¿Extrañaban las entradas de terror? La verdad es que yo sí.

«The resurrected», Dan O’Bannon

Si en general me encanta ver adaptaciones de la obra de Lovecraft, porque ya lleva un grado de complicación intrínseco, es todavía más encantador encontrarse con excelentes e inesperadas adaptaciones. Si el texto original podría parecer más propicio de ser adaptado (la novela corta «El caso de Charles Dexter Ward»), también podría caer fácilmente en el abuso de las partes más gore (o posiblemente gore), como pasó con «Re-animator» (aunque sea de otra novela corta). La adaptación argumental y el estilo noventero de «The resurrected» es inesperadamente inmejorable, y lo que sorprende más es que no sea más popular.

John March es un detective privado ante quien se presenta Claire Ward para contarle que su marido ha empezado a comportarse de maneras muy extrañas y quiere contratarlo para que investigue exactamente lo que está pasando. Si esto podría ser un caso de esposo infiel, empezamos con una imagen final en la que John March relata los sucesos anteriores advirtiendo que toda la situación es muy difícil de creer pero que ha llegado a un punto insostenible.
El esposo en cuestión, como pueden suponer por el apellido, es Charles Dexter Ward, un ingeniero químico, quien vivía un matrimonio feliz con su esposa hasta que heredó una vieja propiedad abandonada donde encontró información sobre su familia, con extrañas revelaciones de por medio. Fue desde entonces que comenzó a volcarse en ciertas investigaciones y experimentos asociados con lo descubierto y empezó a alejarse de su esposa. Si hemos leído algo ya de Lovecraft, fácilmente podemos imaginar qué tipo de experimentos y obsesiones son las que comienzan a rondar a Charles.

La estructura detectivesca inicial sirve maravillosamente para actualizar una historia cuya fuerza es la obsesión, demostrando que no se necesitan demasiados recursos gráficos para adaptar historias de Lovecraft (aunque también tiene sus momentos gore, claro). Es, curiosamente, una de las dos únicas películas que dirigió O’Bannon, mucho más conocido como guionista (escribió la primera película de «Alien») y la única que no es cómica (aunque la otra tiene una trama zombie). También cuenta con la actuación de Chris Sarandon como Charles Dexter Ward, un gran actor de películas de terror que tampoco ha recibido todo el reconocimiento que merece (aunque a mí no deja de parecerme un poco, físicamente, a Jaime Camil en versión ochentera).

«Dead & buried», Gary Sherman

Y hablando de Dan O’Bannon, justo esta película tiene un guión suyo en conjunto con Ronald Shusett. Y también hablando de maravillas inesperadas con las que uno se encuentra en el momento adecuado. Una de las cosas que más atrapa en un primer momento de la película es que va engañando constantemente al espectador presentándose como un cierto subgénero para luego ir mutando constantemente. En la primera escena vemos a un fotógrafo siendo cautivado por una chica que conoce en una playa, para luego verse rodeado por una turba de locales que parecen usar de pretexto el abuso de ‘una de las suyas’ para matar violentamente al fotógrafo. En ese punto, y si no pensamos demasiado en las posibles implicaciones del título, podríamos creer que es una cinta de pueblos violentos listos para saltar sobre cualquier intruso (un subgénero del que no soy muy afecta en particular). El sheriff del lugar, mucho más buena gente de lo que suele ser en este (supuesto) tipo de películas, se niega a creer que pueda ser una cuestión directamente contra los turistas y se decide a investigar para esclarecer el caso. Mientras tanto, comienzan a aparecer otros temas que nos van alejando lentamente de nuestras impresiones iniciales: cadáveres, muertes imprecisas, brujería, personas que no son lo que parecen.

La película va de «Invasion of the body snatchers» a «Re-animator» con una naturalidad inmejorable, unos buenos efectos prácticos y con un cuidado en los personajes que no necesita hacerlos demasiado profundos para que uno se involucre con ellos. Sin ser del todo original en su resultado final, es una cinta que mantiene atrapado al espectador y lo recompensa con constantes aunque pequeñas sorpresas. Sin duda tengo que armarme un justo maratón de más piezas menos conocidas (al menos para mí) de O’Bannon para ver cuánto más queda por descubrir.

«Housebound», Gerard Johnstone

Morgana O’Relly in Housebound supplied by New Zealand International FIlm Festival

Suelo recelar de las combinaciones de terror y comedia porque, aunque hay excelentes ejemplos de cómo pueden resultar maravillosas, muchas veces caen en el humor bobo y de terror sólo tienen las premisas conocidas. Tal vez por eso dejé tanto tiempo «Housebound» en la lista de espera, a lo que se sumaba que, siendo la opera prima del director, no tenía mayor referencia de qué curso podía tomar su particular combinación. Todas las sospechas resultaron totalmente infundadas.

Kylie es una joven rebelde, tan rebelde como se puede ser en Nueva Zelanda, al parecer, que ha pasado gran parte de su mayoría de edad de un pequeño crimen a otro. El último, un intento de asalto a un cajero automático, salió mal porque tampoco es una mente maestra del crimen (empezando por no elegir los mejores cómplices). Por alguna razón no se determina que vaya a la cárcel ni a un centro de rehabilitación (de control de ira o algo así) sino que se quede en arresto domiciliario en su antiguo hogar, donde todavía vive su madre, con quien tiene poca relación. De haber sabido que su madre era interpretada por Rima Te Wiata (a quien amé en «Hunt for the wilderpeople»), seguramente habría visto la película antes. La relación con ella y su nuevo esposo, demasiado tranquilos y condescendientes para la insoportable joven, no da para mucho, y cuando se entera que su madre cree que la casa está embrujada sirve tanto para la burla como para querer usarlo de excusa para pedir que la lleven a cualquier otro sitio. Porque obviamente Kylie no cree en los fantasmas, lo cual, en una película de terror, nunca puede ser una buena decisión.

La premisa y sus detalles es fresca y entretenida, a lo que se suman toques de humor por parte de sus protagonistas, sobre todo el entorno que rodea a Kylie y que parece tan poco relacionado con ella (como esa eterna idea de que somos radicalmente distintos del sitio del que provenimos). Además de Miriam, su madre, nos encontramos con Amos, el policía encargado de vigilar que Kylie no salga del perímetro impuesto y que es un fanático de lo paranormal que salta a la investigación al primer indicio de que pudiera haber algo raro en la casa. En el choque constante con Kylie y su muy distinto tipo del humor, los personajes se complementan, se enriquecen y hacen mucho más disfrutable la trama, que pasa de manera muy natural de los tonos cómicos a las subtramas fantasmales.

Poco es decir que la película fue una muy agradable sorpresa y que me encantó. Y así, cuando uno lo ve en retrospectiva, parece que el cine de Nueva Zelanda es increíble y a mí me falta mucho más por investigar y descubrir.

«Marrowbone», Sergio G. Sánchez

Tal vez sabrán que el cine español tiene esta curiosa tendencia a armar producciones que parecen completamente inglesas o estadounidenses. Tienen actores de habla inglesa, una historia en otro país y en general uno no tendría por qué sospechar en absoluto que el director y el dinero son españoles. Eso sucede con «Marrowbone», cuyo director ha trabajado como guionista de J.A. Bayona en un par de ocasiones (con «El orfanato» y «The impossible» -otra película que no parece española, aunque incluso está basada en la historia real de una familia española-), y que por primera vez se pone detrás de las cámaras.

Los Marrowbone son una familia compuesta por cuatro hijos y su madre, quienes han huido de Inglaterra para regresar al hogar familiar en una zona rural de Estados Unidos. Poco se necesita ver en sus detalles para saber que el escape no ha sido grato y que la casona abandonada a la que regresan representa un poco de sus propias ruinas. La salud de la madre se ha deteriorado demasiado y el cuidado de la casa y la familia recae en los hermanos mayores, Jack y Jane. Si la situación de entrada no es nada fácil, su integración en la sociedad, escondiendo partes de su pasado, la reconstrucción de algo parecido a un hogar y todas las responsabilidades de las que debe encargarse un chico de 20 años sin duda hacen que la carga sea todavía mayor. Y eso sin hablar de los secretos y los fantasmas.

Lo primero que tiene a su favor la película es su excelente elenco, sobre todo considerando que se compone casi enteramente por actores jóvenes: George MacKay («Captain Fantastic»), Mia Goth («Suspiria»), Anya Taylor-Joy («The witch»), Charlie Heaton («Stranger things») y Matthew Stagg (quien tenía 7-8 al momento de filmar). A lo que le sigue el apropiado equilibrio entre la trama sobrenatural, la fantasía infantil y el contexto de violencia intrafamiliar y sus complicadas implicaciones. Al mantener cada uno de estos elementos a la par hacia el final, uno no se siente inclinado a ver a la película como una sola de sus fracciones, incluso cuando el desenlace pueda parecernos no necesariamente el más apropiado.

Finalmente, tiene una producción de lo más cuidada y preciosa: una ambientación adecuada, una selección de escenarios, vestuarios y decoración maravillosa, y una serie de factores técnicos que no hacen si no destacarlos todavía más al momento de estarlos viendo.

«A cure for wellness», Gore Verbinski

Mia Goth repite en esta producción del año anterior que también mantiene un tono de terror más cercano a la fantasía sobrenatural que al horror emocional en sí. En algún momento leí comentarios tal vez exageradamente buenos sobre la cinta (considerándola de manera específica como una historia de terror), sobre todo si consideramos que es del director de tres de nosécuántas «Piratas del Caribe». De entrada es una premisa en extremo interesante y la puesta en escena contribuye bastante desde sus primeras escenas para tenernos atrapados.

Lockhart es un joven ejecutivo en una empresa de servicios financieros en Nueva York que se presenta como esos típicos empleados despiadados que harán lo que sea necesario para subir en la escala social, laboral y financiera. Parece que la oportunidad está a la vuelta de la esquina, pero tiene una condición de lo más particular: que viaje a los Alpes suizos a buscar a un director de la compañía que ingresó a un ‘centro de bienestar’ y ahora se niega a regresar al país, ni siquiera para firmar los documentos para los acuerdos que no pueden tomarse sin su consentimiento. Lockhart no está demasiado encantado con la idea, pero considera que no debe tomarle demasiado tiempo ir al centro, sacar al director Pembroke y llevarlo de regreso a Estados Unidos, así sea obligado. La idea del centro de bienestar parece una mezcla de los sueños retro de retiros espirituales y las preocupaciones modernas de trabajos de alta demanda. Personas mayores y con suficiente dinero como para exiliarse del mundo entre montañas suizas en un cuasi palacio con una historia oscura. Y el giro usual de los centros ‘de retiro’, donde uno nunca está del todo seguro si una vez que haya entrado podrá realmente salir.

Gran parte del atractivo de la película y de la propia historia es el sitio físico del centro y sus elementos. Resulta espectacular y sirve para darle fuerza a la sensación de fascinación new age y de atrapado sin salida por las que pasa el espectador, aunque Lockhart parezca en muchas ocasiones demasiado cegado para aceptar la situación real en la que se encuentra atrapado. O tal vez es que tampoco es muy dado a hacer caso a las historias paranormales a su alrededor. Tristemente la cinta pierde bastante fuerza hacia el final y se opta por un desenlace que se ve venir demasiado pronto, optando más por los elementos fantásticos que por los toques de terror que tan bien funcionaban al inicio.

«The night of the demon», Jacques Tourneur

 

Tourneur tiene suficientes cintas clásicas de terror como para ser recordado por siempre (sobre todo con «I walked with a zombie» y «Cat people») y aunque no todas pueden estar a la misma altura, tiene un control sobre la dirección que hace que uno siempre disfrute sus cintas, incluso con la variedad de géneros que maneja. Desde su póster, «The night of the demon» destaca porque parece evadir esa delgada línea entre lo sobrenatural y lo psicológico y apostar directamente por el demonio al que alude el título. Debo decir que, además, esa versión tan retro de un demonio, que se manifiesta exactamente así en la película, es tan anacrónica que tiene un encanto único.

Dos investigadores con distintas posturas sobre lo paranormal tienen un encuentro algo inesperado: el profesor Harrington le ruega al doctor Karswell que retire la maldición que le impuso. Harrington se encuentra realizando una investigación sobre el culto satánico de Karswell, rechazando los supuestos poderes del líder, pero ahora parece bastante dispuesto a creer en ellos y a desistir de su investigación a cambio de que se cancele la maldición. Karswell se alegra de saber que ha recapacitado pero no puede prometer nada porque eso es lo que tienen las maldiciones satánicas. Obviamente Harrington muere y tras su misteriosa muerte coinciden sus seguidores, su sobrina y el doctor Holden, quien asistía a la convención en la que el profesor supuestamente iba a desenmascarar el culto. Para aprovechar el viaje, no le queda más que ponerse a investigar el culto también.

Aunque para entonces ya vimos al demonio con efectos bastante buenos para los años cincuenta, es cierto que la historia consigue mantener cierta ambigüedad que no reside tanto en si el culto tiene o no poder sobrenatural, sino en poner en duda constantemente cuál de las dos perspectivas se manifiesta de manera sincera y cuáles son las intenciones de ambas. Siguiendo una investigación que podría tener un toque de film noir de no ser porque hay monstruos satánicos de por medio, el encanto en blanco y negro de la película es indudable.

«The langoliers», Tom Holland

Desde hace algún tiempo me propuse ver o volver a ver películas que adapten obras de Stephen King, muchas de las cuales son clásicos de mi infancia y bastantes de las cuales han resultado agradables sorpresas tras tantos años de su producción y/o primer visionado. La miniserie de «The langoliers» era una de las que no conocía mayor detalle que ciertos aspectos de su premisa y la cual nunca me tocó en los sábados de terror en Canal 5.

Un vuelo nocturno atraviesa por un extraño fenómeno de luz, tras el cual algunos de los pasajeros se despiertan para descubrir que prácticamente todo el avión ha desaparecido menos ellos: un piloto, una niña ciega, un inglés, una maestra, un mecánico militar, un joven violinista, una joven rebelde, un escritor de novelas de misterio, un empresario y un ejecutivo. Por si no fuera suficientemente extraño que cientos de personas encerradas en un mismo avión desaparezcan a la vez, todas dejan detrás sus pertenencias personales. El también inusual grupo tendrá que tomar decisiones sobre el curso a seguir una vez que comprueben que la desaparición no es lo único extraño que ha sucedido en el breve tiempo que estuvieron durmiendo.

Con esta clase de premisas y viendo luego su desarrollo, uno se pregunta por qué no se aprovechan más los escenarios de vuelos/aeropuertos en el género de terror. La película/miniserie (como «Eso», uno lo puede ver fácilmente como una película para televisión de 3 horas) se divide en dos partes bastante definidas: lo que sucede en el avión y lo que sucede en tierra (básicamente dentro del aeropuerto). Cada uno de estos escenarios tiene sus características y complicaciones pero ambos sirven para un propósito que se va desarrollando hacia la mitad/final y que busca explicar cuál es la causa de los misteriosos sucesos. De todos los posibles subgéneros por los cuales inclinarse, la película escoge por aquello que nos advertía desde el título: los langoliers. Es decir, ni del todo película de monstruo ni del todo fenómeno sobrenatural metafísico. Hay tanto de físico como de psicológico en este concepto, lo cual se va explicando maravillosamente con la buena aunque tal vez exagerada actuación de Bronson Pinchot como Craig Toomy, el estricto/obsesivo ejecutivo a un paso de la psicosis.

La historia en sí tiene algo que podría parecer burdo, a lo cual sin duda podrían sumarse los efectos especiales baratos y noventeros, pero que en la puesta en escena funciona a la perfección. Y que hasta da ganas de leer la novela corta original.

«Clownhouse», Victor Salva

Es cierto que, de algún modo, es difícil que los payasos fallen en el género de terror. Y no porque necesariamente todas las películas al respecto tengan que ser excelentes, pero seguramente son figuras que por sí mismas permiten imaginar toda clase de historias macabras. «Clownhouse» se estrenó un año antes que «Eso» y aunque su estructura es más bien de slasher, el elemento circense logra convertir la figura del asesino en serie en algo mucho más perturbador.

Casey, Geoffrey y Randy son tres hermanos que no tienen la mejor de las relaciones pero se ven obligados a pasar bastante tiempo juntos. Casey, el más pequeño, es bastante temeroso y sobre todo tiene un miedo profundo a los payasos, lo cual es constantemente aprovechado por su hermano mayor, el insoportable Randy, para fastidiarlo a la mínima oportunidad. Una noche que tienen que quedarse solos en casa, asisten primero al circo que está en la ciudad. Grandes ideas cuando le tienes pánico a los payasos. Cualquier posible episodio en el circo no será nada comparado con lo que sucederá después, cuando podrían parecer ya a salvo en casa: tres peligrosos pacientes psiquiátricos se han escapado del hospital, asistido al mismo circo, asesinado a trío de payasos y tomado sus trajes para dar la vuelta por la ciudad.

Más que la idea general del slasher en la que seguimos un asesinato tras otro, aquí la historia se concentra sobre todo en la persecución y, en menor grado, en el estado paranoico al que induce el pánico (tanto de los asesinos seriales como de que estén disfrazados de tu peor miedo). Aunque los hermanos tienen ese toque odioso de pubertos/adolescentes, no lo es tanto como para que resulte insoportable verlos y, por el contrario, le da cierta motivación y lógica a sus acciones. Curiosamente el hermano mayor es interpretado por Sam Rockwell en su primera actuación en la vida. Lo que va de ser un adolescente odioso luchando contra payasos asesinos a ganar un Óscar como un policía racista e idiota.

Lo cierto es que esperaba una película más bien mediocre y me encontré con un divertimento bastante entretenido y con su buena dosis de momentos de miedo.

«The funhouse», Tobe Hooper

Y siguiendo con la temática de circo. Me dispuse a hacer un pequeño maratón de Tobe Hooper, del cual seguiré hablando en la próxima entrada de terror, y me encontré primero con esta pieza de la que, curiosamente, tengo muy vívidos recuerdos de mi infancia/pubertad. Aunque yo consumía tanto terror como era posible en los sábados de Canal 5, no significa que recuerde demasiado bien todas las películas que veía entonces. Sin embargo, recuerdo muy bien la vez que vi «The funhouse» (no recuerdo, por otra parte, como le pusieron en español, aunque Wikipedia dice que podría ser «La casa de los horrores», muy originalmente). Tal vez porque yo era más bien pequeña y la cinta, como slasher, tiene una línea muy adolescente, pero incluso algunas de sus escenas las recordaba muy claramente. Más curioso todavía es encontrarte con estos casos en que las cintas, con sus más de 30 años de diferencia, han envejecido considerablemente bien.

Amy y Liz salen en una cita doble con Buzz y Richie. Amy viene de una familia conservadora que no está encantada de que su hija salga con un mecánico ni que vayan al carnaval que está en la ciudad en ese momento. Pero Liz y Richie, novios de mucho más tiempo y también mucho más ‘rebeldes’ e irresponsables, la convencen de que mienta y vayan de todos modos. En el sitio hay todas las primeras señales de que algo puede salir terriblemente mal, pero obviamente son ignoradas y, mejor aún, la noche termina con la propuesta de que todos pasen la noche en ‘the funhouse’, que en realidad es una burda casa del terror. Porque grandes ideas adolescentes.

Si esta historia sucediera actualmente de seguro las implicaciones físicas de la casa del terror como lugar en sí mismo serían mucho más complejas, pero en el caso de esta cinta se trata de una atracción de pueblo, de carnaval errante, lo cual no implica que el estar atrapados en ella pueda ser mucho menos aterrador, sobre todo después de las cosas que irán descubriendo los jóvenes. Y las que los irán descubriendo a ellos, claro está.

Pese a tener, al menos en apariencia, pocas ambiciones como producción (sobre todo en comparación con otras piezas mucho más conocidas del director), resulta una película de lo más disfrutable. Y bueno, Hooper tendría todavía más sorpresas agradables para mí.

«Black water», David Nerlich & Andrew Traucki

Y cerramos con Australia. Porque ¿de qué otro país disfrutamos tanto las películas de cocodrilos? (Un miedo que parece totalmente realista, además).

Tras una visita familiar, Grace, su hermana Lee y el esposo de la primera, Adam, se disponen a viajar de regreso a su respectiva zona australiana, pero aprovechan el road trip para hacer algunas paradas por el camino. Improvisando un poco, deciden uno de los días hacer un recorrido en bote por una zona de manglar para pescar, todo organizado por un pequeño sitio de excursiones. Cuando llegan el tour del día ya ha partido, pero el asistente se ofrece a llevarlos él mismo. Y bueno, se imaginarán, se los lleva el carajo.

Como Australia tiene de sobra incidentes para inspirar películas de animales mortales, en este caso también está inspirado en el caso real de un ataque de cocodrilo unos 4 años antes del estreno de esta cinta. De tal modo, la trama se ciñe al subgénero de supervivencia y la figura del cocodrilo no es nada exagerada, lo cual, aunque limita las posibilidades de un horror mucho más abrumador, conlleva a su vez la emoción de que lo que sucede es algo tan cotidiano que podría pasarle a cualquiera. Los protagonistas llevan desde el inicio en contra que no tienen un plan establecido (es decir, nadie más sabe cuál es el plan que tienen cada día, por lo que no van a notar su ausencia rápidamente ni sabrán en qué punto podrían haber desaparecido), y luego, el hecho de que no fueran con el tour oficial, por lo que tampoco nadie tendría por qué saber que estaban con el asistente ni tendrían que esperarlos de vuelta. Así que ya saben, chicos: siempre avísenle a alguien cuando planeen pescar en manglares infestados de cocodrilos.

El hecho de que la película trate de mantenerse en todo momento lo más apegado al realismo seguro que le quitará emoción a algunos espectadores que esperan un cocodrilo mucho más protagonista y mortal, pero creo que el intento va a mostrar algo que podría haber pasado exactamente de se modo y también a querer profundizar más en las relaciones personales ante una adversidad muy inesperada, más que querer asustar al espectador con animales asesinos que salten cuando no nos lo esperamos. Pero bueno, si lo que quieren es un reptil más sobrenatural, el mismo año se estrenó también «Rogue», otra cinta australiana, protagonizada por Radha Mitchell, con mucha más acciones hiperbólica cocodrilesca.