Y por si pensaban que no aparecía ningún shôjo por acá, pues casi tenían razón.

Un montón de chicos animescamente atractivos, una protagonista femenina que se introduce en el grupo, travestismo, tensión cuasi yaoi, aventuras en el colegio y posible romance, ¿no es lo que toda otaku espera de un manga?

ouran2Asumo que sí.

A primera vista, «Ouran High School Host Club» parece una pieza más en una larga tradición japonesa de mangas shônen-ai (de temática romántica homosexual masculina), de comedias románticas de instituto, de comedias de ocasión con un protagonista que se viste del sexo opuesto para lograr algún cometido. Su presentación parece querer gritarle a las posibles lectoras: ¡Tengo tensión erótica soft entre atractivos efebos y un montón de elementos kawaii! ¡Cómprame!

ouran4Así de fácil.

Esa trampa es el primer gancho de «Ouran», pero ni es exactamente como se pinta ni es lo único que tiene por ofrecer.

ouran5Haruhi Fujioka es el único estudiante becado en la prestigiosa escuela preparatoria Ouran. Un colegio que va desde kinder hasta universidad proyectando las más espectaculares facilidades para las mejores familias japonesa, ya sea en cuestión de ‘honor’ o de dinero. Haruhi poco tiene que hacer entre tanto niño hiper rico viniendo de una familia de pocos recursos, pero su sueño de salir adelante y sus excelentes calificados le han conseguido la beca. En uno de sus primeros días, tratando de huir del bullicio y la extravagancia de sus compañeros, decide buscar un refugio donde poder estudiar en calma y termina entrando por error al salón de música, espacio que descubre ocupado por el Host Club (el equivalente de los Maid Café para chicas). Como si necesitara más razones para sentirse en otro planeta en esa escuela. En su apresurado nuevo escape termina chocando con un jarrón cercano a la puerta que se rompe en mil pedazos. No hay ningún problema, sólo cuesta unos 8 millones de yen, porque puedes pagarlos, ¿verdad?

Es obvio que si Fujioka pudiera pagar ocho millones de yens por un jarrón no necesitaría ser un estudiante becado. Por suerte el Host Club tiene tan buen corazón y su correspondiente dosis de extravagancia para tomar el asunto en sus manos y proponerle a Haruhi que trabaje con ellos hasta que pueda pagar su deuda, extreme make-over incluido porque para cuando Haruhi entra por primera vez en el salón de música luce algo así:

ouran6Al más puro estilo hollywood de ‘quítale las gafas a la fea para descubrir que es un sex symbol’.

No es que uno entre de becado a un colegio más allá de sus capacidad económicas para buscar futuro atendiendo chicas ricas, pero Haruhi es una persona práctica y lo que quiere es no tener deudas con nadie, así que acepta. Y a diferencia de tantas otras historias donde este punto tomaría un largo de número de episodios y malentendidos, a los Hosts sólo les toma un capítulo darse cuenta de una verdad reveladora: ¿Adivinaron? Haruhi Fujioka es mujer.

ouran7Y a partir de ahí tienen permiso de fanteasear todo lo que quieran.

Nada de esto suena del todo original, incluso en su conjunto de particularidades podemos hablar de otros mangas/animes/doramas donde nos encontramos un instituto, un personaje travestido, tensión romántica-cómica entre personajes que en muchos momentos desemboca en toda clase de malentendidos y confusiones, incluso el más evidente fan service no es del todo innovador. Sin embargo no se requiere leer demasiado para darse cuenta de que hay algo diferente en el tono de la autora, capaz de presentarnos las situaciones animescas más cliché como si las volviéramos a ver por primera vez.

ouran9El grupo de protagonistas, miembros todos del Host Club, están planeados para abarcar un amplio rango de estereotipos animescos. Tamaki Suou, presidente o rey del club, joven franco-japonés que lleva a los extremos su carisma y su condición de ‘rey’ para actuar precisamente como el estereotipo principesco, conquistando de manera arbitraria a todas las mujeres y convenciéndose a sí mismo que es algo así como un padre para Haruhi. Kyouya Ootori, vice-presidente y administrativo del club, es un maquiavélico controlador al que nada se le escapa y que actúa siempre motivado por intereses económicos, no necesita mucho para erigirse como el estereotipo ‘cool’ del grupo. Hikaru y Kaoru Hitachiin son unos gemelos de temer, manipuladores y ociosos capaces de hacer cualquier cosa por molestar a los demás y para llamar la atención, no temen aprovechar sus cualidades para montarse un numerito incesto-yaoi que es más que bien recibido por sus fanáticas, su estereotipo corresponde al de personajes traviesos-endemoniados. Mitsukuni Haninozuka, o Hunny, parece un niño de primaria a pesar de ser de los mayores del grupo, pequeño y adorable se dedica básicamente a comer postres y cargar a su conejo de peluche por todos lados, es obviamente un equivalente ‘lolita’ masculino. Takashi Morinozuka, o Mori, es el eterno compañero disparejo de Hunny, dado que sus familias han mantenido un fuerte vínculo desde muchas generaciones atrás, de pocos diálogos, serio, imperturbable, Mori es del tipo misterioso. Y finalmente Haruhi Fujioka, quien se ve arrastrada a este grupo pero que no presenta demasiados reparos en hacerse pasar por hombre, y cuyo estereotipo es más neutro o natural.

El manga se estructura en episodios casi siempre auto-conclusivos de aventuras que surgen por lo general de actividades relacionadas con la escuela y la tendencia del Club a involucrarse en ellas casi siempre a instancia de Tamaki, quien lleva su papel de salvador hasta sus más ridículas consecuencias. Un amplio abanico de personajes secundarios van siendo partícipes de estos episodios y en algunas ocasiones se van hilando las historias personales de los protagonistas a modo de que vayamos intuyendo cuál es el panorama más amplio de sus personalidades.

ouran10Si todo esto parece parte de una argumentación del tipo ‘nos encontramos ante un manga que promete ser entretenido y ES entretenido’, hay que referirnos también a otra tradición, un poco menos recurrida en manga, de la que forma parte e intersección «Ouran», consiguiendo combinar los elementos anteriores (propios del shôjo y shônen-ai) y darles una nueva dirección. En este caso hablamos de la parodia (muy presente sobre todo en la subcultura de los mangas dôjinshi, es decir, los auto-publicados y de limitada circulación) y de la consciencia de la cultura otaku en que todos estos elementos se encuentran inmersos.

En lo que respecta a la parodia, se mantiene dentro de un toque sutil pero inteligente que consigue ese mencionado efecto de que ‘hay algo distinto’ desde el comienzo. Los personajes se nos presentan cual estereotipos vivientes traídos desde miles de series atrás, pero tras esa fachada hay lo que parece ser más bien una necesidad de mantenerla. Si leyendo la premisa y los primeros capítulos podemos tener la sensación de que ya sabemos por dónde va la cosa (y nos preguntamos cómo pueden haber 87 capítulos de eso), los mismos personajes no tardan demasiado en hacernos ver cuán equivocados estamos: Haruhi dista abismalmente de ser una ‘típica protagonista de shôjo’ y a veces nos parece más masculina e indiferente que todo el coro a su alrededor, Tamaki pasa de su cuidada imagen de príncipe a volverse un verdadero payaso sin pudor alguno, Mori pese a su imperturbable apariencia mucho más relacionada con el tipo frío y duro se desenvuelve en casi todas las ocasiones como el más pan-de-dios de los personajes. Y esto no es sólo cuestión de ‘mostrarnos lo que se esconde detrás de ellos’, como suele suceder en las tramas habituales de shôjo, sino en una convención mucho más compleja de lo que se deja entrever en un primer momento.

Por otro lado, la hiper-consciencia como producto es quizá el sello más característico de la serie. No del todo inusual en mangas, ya que se sabe que se juega constantemente con este ‘saber/no-saber’ que se está dentro de una trama ficticia, y sobre todo las autores de shôjo suelen mantener una relación más cercana con sus lectores, pero desde la premisa del Host Club hay una especie de juego meta-textual en que se coloca a los lectores en el mismo plano que las clientas del club: los personajes saben lo que las otakus quieren y se disfrazan a conveniencia para cumplirlo. Del mismo modo, es como si los personajes fueran conscientes todo el tiempo de lo que los lectores quieren y se movieran fácilmente entre su realidad inmediata y el conocimiento objetivo de la misma.

Tomen todos estos elementos, revuélvanlos bien, y lo que se consigue es, en efecto, un manga que promete entretener y consigue hacerlo, pero también un manga que se mueve de manera bastante natural entre esta comedia simple que su género requiere y una puesta en escena mucho más elaborada y distinta que sin embargo no pierde la frescura de una trama de institutos y enredos. A lo que debo agregar que probablemente es uno de los poquísimos casos que recuerdo (tanto en shôjo como en shônen) donde todos los personajes protagónicos están bien manejados y son más que agradables en la trama.

ouran11Hatori Bisco comenzó con este manga a sus 27 años, publicándolo en la revista LaLa entre el 2002 y el 2010. Tras un inicio más que prometedor, lo que le valió encontrarse en los tops de mangas más vendidos y de mangas favoritos durante varios años, al final opta por concluir la serie con un arco final un poco más convencional. Quizá presionada por los lectores por responder a la eterna pregunta de «con tantos chicos guapos alrededor, ¿con quién se queda Haruhi?». Lo que debilita un poco el desarrollo de personajes hacia el final aunque no pierde demasiado en los episodios auto-conclusivos. Igual es una pena que no se pudiera concluir con algo así como: ¡Que se quede con todoooooos!

Ya saben que a los japoneses se les da bien aficionarse a esta clase de historias así que posterior al manga se desarrollaron un anime, un dorama y un Dating Sim, que obviamente necesito.