No recuerdo la última vez que reseñé cine mexicano de cartelera, si es que alguna vez pasó algo así (debería haber pasado, pero no puedo meter las manos al fuego por mí misma en esto). Y la verdad es una sorpresa hasta para mí, porque como suele suceder, mi relación con el cine mexicano actual es complicada y no siempre me aviento a ver las películas que me interesan en pantalla grande por evitar que vuelvan a romperme el corazón. De hecho «Cómprame un revólver» no era mi primera opción para ver, pero así son las cosas, y sin duda jugó mucho a su favor el tener un título tan atractivo.

El mundo que recrea Julio Hernández Cordón, director y guionista, va de la ciencia ficción al México de siempre pero convertido en fábula. Un punto muerto en la historia, concentrado en el norte del país, donde se nos dice que la población de mujeres ha diezmado dramáticamente ya que casi todas han sido asesinadas o secuestradas, y todo, literalmente todo, es controlado por el narcotráfico. Una visión a lo Mad Max de un México que ya conocemos. Rogelio y Huck son padre e hija obligados a vivir en un campo de beisbol a mitad del desierto, dándole mantenimiento para que esté listo siempre que algún grupo de narcotraficantes quiera usarlo. La esposa y la hija mayor de Rogelio ya fueron secuestradas y por ello disfraza a su hija pequeña de niño, obligándola a usar ropa ancha, casco y máscara, escondiendo su cabello y encadenándola cuando hay más personas presentes. Huck vive en ese mundo pero lo ha normalizado y es con su voz de narradora que lo vamos conociendo. Convive con niños huérfanos, probables víctimas del narcotráfico, que viven en el desierto. Crea planes fantásticos, le lleva la cerveza caliente a los narcotraficantes y le esconde la droga a su padre para que no se malviaje tanto. Una visión tierna y desgarradora que puede parecer tan distópica como realista.

La película se cuenta en dos líneas: la estrictamente real, que a diferencia de otras producciones mexicanas no necesita ser en exceso explícita para que entendamos qué es lo que está sucediendo; y la reinterpretada por la visión de Huck y lo que va comprendiendo de su mundo. Aunque tiene tintes fantásticos por momentos, no cae en el recurso de conformar un universo alterno apto-para-niños con el que combata a su manera la violencia del otro mundo, el real. Chuck es perfectamente consciente de lo que pasa a su alrededor, aunque nadie se lo explique y no siempre tenga las palabras adecuadas para explicarlo, de modo que tiene que inventárselas. Lo mismo sucede con sus compañeros, una suerte de ‘niños perdidos’ de Peter Pan que, a diferencia de sus contrapartes, tuvieron que crecer demasiado rápido, pero no por ello tienen mejores palabras para explicar la horrible realidad en la que viven.

La trama en sí de la película se desarrolla con una estructura casi de fábula. Sabemos que Rogelio tiene que proteger a Huck de que descubran de que es niña, pero sus opciones son limitadas en ese sitio perdido, a merced de los narcos que lo controlan y de su adicción. Huck sabe que tiene que tener cuidado porque ‘en este país se roban hasta las macetas’ pero no es consciente hasta qué punto su condición de niña es el peligro en sí, de modo que no puede evitar desobedecer por momentos a su padre aunque eso los ponga a ambos en peligro. El otro punto de la historia está representado por ‘el jefe’, el líder del grupo de narcotraficantes que visita frecuentemente el estadio, un enmascarado que lleva colgados lo que parecerían milagritos y cuyas intenciones nunca quedan demasiado claras, aunque parece saber el ‘secreto’ (no demasiado bien cuidado) de Rogelio y Huck. El conflicto es inevitable pero, como mencioné anteriormente, no será necesario caer en la provocación alarmista para que entendamos cuáles son las dimensiones del peligro que se vive. Entre esa realidad y fantasía, ningún desenlace puede ser totalmente feliz, aunque una parte de nosotros también espera que no sea totalmente trágico.

Hernández Cordón ha comentado en diversas entrevistas que escribió la historia pensando en la resistencia. Un modo de compartir esta emoción que nos lleva a los mexicanos a resistir ante un panorama desolador, especialmente a los menores y especialmente a las niñas. Resulta especialmente revelador, en ese sentido, que la pequeña protagonista sea justamente hija del director, y que su otra hija mayor aparezca también en algún punto. Comparto totalmente esa perspectiva y esa emoción de la resistencia y creo que se complementan adecuadamente con elementos menos ‘vistosos’ de la cinta (es decir, que no son enunciados tan explícitamente como el narcotráfico), como es la paternidad (resulta bastante emotivo ver una paternidad tan sensible en medio de todo ese caos y pese a sus propios errores) y como es la identidad, representada por los constantes juegos de máscaras y disfraces que tienen diferentes modos de presentarse.

La película está grabada con actores no profesionales y esa sensación de teatralidad forzada puede resultar un poco chocante al inicio, pero eventualmente se vuelve parte de esa sensación de futuro-que-no-lo-es y termina por ser otro elemento que conforma el universo cinematográfico a modo espejo. Además de las increíbles actuaciones de Matilde Hernández y Rogelio Sosa, Sostenes Rojas es increíble como ese ambiguo líder del narcotráfico cuyas dimensiones no tenemos del todo claras.

«Cómprame un revólver» se estrenó en la edición del Festival de Cannes del año pasado y tras su paso por algunos otros festivales, llegó este mes a salas de cine mexicanas. Y seguro no por mucho tiempo, así que si están dispuestos a darle una oportunidad (y lo recomiendo), deben darse prisa.

«Cómprame un revólver» es una película mexicana de 2018. Dirigida por Julio Hernández Cordón («Te prometo anarquía», «Las marimbas del infierno», «Gasolina») y protagonizada por Matilde Hernandez («Tesoros»), Rogelio Sosa («El pulso de la tierra»), Sostenes Rojas, Ángel Rafael Yanez, Wallace Pereyda, Ángel Leonel Corral y Mariano Sosa. Tiene 6.8 estrellitas en imdb, 6.2 en filmaffinity y 64% en el tomatometro. Y les invito a que le den una oportunidad.