Cómics 15: Pollo con Ciruelas

Y teníamos que hablar de Marjane Satrapi en algún momento. No comenzamos con su obra más conocida, pero incluso sus piezas pequeñas con una maravilla por sí mismas.

Marjane Satrapi es probablemente la mujer más destacada en el mundo del cómic occidental. Lo cual es en parte por mérito propio como autor pero también porque no hay demasiada competencia. También es parcialmente responsable de que muchos lectores quizá tengan una opinión un poco más compleja sobre la situación política y social en Irán y no lo cataloguen directamente como parte de ese gran y desconocido grupo de ‘Medio Oriente’. Quizás. Aunque su primera gran épica, «Persépolis», un extenso relato familiar que condensa una vida y sus particulares circunstancias, es su obra más conocida y de mayor peso (en todos los sentidos), las pequeñas piezas que ha ido produciendo desde entonces no sólo la mantienen vigente dentro del panorama editorial sino que han ido contribuyendo a poblar el universo de papel que ha creado: el Irán de sus recuerdos.

La trama de «Pollo con ciruelas» se nos presenta quizás muy solemne para una historia tan corta (no llega a las 100 páginas) y con una ilustración que puede parecernos infantil. Nasser Ali es un renombrado músico de tar (un instrumento de cuerdas iraní) que ha perdido las ganas de vivir junto con su preciado instrumento, ahora roto. Lo que en principio parecía una odisea para reemplazar el tar que lo había acompañado por buena parte de su vida se convierte rápidamente en una contundente decisión: Nasser Ali quiere morir. Las opciones sin embargo no son muy gratas, Nasser no quiere ahorcarse o cortarse las venas o volarse la cabeza, todo eso le parece muy doloroso y dramático. Él decide sin más quedarse en la cama en espera de que la muerte llegue por él. Y desde el inicio del relato sabemos que lo consigue, la breve épica íntima casi da inicio en su funeral. Lo que no sabemos son los motivos exactos que lo llevan a la muerte, los días que pasan frente a él antes de su encuentro. Es ese el viaje por el que vamos a acompañarlo.

Satrapi no se aleja de la historia familiar ni del Irán de sus antepasados. Nasser Ali era ya un personaje fugaz en «Persépolis», el hermano del abuelo revolucionario. Un músico que, la familia contaba, murió de pena. ¿Pero quién puede saber los motivos exactos que arrastran a un hombre hacia la muerte? Muerte absoluta y vacía, sobre la que se alza (y no) la historia de Nasser. Valiéndose de la conocida retórica de ‘toda su vida pasó frente a sus ojos’, Satrapi recrea el mundo personal de un hombre que ha renunciado a la vida, pero que la vuelve a contar y la reconstruye entre las paredes del cuarto que ha elegido como última morada. La historia no es ordenada, no es lógica, muchas veces los relatos no coinciden o se adelantan a lo que Nasser mismo podría haber sabido en ese momento: ¿qué sucederá con el mundo que él abandona? Marjane está en posición de verlo todo, de conocer la historia, de unir los pedazos y reconstruir la vida de un hombre a partir de los detalles que lo cambiaron, que lo definieron, a los que volvería a aferrarse años después, abandonado en su cama.

La historia está narrada con total maestría: siendo tan corta y sabiendo el final desde el inicio, nos parece que todos los sucesos se dan a pasos agigantados. Un par de viñetas para contextualizar conceptos muy amplios, momentos clave que no son enunciados pero que se concentran en la fuerza de una sola ilustración. Hay un cuidado tal en cada palabra, en cada imagen, que uno puede construir las emociones más fuertes de una trama que si bien ocurre en el Irán de los años 50 trata de temas tan universales como la el amor perdido, las relaciones familiares, las cosas cotidianas que nos emocionan, la pasión, la muerte. Acercándonos a esos enormes conceptos desde todos sus ángulos, desde la más justa solemnidad hasta el patetismo, la risa, la ilusión y la fantasía, la ternura absurda, el amor cuando es tan grande que no se puede expresar bien.

Como hemos visto en otras historias de la autora, la trama central gana fuerza gracias a sus ramificaciones, sus posibilidades. Las pequeñas historias ajenas que se van alternando, descubriendo, las fábulas que se entremezclan, los poemas que se van citando. Todo ha sido vivido de algún modo por la escritora, ilustradora y directora, y lo va transformando así en la historia de otros, en sus usuales épicas familiares. Nasser Ali es una figura perfecta para el ejercicio de memoria: la misma fascinación de la que Satrapi habla cuando conoció su historia y vio su fotografía, se nos transmite a través de ese retrato fantástico de su vida. De su muerte.

En el 2011 Marjane vuelve a incursionar en el cine para adaptar esta pieza corta, aunque en este caso no recurrirá a la animación como hizo con «Persépolis». «Pollo con ciruelas», como lo define su autora, es una obra audiovisual que celebra la multiculturalidad propia del Irán donde creció, una sociedad de Medio Oriente tratando de vivir entre sus costumbres y la occidentalización. La película fue rodada en una Alemania disfrazada de Irán para una producción francesa protagonizada por actores franceses, portugueses, iraníes, italianos. En pantalla la sencilla historia se va hilando a modo de continuidad fantástica, entre Amélie y Fellini, con un resultado que transforma al texto original en un nuevo relato con la misma esencia.

Es una pena (y no) que Marjane Satrapi parezca estar apostando más por el cine que por la literatura gráfica en los últimos años, ya que su talento, su estilo y la gran cantidad de historias que parece le quedan por contar son difíciles de encontrar en autores de su género. No sólo nos acerca a un país, a su sociedad y sus condiciones, sino que nos sumerge por completo en sus historias y sus mitos sin perder de vista la perfecta construcción del relato central. Y lo hace de maravilla.

Uy, como dato al pie y pregunta en el aire: ¿Por qué ‘pollo con ciruelas’? Si lo han probado sabrán que es un platillo absurdamente delicioso y es también uno de los mejores conceptos de la historia: lo que nos acerca a la vida.