad cuando se encontró con una edición de lujo. Pasta dura, anotada y con ensayos de varios expertos en la obra de Sir Arthur Conan Doyle.

—¿Cómo…? —preguntó, sin entender porque Harry sabía que era su libro favorito.

—Cheryl —fue la única respuesta del hombre.

El recuerdo de una pequeña réplica suya de cinco años, pidiendo a su padre que le leyera el libro antes de dormir, surcó su mente como un destello momentáneo.

Sólo atino a asentir, demostrando que comprendía.

Alessa despejó su cabeza de todos los recuerdos del día anterior. Abrió el libro en el capítulo cinco y continúo con su lectura.

Separador

Los siguientes seis meses fueron difíciles.

Harry hizo uso de todos sus ahorros para costear el hospital y hacer los trámites legales de adopción. Mismos que estaban resultando ser en especial complicados, sobre todo por los motivos que ya había advertido Cybil.

Respecto a Cheryl, se encontró con varios inconvenientes de lo más extraños. Como la desaparición de varios de los registros, incluidos los de nacimiento y adopción. Según Alessa, debido a la cada vez menor influencia de Silent Hill a causa de la muerte de la diosa.

Aunque esto mismo podía no ser perpetuo. Nunca se sabía cuándo el culto podría intentar llevar a cabo un ritual para restaurarla.

Harry no quiso saber más al respecto, y francamente Alessa tampoco.

Afortunadamente, la mayoría de los problemas económicos más urgentes se resolvieron con relativa facilidad.

Harry  consiguió vender su última novela a una editorial de Nueva York. Sólo recibió mil dólares de adelanto por ella, y un treinta por ciento de las ventas, pero al menos eso ayudaba en algo. El primer mes las ventas habían sido regulares, pero en el segundo se habían estabilizado.

Además de eso, puso en venta su casa de Sewell, y aunque eso era tardado, había urgido a su agente de bienes raíces a acelerar las cosas; incluso si eso conllevaba una reducción del precio de venta.

Ya había hecho planes para mudarse de Maine tan pronto como le fuera posible.

Luego de que Alessa fuera dada de alta del hospital, se habían trasladado a la propiedad, aunque sólo para empacar.

Tras hacer uso de algunos de sus contactos con viejos profesores de la universidad, consiguió trabajo como profesor de letras inglesas en la universidad estatal de California, en el campus de Los Ángeles. No sería un gran sueldo, pero al menos podría rentar un pequeño departamento en la ciudad, y luego, con la venta de la casa, tenía pensado comprar uno en las cercanías de la universidad. Claro, eso si lograba obtener el precio adecuado.

Dado que su automóvil se había destruido en su llegada a Silent Hill, no tuvo más remedio que comprar billetes de avión para el traslado.

Días antes, envió los muebles a su nuevo hogar con una compañía de mudanzas. Si todo salía bien, tan pronto como llegaran a Los Ángeles, llamaría a las oficinas de la compañía para que trasladaran sus muebles al departamento. Y para cuando estuvieran es este, sólo quedaría ordenar las cosas.

Por su parte, Cybil cumplió con lo dicho y en poco tiempo había llamado a unos amigos del FBI, quienes se habían ocupado de investigar un poco más el asunto del Culto y el tráfico de drogas.

Aunque en ese aspecto las cosas se complicaron un poco cuando uno de los agentes que se habían inmiscuido en el asunto apareció muerto a las orillas del lago Toluca. De inmediato las autoridades locales intentaron silenciar las cosas, debido a la presión por parte del  y encubrir el asunto. Pero todo se les torció. Según lo dicho por Cybil en su último encuentro, la muerte de un agente federal era totalmente distinta a la de algún policía de un pequeño pueblo. De inmediato el FBI había atraído el caso y ahora estaban tras la pista de los narcotraficantes.

Luego de esos hechos, Harry y Alessa se despidieron de Cybil en el aeropuerto de Bangor. La oficial prometio estar en contacto, aunque habían acordado que sería mediante seudónimos, en caso de que aun hubiera miembros de la orden siguiéndoles el rastro.

El viaje en avión fue una experiencia interesante para Alessa, quien jamás había viajado en uno. En toda su vida a penas si había visto los límites de Silent Hill, por lo que todo lo ocurrido en los últimos días era casi un sueño.

En el vuelo pasaron una película de Godzila que a la chica le gustó mucho.

El departamento de Los Ángeles contaba sólo con una habitación grande, que hacía de sala y comedor, una pequeña cocina, un baño y dos cuartos pequeños.

El primer fin de semana Harry lo había pasado ordenando los muebles. Alessa había querido ayudar, pero su padre no se lo permitió, así que, salvo por su habitación y dar algunos consejos de donde poner tal o cual cosa, no había hecho mucho ese fin de semana.

El lunes por la mañana, Alessa se pasó el tiempo viendo algunos canales de televisión y leyendo un poco, mientras su padre había ido al campus para encontrarse con el rector y ordenar un poco la que sería su oficina. Faltaba aun una semana para que las clases iniciaran, y Harry pasó ese tiempo revisando su plan de estudios y preparando sus clases. En la universidad de Maine ya había tenido algo de experiencia como docente, así que no resultaba algo tan ajeno a él.

Por suerte para ellos, una revista para caballeros compró uno de los cuentos de Harry por doscientos dólares, por lo que pudo usar ese dinero para comprar algunos libros de texto, tanto de primaria como de secundaria, con los cuales tenía pensado enseñar a Alessa en casa para que se pusiera al corriente con sus estudios.

Por otro lado, la novela en Nueva York estaba haciéndose de buen nombre, y el editor le había solicitado a Harry que escribiera otra novela, con una temática similar. La historia era un Thriller policiaco, y los fans del género la habían recibido de buena gana, a pesar de sus flojas ventas iniciales. Harry decidió dedicar al menos dos horas cada tarde para trabajar en un nuevo proyecto. Algo de dinero extra nunca estaba de más.

Para cuando las vacaciones navideñas llegaron, la pequeña familia había caído en una cómoda rutina.

Harry estaba en la universidad dando clases de siete de la mañana a tres de la tarde, mientras Alessa estudiaba con una profesora en casa, contratado con el dinero de las ventas de los cuentos y el libro de Harry. Alessa era inteligente y la señorita Clarens, su maestra, estaba segura de que en menos de un año habrían terminado con unos dos años de la educación primaria. Aunque Alessa se había propuesto alcanzar el nivel de secundaria al cabo de ese tiempo, después de todo quería probarse a sí misma, y siempre le había gustado estudiar, a pesar de sus experiencias en la primaria Midwich.

Por las tardes, luego de comer los dos juntos, Harry se dedicaba a corregir trabajos y a hacer algunos de sus pendientes de la escuela, mientras que Alessa veía la televisión o leía un poco.

Luego de acabar lo que tuviera pendiente, Harry se dedicaba a escribir alguna cosa. Alessa solía leer los relatos escritos por su padre y era la que le indicaba, antes de cualquier editor, si le parecían buenos o no. Harry la incitaba a ser honesta al respecto, ya que decía que toda crítica debía ser hecha con objetividad.

Las cosas parecían ir bien, aunque al principio para Harry había sido un tanto complicado. Cheryl tenía sólo siete años, pero ahora tenía que criar a una adolescente, y aunque había mucho de Cheryl en Alessa, también había detalles que las hacían muy diferentes. Por ejemplo, aunque a Cheryl también le gustaba leer, pasaba mucho tiempo jugando con sus muñecas; Alessa en cambio, había colocado la colección de muñecas en estantes de su habitación, sin tocarlas más que para lavarles los vestidos y el cabello de vez en cuando. La lectura era algo a lo que Alessa también le tomaba mucha importancia. Podía pasar horas leyendo sin perder concentración. La señorita Clarens decía que de no ser por los años que había pasado postrada en cama sin posibilidad de estudiar, posiblemente Alessa hubiera podido adelantar unos cuantos años.

Para cuando las vacaciones navideñas llegaron, Alessa había alcanzado ya el material de tercer grado de primaria.

La primera semana de diciembre Cybil envió una carta, que más parecía un recado, a Harry informándole que el FBI había descubierto el cuerpo de una enfermera en un pequeño prado a orillas del Lago Toluca. Aunque oficialmente no se sabía quién era, sus contactos entre los federales le habían dicho que lo más probable era que se tratara de Lisa Garland. Las pruebas iniciales apuntaban a un asesinato. Lisa finalmente recibió un entierro adecuado, en un pequeño cementerio a las orillas del lago Toluca, cerca de la entrada sureste del pueblo.

Harry pudo respirar aliviado, al menos Lisa ahora podría descansar.

La navidad fue feliz, Harry le regaló a Alessa una colección de mariposas de porcelana. Las mariposas eran los insectos favoritos de la chica. Por parte Alessa, Harry recibió un elegante estuche con un bolígrafo muy fino y una agenda.

Pasaron unas felices fiestas. La vida parecía estarles recompensando, más aún a Alessa, por todos los horrores del pasado.

 

Fin

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