¿Recuerdan cómo iniciamos esta sección hablando del fantástico tributo de Urasawa a Tezuka? Pues es momento de hablar de la historia que inspiró todo.

Cuántas cosas se pueden decir sobre «Astro Boy», «Mighty Atom», Tetsuwan Atomu», más que célebre manga del más que célebre mangaka Osamu Tezuka. Hay mil historias: en diferentes partes del mundo las personas han entrado en contacto (directo o indirecto) con este pequeño y encantador robot, y sus vidas han cambiado. Sino por el valor mismo de sus historias, al menos por el pequeñísimo detalle de que a partir de este fenómeno (y en general a lo largo de la obra de Tezuka) se redifinió por completo el valor de la literatura gráfica y la animación japonesa, tomando el curso que ha seguido hasta nuestros días.

greatestrobot2Exacto, no estarías viendo lo que sea que esté de moda en Japón en estos días, sino fuera por Tezuka.

Su figura, sus influencias, sus obras, dan para una reflexión exhaustiva de cada uno de sus detalles: ¿Cómo tomó y reinterpretó rasgos propios de los cómics y caricaturas estadounidenses? ¿Cuál de los géneros que abordó se presta más para ahondar sobre él? ¿Cómo consagró un distinto tipo de narrativa visual que luego sería un sello distintivo del manga? ¿Qué mensajes más complejos se esconden detrás de sus temas aparentemente simples o infantiles?

Todo es válido, ya habrá tiempo de hablar más sobre él. Tan sólo a lo largo de los 16 años durante los que se publicó «Astro Boy» consiguió una amplia variedad de temas e historias, muchas de las cuales destacan por sí mismas y se prestan a toda clase de revisiones. Urasawa lo sabía mejor que nadie.

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Desde su publicación, «El más Grande Robot en la Tierra», fue una historia especialmente popular. A diferencia de una gran cantidad de episodios de «Astro Boy» que giraban alrededor de temas cotidianos o cuya resolución depende de cuestiones principalmente morales, ésta era una pequeña épica con muchos robots luchando entre sí. Una buena dosis de acción, personajes, y una serie de sutiles impresiones del mundo por el que atravesaban en aquellos años, que se debatía entre el furor tecnológico y los resentimientos que quedaron tras la Segunda Guerra Mundial.

greatestrobot4Un muy rico y malvado sultán ha soñado siempre con ser el hombre más grande del mundo. Como parece que eso no va a suceder pronto, trata de compensar su narcisismo contratando a un misterioso científico para que construya un poderosísimo robot al que llamará Pluto. Pluto ahora debe demostrar que es en verdad el robot más grande del mundo destruyendo a todos los otros grandes robots: siete maravillosas máquinas que cumplen con roles muy distintos en sus vidas. Siendo Atom, Astro Boy, una de ellas.

Pluto, aunque en un principio pareciera encarnar la esencia primera del robot malvado, rompe con muchos de los esquemas usuales de occidente para el tópico de las tecnologías enemigas. Queda claro que Pluto es una herramienta, y que su voluntad se somete por completo a la de su amo porque es aparentemente incapaz de emitir juicios propios. Por ello su modo de razonar parece ser algo incoherente por momentos: no dispuesto a intervenir en nada que no tenga que ver con su primera orden (destruir a los siete grandes robots), mantiene un cierto sentido de la justicia cuando se siente en deuda con alguno de los otros personajes.

A lo largo de las batallas se introducirán un amplio número de personajes, guiños a las diversas posibilidades del robot en la vida humana (sobre todo cuando son excepcionalmente poderosos), e incluso Atom no resultará del todo ajeno a las ansias de poder que a veces puede implicar una batalla. La revelación de una serie de pequeños secretos irá descubriendo una trama mucho más compleja de lo que podría parecer en un primer momento: ¿Cuál es la historia que se esconde detrás de las locas ambiciones del sultán? ¿Quién es el misterioso científico que pudo construir a Pluto? ¿Cómo puede llegar a afectar a un robot esta noción de que se puede ser ‘el robot más grande del mundo’?

greatestrobot5 Los robots son muy educados, siempre se presentan antes de empezar a matarse entre ellos.

A través de sus 200 páginas nos queda claro la increíble capacidad narrativa y visual que poseía Tezuka, y que consigue que sus historias trasciendan su género más inmediato, el shonen dirigido sobre todo a niños y jóvenes, para resultar de una altísima calidad y un interés capaz de atraer a todo tipo de lectores. No es exagerado pensar en Tezuka como el Isaac Asimov de los mangas (además de haber sido contemporáneos): su propuesta de un universo compuesto por robots y toda clase de desarrolladas tecnologías dista de ser un escenario excusa para meras tramas de acción. La revisión moral de un mundo en que humanos y androides conviven en el día a día y se ven envueltos en relaciones de alcance internacional, puede verse no sólo en su profundo interés por la ciencia ficción sino también en el modo en que sus metáforas podían hablar de la sociedad más inmediata y del panorama internacional en el que se inscribe. Entre sultanes de Medio Oriente, científicos misteriosos y robots de todas partes del mundo, Tezuka consigue hablarnos de la naturaleza humana y de los sitios oscuros del mundo en el que vivía. Un mundo al que siempre trató de poblar con su luz y humanidad.

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Si el estilo infantil del autor nos puede resultar quizá demasiado sencillo en retrospectiva, basta detenerse en sus logradas escenas de movimiento para maravillarnos de la fluidez que puede conseguir una serie de dibujos conectados. Muy influido por la noción cinematográfica de las imágenes, luego repercutiría a su vez en las generaciones siguientes de mangakas (en uno de los primeros puntos que los diferencian de manera clara de los cómics occidentales) y en la animación de su país. Siendo «Astro Boy» una de las primeras series de anime en pasar por televisión.

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No es difícil ver qué hizo de «The Greatest Robot on Earth» una historia tan popular en su momento, y lo que le ha permitido pervivir como uno de los arcos argumentales más valiosos de la serie a tantos años de la muerte del autor. Como ya mencionamos antes, Naoki Urasawa retoma la trama y el universo original para adaptarlo a una nueva época, tanto en la cuestión editorial como en el mundo que ahora se re-escribe.

Al volver hacia esos ‘orígenes del manga’, y por más cercano que sintamos ahora al personaje y sus aventuras, no dejan de sorprender las diferencias culturales y narrativas que marcaron desde los inicios ese arte. Como el propio mangaka enuncia, a través de su propia caricatura en el prólogo de la edición, el final no es exactamente lo que uno podría esperar. Pero es un final necesario. Las aventuras de Astro Boy no están para pintarse de glorias fáciles, ni regocijarse con la idea de una conveniente justicia divina. Las lecciones morales deben llegar hasta sus últimas consecuencias, y es en parte ahí donde reside la grandeza de estos personajes.

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