Llegamos a las 250 entradas sobre cine y con una favorita semanal que además es un gran clásico italiano. Ya había visto casi todas las películas más reconocidas de Federico Fellini y por alguna razón me faltaba ésta, pero no más. Al principio me costó darme cuenta que en esta producción de 1957 está basada la película de Bob Fosse «Sweet Charity», una versión (que no sabía que era versión) que además no me gusta nada. No es sólo que tiene un tono edulcorado que nada pinta obviamente con el neorrealismo italiano, pero es que no tiene lo más importante de todo: a Giulietta Masina.

Maravilla de actriz.

Es probable que mis películas favoritas de Fellini sean en las que aparece Giulietta, su esposa, y eso que también amo demasiado a Marcello Mastroianni, su actor fetiche. Masina se aleja de los estereotipos usuales de la mujer italiana exuberante o de la mujer grande, desbordante y sólida. Es pequeña, es delgada y tiene una movilidad como si fuera un mimo, lo que la ayudó muchísimo en su papel de actriz de circo callejero en «La estrada», pero que podría parecer incompatible con otros personajes, como podría ser el caso de Cabiria.

Cabiria es una prostituta de una zona bastante marginal de Roma. No es una mujer joven y aunque se precia de haber podido salir adelante sola, sigue soñando que encontrará con un hombre que la quiera y que quiera casarse con ella. Esos sueños empiezan destrozados en una primera escena en que un enamorado la tira a un río para robarle su bolsa. Esta premisa, que en el caso de Charity parece una obsesión que guía toda la película, en el caso de Cabiria es una muestra de su complejo carácter pero no es lo único que la caracteriza. Despojada ya de su inocencia, es grosera, conflictiva, altanera, pero también simpática y noble de alguna manera a regañardientes.

Las ‘noches’ de Cabiria son una serie de escenas, retratos, no necesariamente hilados entre sí, que van desarrollando a este personaje y sus motivaciones. De verla gritarse con sus compañeras de zona a acudir juntas a una celebración, de ser perseguida por la policía a vagar por las zonas altas de la ciudad en busca de clientes, de negarse a dejar hablar a cualquier pretendiente por miedo a ser engañada de nuevo a replantearse su vida como prostituta. Casi todo enmarcado en una Roma tangencial, la no glamourosa, sin luces. Una Roma de noche que casi siempre es pobre pero a veces puede casi tocar el otro lado. Y Cabiria finge no desearlo, pero acaricia ese otro lado.

Si por una parte podría parecer que formalmente tiene menos profundidad que otras historias del director, tal vez se deba a que se trata de una película más cercana al aspecto más crudo del neorrealismo y no tanto a la faceta más filosófica del autor. Lo importante no es tanto lo que vemos pasar claramente en pantalla, sino la realidad que hay detrás, lo que enmascaran los bailes y las sonrisas de Cabiria y sus compañeras, pero que no dejan de saber que está ahí, que no quieren engañarnos y vender la imagen de la prostituta feliz que disfruta su trabajo.

Fellini es en general un director que me encanta, lo mismo puede ser divertido, místico, existencialista, crudo, doloroso, surreal. Y su filmografía está llena de grandes joyas, aunque también, entre tanta producción, hay piezas pequeñas que pueden parecer incluso disparatadas pero tienen su propio encanto.

Y ni que decir de que, en este caso, yo personalmente no recomiendo para nada la versión «Sweet Charity», aunque salga mi adorada Shirley MacLaine.

«Las noches de Cabiria» o «Le notti di Cabiria» es una coproducción entre Italia y Francia de 1957. Dirigida por Federico Fellini («8 1/2», «La dolce vita», «La strada») y protagonizada por Giulietta Masina («La strada», «Julieta de los Espíritus», «Ginger y Fred»), François Périer («Le samouraï», «Gervaise», «Orfeo»), Franca Marzi («Fortunella», «L’uomo che brució il suo cadavere», «El pirata de Capri») y Amedeo Nazzari («Bandito», «Tormento», «Catene»). Tiene 8.1 estrellitas en IMDB, 8.2 en Filmaffinity y 97% en el Tomatometro. Y ahora también el sellito de garantía de Sam.