«Ran», Akira Kurosawa

Pocas cosas deben ser tan maravillosas de vivir y revivir en pantalla como las películas de Akira Kurosawa. Su título de director clásico trasciende las épocas y se corona como casi mítico, con unas producciones que años después (34 en el caso de «Ran») siguen siendo espectaculares y poderosas como pocas.

Libremente inspirada en leyendas del daimyo Mori Motonari y en la obra «El rey Lear» de Shakespeare, Kurosawa retoma elementos de fábulas al estilo asiático, conceptos universales del amor filial y un sentido muy shakespeariano (por el que siempre sintió inclinación) para hacer su última gran producción épica. Hidetora Ichimonji es un señor de la guerra durante la era Sengoku (1467-1568, un periodo de guerra civil constante) que quiere abdicar de su posición pese a encontrarse todavía lo suficientemente activo como para continuar. Decide dividir su reino entre sus tres hijos, Taro, Jiro y Saburo, por orden de nacimiento, tras tratar de explicarles metafóricamente que tres hermanos actuando juntos son más fuertes que las fuerzas individuales de cada uno. Si han leído algo de Shakespeare, se imaginarán que las cosas no resultan exactamente como el honorable padre hubiera querido.

Hay algo mágico en las producciones de Kurosawa y «Ran» lo manifiesta además de manera grandiosa, grandilocuente. Las brutales actuaciones de sus protagónicos, que pueden pasar del arquetipo del sabio al del loco, al fantasma japonés a la desesperación más profunda, se combinan con imágenes de enormes ejércitos, de castillos en llamas, de colores antagonistas y de muertes brutales una tras otra. Lo que parecía una fábula inicial no necesariamente significa una resolución moralista y entendemos, tal vez demasiado tarde, la noción de que la guerra sólo puede provocar más guerra.

Difícil quedarse con una sola cosa de una película tan enorme y tan poderosa. Uno queda fácilmente cautivado por sus escenas, sus personajes, las desgarradoras motivaciones de algunos de ellos, la noción desnuda de venganza y deseo de poder. Una película imprescindible, en todos los sentidos. Un 10 redondo.

«Burning», Lee Chang-dong

Tal vez a estas alturas ya todos hayan escuchado sobre la adaptación de un cuento de Haruki Murakami por parte del reconocido cineasta surcoreano Lee Chang-dong. Yo del cuento no sabía nada (de hecho me parece que acaban de publicarlo en español), pero varios la consideraron de las mejores películas del año pasado y Chang-dong me parece un excelente director. A diferencia de tantos otros directores surcoreanos, que caen tan fácilmente en un melodrama edulcorado, él tiene una capacidad increíble para retratar las historias más desgarradoras del mejor modo. Y al menos en las pocas que he visto siempre hay un componente de crimen, aunque ninguna como en este caso.

Lee Jong-su hace pequeños trabajos en una ciudad en los alrededores de Seúl. Un día es reconocido por la edecán de una tienda, a la que él no identifica de nada, que le dice que es Shin Hae-mi, vecina de la infancia, quien se hizo una cirugía plástica para tratar de triunfar en la gran ciudad. No con demasiado éxito. Tras la confesión de que estaba enamorada de él cuando eran chicos, le pide que cuide a su gato durante su viaje a África. Por si la relación entre ellos y el gato tal vez imaginario no fuera lo suficientemente extraña y tensa, Hae-mi regresa de su viaje con Ben, un exitoso y carismático hombre que conoció en su viaje y con el que parece empieza a salir. Para añadirle más incomodidad al asunto, Ben parece inusualmente fascinado con Jong-su, en parte por sus aspiraciones como escritor, e insiste en que los acompañe frecuentemente cuando salen.

Lo mejor logrado de toda la ambientación de la película, que sin duda es además su punto fuerte, es el manejo de esta extrañeza e incomodidad constante que al mismo tiempo se desenvuelve con cierta naturalidad y aceptamos de manera totalmente creíble la extraña relación que se establece entre los tres. Y en esa dinámica de personalidades extrañas, es difícil enfocarnos para ir descubriendo cuál es el verdadero misterio.

Pese a que ciertas cuestiones de su trama me parecen especialmente interesantes, diría que en conjunto es mi menos favorita película del director, y es que le falta esa fuerza brutal que encuentro en «Oasis» y «Poesía». Eso no es que demerite su trabajo, ya que sin duda parece un director impecable en su trabajo. Un aspecto que me pareció muy poco abordado por las reseñas que he leído y que a mí me parece un punto que, pese a no ser tratado a profundidad, es sin duda parte de la fuerza de la historia, es el papel de Hae-mi. Mucho se muestra y se dice sobre la relación de Jong-su y Ben, en parte porque son personajes mucho más activos, pero reducir la participación de Hae-mi a mero objeto circunstancial es una equivocación y me parece que hay mucho por explorar en ese sentido.

«El tercer asesinato», Hirokazu Koreeda

Yo supongo que es un hecho que todos amamos a Koreeda, ¿no? Aunque sin duda no será ésta la más conocida de sus películas, y es probable que con cierta razón. Con una filmografía dedicada casi por entero a dramas familiares, de pronto nos encontramos con esta pieza que va del thriller a la acción legal. Al parecer el director se inspiró en las anécdotas de un amigo suyo, abogado, sobre lo que sucede realmente en el sistema legal japonés y cómo esto dista de lo que uno se imagina por medio de sus representaciones cinematográficas y televisivas. Sin embargo, acostumbrado a escribir sus propios guiones, necesitó de bastante ayuda para conocer los detalles legales del procedimiento y creo que esto se nota un poco en el modo que retrata ciertos puntos de su historia.

La premisa, sin embargo, no deja de ser bastante interesante, y a eso se le añade lo inusual que es para el tipo de historias que suele elegir el director. Tomoaki Shigemori (el siempre genial Masaharu Fukuyama) es abogado de la defensa en el caso de un hombre, Misumi (otro increíble actor, Koji Yakusho), que confiesa haber asesinado a su jefe y que se enfrenta con la pena de muerte si es declarado culpable. Parecería un caso fácil y el propio acusado contribuye bastante a ello, lo que hace que Shigemori se cuestione si realmente puede haber sucedido tal como lo declara, pese a que alguna evidencia resulte contradictoria.

La fuerza de la película se sostiene realmente en estos dos excelentes actores, a los que se suma la joven Suzu Hirose, interpretando a Sakie Yamanaka, hija de la víctima y testigo en el caso. Ya que aunque la historia trata de recrear algunos giros inesperados de guión propios de los thrillers, realmente discurre sobre todo en diálogos, introspección y elocuentes silencios. Hacia el final, incluso, parece poco importante cómo se desenvuelve la trama en contraposición al proceso por el que han atravesado los personajes (y algunos secundarios), dejando una cierta sensación inconclusa que no necesariamente afecta la fuerza de la historia.

Me hubiera gustado de una historia de crímenes de un director que me gusta tanto resultara mucho mejor, pero supongo que por algo su especialidad está tan alejada del tema. Y dicen que su siguiente película, recientemente estrenada, «Shoplifters» es una maravilla en su estilo habitual.

«Serpent’s path», Kiyoshi Kurosawa

Se nos cuela otro Kurosawa, aunque un poco más contemporáneo y un poco (mucho) menos épico. A diferencia de su tocayo de apellido, Kiyoshi es reconocido principalmente por sus películas de terror, aunque tiene algunas otras cuyos géneros pueden variar desde los no tan distintos (como en este caso, de yakuzas perturbados y perturbadores) hasta lo inusual de sus dramas familiares. «Serpent’s path» fue una de sus últimas películas que salieron directo a video y resulta un poco curioso que sea del mismo año que «Cure», probablemente su primera película en ser aclamada internacionalmente (y que sí es un feature film). Las ambiciones de «Sepent’s path» sin duda eran mucho menores, aunque igual retoma elementos bastante característicos de las historias del director.

Miyashita es un yakuza de bajo rango cuya hija fue asesinada y el crimen fue grabado en video. Obviamente desea vengarse del asesino o asesinos, aunque no tiene idea de quiénes sean y tampoco tiene las mejores habilidades detectivescas (ya ni digamos habilidades yakuza). Por suerte (¿suerte?), cuenta con el apoyo incondicional de Nijima, un personaje del que si nosotros no sabemos absolutamente nada, parece que Miyashita no se entera de mucho más. Pero tiene muchos más recursos que el pobre yakuza y parece muy decidido a ayudarlo a consumar su venganza, si es que algo así realmente existe.

Al igual que en «Cure», y en varias otras de sus películas, hay una sensación constante de que no sabemos realmente todo lo que está pasando, que se va acentuando con el paso de la trama al tiempo que algunas cosas se revelan al tiempo que siguen siendo igualmente incomprensible. Sin embargo, es claro que la intención, tanto de la producción como de la historia, es mucho más limitada, por lo que casi todo se limita a unos pocos personajes y unos pocos escenarios. Con todo y que bien podría ser una trama mucho más pulida, resulta bastante interesante ver lo que puede hacerse con un pequeño presupuesto y una buena idea.

«The neighbors», Hwi Kim

Yo siempre espero mucho de los thrillers surcoreanos porque es un género en el que suelen lucirse bastante. Pero incluso cuando no son increíbles películas, en casi todos los casos resultan por demás disfrutables y bien llevados, incluso en casos menores como éste.

Es curioso que en surcorea se hagan tantas adaptaciones de webcómics y es que sin duda hay mucho que nos falta por conocer sobre el desarrollo de este género en la cultura surcoreana. Éste es uno de esos casos, de un autor del que de hecho ya se han adaptado siete películas. Tal como su título nos podría indicar, la historia se centra en un vecindario conformado por varios edificios en el que se han dado una serie de crímenes que han llevado a varios vecinos a sospechar que un asesino serial vive entre ellos. Pese a lo que podría creerse, no todos están deseosos de que el criminal sea atrapado, y las motivaciones son diversas y en muchas ocasiones se relacionan con secretos que cada uno preferiría mantener ocultos. El único caso claro es el de Kyung-hee, una mujer cuya hijastra fue una de las víctimas y que se siente responsable por su muerte. Además de la lógica búsqueda de justicia, su deseo por encontrar al asesino se relaciona también con la presencia de Yoo Soo-yeon, una joven físicamente muy parecida a su hijastra y quien teme pueda ser la siguiente víctima.

Las dos chicas son interpretadas por Kim Sae-ron, a quien tal vez puedan identificar por otras películas como «The man from nowhere» y «A girl at my door», sin duda una increíble actriz, sobre todo para su corta edad. En la cinta también aparece Ma Dong-seok, a quien todos amamos después de «Train to Busan».

Aunque la historia es bastante convencional y se centra más en el desarrollo del misterio que en secuencias de acción (en gran medida debido a que casi todos los personajes son vecinos comunes y corrientes), resulta lo suficientemente entretenida y bien llevada como para disfrutarla y quedarse con una grata sensación, sin la necesidad de que vaya a ser el thriller que cambie de nuestras vidas. Es cierto que luego cuando hay asesinos seriales de por medio uno espera un poco más de horror, pero creo que el modo en que eligen llevar la historia es adecuado y no echa de menos otros recursos.