«Annarasumanara» y su nombre-trabalenguas es el primer ‘manhwa’ (cómic surcoreano) que se aparece por esta sección. Y lo pongo entre comillas porque la historia en realidad surgió como webcomic o webtoon, un género que, si se puede confiar en adaptaciones cinematográficas, es bastante recurrido en este país y que ha dado pie a juegos narrativos y visuales que marcan una clara diferencia con el cómic en papel.

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Si tuviéramos que equipararlo con un manga, que en apariencia es lo más fácil, podríamos decir que esta historia, de 27 números, es una mezcla entre el shojo estudiantil con protagonista que se aisla de los demás y el seinen de tipo slice of life, ambos con una pizca fantástica.

Ah-ee Yoon (cuyo nombre al parecer suena o significa ‘niño’ o ‘niña’) es una chica solitaria y una de las más destacadas estudiantes de su escuela, aunque no parece llevarse con nadie ahí. Nadie lo sabe pero desde hace años su padre las abandonó a ella y a su hermana pequeña después de contraer muchas deudas, por lo que Ah-ee Yoon tiene que equilibrar sus estudios con trabajos esporádicos que le permitan mantener su hogar.

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Dos hechos desencadenan el desarrollo de la historia. Por una parte, el rumor de que en una feria abandonada a veces se puede encontrar a un atractivo mago que es capaz de hacer magia de verdad, y el encuentro que Ah-ee Yoon tendrá con él. Y, en su vida diaria, la llegada del estudiante Il-Deung Na, con quien suele competir por las mejores calificaciones, a su salón y con quien tendrá que compartir escritorio. Entre los tres personajes se establece una relación de opuestos: la racionalidad de Ah-ee Yoon contra el mundo fantástico en el que habita Lee Eul, el mago; la vida llena de responsabilidades de los dos estudiantes contra esa zona ajena a la realidad que es la feria abandonada; el sacrificio y el esfuerzo de Ah-ee Yoon contra la vida relajada y llena de lujos de Il-Deung Na. Si algo sabemos ya de estas historias gracias a los mangas (y perdona, Corea del Sur, por la constante comparación) es que las cosas no siempre son lo que parecen y que lo que uno cree que será su destino no siempre está escrito. En ese aspecto, pese a cualquier posible juego de guión, la historia se mantiene sobre una línea bastante conocida y que seguramente no será del agrado de aquellos que no tengan ya afición por este subgénero.

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Lo verdaderamente interesante viene en toda la propuesta visual. Al parecer, los webcomics surcoreanos suelen aprovechar mucho el uso del color (facilitado por el soporte de publicación virtual), mientras que aquí nos encontramos no solamente con un estilo en blanco y negro (que obviamente enfatiza esa relación con el manga), sino prácticamente un mundo negro sobre el que resplandecen, a veces, las figuras de los personajes o, en menor medida, su entorno. Es un mundo de detalles del que casi siempre podemos apreciar sólo acercamientos, con la más importante excepción de la feria que suele presentarse como un espacio completamente definido, el único que parece importar. De todo lo demás, parece decir, sólo nos importa conocer algunas piezas: el objeto que falta, los ojos mirando, el personaje consumido por una emoción.

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Nada es inamovible y ahí empieza lo más interesante de esta propuesta. Más que páginas nos encontramos con largas secuencias que se despliegan hacia abajo de la página, lo que hace que cada capítulo sea un conjunto de unos 6 a 8 ‘rollos negros’ (cuasi páginas) que se cuentan sobre sí mismos y cuyo estilo puede transformarse incluso de una imagen a otra. Del trazo simplificado y evidentemente digital al collage de objetos reales. Del personaje que tiene, sin ninguna razón aparente, una cabeza desproporcionadamente grande, a retratos de la protagonista con todos los detalles del shojo. Aunque la historia pueda tener algo de conocido, las imágenes son imprevistas, sorpresivas, y en muchas ocasiones incluso preservan mejor la esencia de lo fantástico que una trama que puede llegar a caer en la mera fantasía romántica adolescente. Si una parte del guión parece decirnos ‘esto ya lo he leído antes’, las imágenes nos recuerdan constantemente que todavía no lo hemos visto todo. Y esto contribuye a que uno llegue a apreciar los detalles que hacen que los personajes se salgan de sus estereotipos y a los momentos bellos que consigue la trama.

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El autor, Ha Il-kwon, estudió animación pero se dedica a los webcómics desde 2006 (quizás sus estudios contribuyen a que tenga un estilo tan dinámico). Al parecer «Annarasumanara» (que es una suerte de ‘abracadabra’ inventado por él) es una de sus historias más populares.

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