«I walked with a zombie», Jacques Tourneur

Jacques Tourneur no es necesariamente un director en el que pensemos cuando hablamos de cine de terror, pero tiene una piezas impecables que se han inscrito en la historia del género aunque pueda parecer que destacan más por su estilo visual que por el horror en sí. Sin embargo, «I walked with a zombie» no únicamente forma parte de la historia del género sino que específicamente es de las primeras producciones que aborda la figura del zombie, aunque todavía sea como parte del folklore caribeño y no tanto como el personaje moderno que luego crearía Romero. Aun así, con todo y su subtrama romántica y su estructura de historia de aventuras, se trata de una película increíble, bella y poderosa de la que tal vez deberíamos hablar más a menudo.

Betsy Connell es una enfermera canadiense que acepta un trabajo en las Indias Occidentales cuidando de la esposa del encargado de una plantación. Jessica, la esposa, se encuentra perpetuamente en un estado de parálisis mental que le dicen es resultado de una fiebre, aunque conforme empieza a escuchar rumores en la isla, sospecha que pueda tratarse de algo más. Y ya sea que sea la causa o la solución, Betsy comenzará a interesarse por los ritos vudús que los nativos practican durante las noches.

La película tiene todo el encanto del film noir, la emoción de algunos romances del cine en blanco y negro, y una atmósfera de quietud y horror que va permeando todo sin necesidad de sustos fáciles. Aunque personalmente aprecio mucho la figura del zombie más actual, sobre todo a partir de Danny Boyle y el zombie rápido, esta versión primigenia entre el embrujo y la esclavitud resulta increíble de la mano de un director como Tourneur.

«The ritual», David Bruckner

En los últimos años se suele hacer mucho revuelvo en algunos medios sobre ‘la cinta de terror del año’, que cada vez suele ser más comercial, mientras que por otros lados es probable que no estemos prestando atención a verdaderas joyitas que pasan desapercibida hasta un tiempo después. Después de ver «The ritual» me queda claro que habría sido mi película de terror de 2017 si la hubiera visto el año pasado, cuando se estrenó. Aunque sus reseñas no son exageradamente buenas y todavía a día de hoy no recibe demasiada atención, la producción es una maravilla. Está impecablemente cuidada, tiene una buena premisa, consigue unas escenas increíbles (en parte por su cuidada estética en cada uno de sus detalles) y, aunque tampoco depende de los sustos fáciles, consigue momentos verdaderamente sobrecogedores.

Un grupo de amigos ingleses están organizando un viaje, entre su nueva condición de profesionistas y hombres de familia y entre su deseo de disfrutar irresponsablemente. Sin embargo, en la noche de su reunión uno de ellos muere durante un robo en que también está presente otro, y como tributo póstumo deciden hacer el viaje que él había propuesto: por las montañas y bosques de Suecia (aunque ajajá, imdb me dice que la filmaron en Rumania. Otro punto para Rumania por sus increíbles locaciones). Pero, claro, como si no fuera suficiente el trauma inicial que encausó el viaje, pronto se encontrarán con los problemas usuales de irse a caminar por las montañas cuando no todos tienen la mejor condición física (una situación con la que puedo identificarme perfectamente). Y los problemas no tan usuales de perderse en un bosque nórdico maldito.

La película sortea maravillosamente muchos tópicos y complicaciones propios de historias relacionadas con bosques, con posibles monstruos y con exploradores perdidos. Incluso cuando la trama pueda irse complicando hay un equilibrio perfecto entre las actuaciones, un presupuesto que no debe ser demasiado y la conformación de la atmósfera. Esa relación entre lo que puedes mostrar y lo que no para que la película mantenga su fuerza y no quemes tus cartas demasiado rápido. Es difícil transmitir a qué nivel me cautivó, me sobrecogió, me enamoró con sus escenarios y me convenció de jamás volver a acampar en la vida, mucho menos en Escandinavia. No puedo más que recomendarla demasiado y apuntarme la novela en la que está basada en mi wishlist de libros.

«Frágiles», Jaume Balagueró

Aunque Balagueró tiene películas que me encantan, luego en su filmografía me parece que hay altibajos, incluso desde sus inicios, e incluso cuando algunas de ellas son medio consideradas clásicas del género. Es por ello que nunca tuve demasiada prisa por ver «Frágiles», que, aunque su premisa no sonaba mal, tampoco parecía nada excepcional.

Amy Nicholls es la nueva enfermera nocturna en un hospital para niños que llega justo durante la mudanza de las actuales instalaciones a unas nuevas. El sitio está casi abandonado y los únicos que quedan son un grupo de huérfanos que serán los últimos en ser trasladados. Desde el inicio es aparente que la propia Amy tiene sus razones para irse a una isla perdida en Reino Unido, a lo que el hospital siniestro no ayuda demasiado, sobre todo cuando una de las niñas con las que empieza a ser cercana le habla de su supuesta amiga imaginaria, ‘la niña mecánica’.

Aunque la trama tiene algo de premisa típica de película de terror medio comercial, también tiene un toque de los temas que parecen interesarle al director. La idea de las enfermedades congénitas en niños la verdad es que da para mucho y aunque no terminan de explotarlo demasiado, se mantiene en el punto en que da un aporte interesante a una cinta cuya estructura no busca ser demasiado complicada, pero cuya simpleza le funciona. A eso se le suma el encanto de la vida en una pequeña isla inglesa, ciertos elementos de superstición y una buena ambientación en un enorme edificio antiguo medio abandonado. Calista Flockhart no es que sea una super actriz pero sabe mantener el ritmo de la trama y guiarnos por la historia sin que estorben demasiadas explicaciones sobre las motivaciones del personaje.

Tal vez en parte porque no esperaba demasiado de la película, la disfruté más de lo esperado. Hay un par de efectos que no han envejecido demasiado bien, pero eso es algo tristemente común en el género.

«Ruin me», Preston DeFrancis

Típico que uno planea un montón de cosas, pero al final «Ruin me» fue la única película que vi de la reciente edición del Festival Macabro. Con todo, al menos fue una buena elección.

Alex accede a ir una experiencia de Slasher Sleepout con su novio, Nathan, después de el amigo con el que él planeaba ir originalmente se enfermera. Ella no es precisamente fan de las películas de terror, pero lo que uno hace por su pareja. La idea del concepto de Slasher Sleepout es mezclar campamento, con experiencia de terror con escape room. Pasar un par de días en la naturaleza con otro grupo de intrépidos freaks y tratar de ‘sobrevivir’. Con o sin comillas. En el grupo también hay una pareja de góticos que ya han participado varias veces, una suerte de aventurero estereotípico de película de acción y un tipo genérico tratando de hacer amigos. Y, por supuesto, toda la posible gente escondida en el bosque.

De entrada yo estuve pensando lo bien que funcionaría esa idea actualmente (si en México no tuviéramos miedo de que acampando en un bosque nos encontráramos con algo mucho menos paranormal pero mucho más terrorífico) y sobre todo que, pese a la limitada producción de la cinta, se manejaba bien en cuanto al modo en que se realizaría una experiencia así. Con pruebas mínimamente pensadas, la ‘puesta en escena’ de la historia de terror elegida y el desarrollo de los personajes conforme va creándose el juego de si es real o ficción. Sin abusar de la parte gore, que creo que sería una estrategia fácil para el tipo de historia, y con un ritmo entre lo ligero y el slasher, la cinta es sorprendentemente entretenida e incluso tiene un par de situaciones interesantes. Alex es una final girl muy atípica y de hecho al inicio parece que no pega demasiado con lo que sucede, pero al final resulta todavía mejor precisamente por eso mismo.

«The last will and testament of Rosalind Leigh», Rodrigo Gudiño

Había leído buenos comentarios de esta cinta y la verdad es que desconfiaba un poco porque la trama no me parecía nada del otro mundo y, por alguna razón, el protagonista me daba una pinta de actor de comedia que me hacía sospechar que en algún momento se mezclarían los géneros. Curiosamente, es probable que más que por sus atributos de terror, la cinta destaque porque la trama típica da un giro nada usual en el género y termina por conformar un cuadro de lo más desconcertante aunque bien logrado, algo que no es poca cosa. Voy a suponer que esto se debe en parte a que es una producción canadiense, aunque las cintas anglosajonas nos puedan parecer todas iguales.

Leon Leigh lleva demasiados años distanciado de su madre, la Rosalind Leigh que da título a la cinta, cuando se entera de que ha fallecido y debe asistir eventualmente a hacerse cargo de algunos asuntos legales (que no a presenciar el funeral). La historia de esa relación se intuye trágica así como intuimos que Rosalind era una mujer tal vez demasiado excéntrica. La casa está abarrotada de cosas, sobre todo figuras angelicales y las habitaciones se conectan de formas extrañas. Si Leon no está particularmente encantado de volver a un espacio que perteneció a su madre, las cosas empiezan a ponerse todavía más raras conforme pasan los días. Vecinos extraños que lo visitan para darle el pésame, cintas de reuniones religiosas en un cuadro medio secreto de la casa, figuras de ángeles que aparecen donde no estaban dos segundos antes. Es obvio que Leon crea que todo es una crisis emocional mientras nosotros sospechamos lo peor.

Fuera del posible detalle de que el hipotético fantasma sería la madre del protagonista, ninguna parte de la premisa parece ofrecer más que los tópicos usuales del terror. Ni siquiera cuando comienzan a centrarse un poco más en las razones que motivaron el distanciamiento entre madre e hijo. Y sin embargo, conforme aparecen algunos pocos elementos para decorar el terror, la historia termina por dar un giro que, sin influir demasiado en las escenas en sí, construye una película totalmente diferente a la que creíamos estar viendo. Incluso cuando terminamos con sentimientos muy distintos a los que uno esperaría en este género. Aunque no puedo decir que la haya disfrutado demasiado conforme pasaban, los detalles de guión que brillan al final me han dejado pensando gratamente en la historia mucho tiempo después de haberla visto.

«La casa del fin de los tiempos», Alejandro Hidalgo

¿Cada cuando nos toca una cinta de terror venezolana? De hecho creo que es apenas la segunda película venezolana que veo en la vida (y la otra era de futbol). Además, con una historia bastante inusual y en general bien llevada, que ya es muchísimo decir.

Dulce es un ama de casa, esposa y madre de dos que tiene que vivir en una casa demasiado grande donde no se siente demasiado cómoda después de que su esposo la consiguiera sospechosamente barata. Entre los problemas familiares y la insistencia de que algo está mal, es acusada de asesinar a su esposo y posiblemente a uno de sus hijos. 30 años después, debido a su avanzada edad, se le concede la posibilidad de cumplir su condena en arresto domiciliario, aunque ella insiste en que prefiere vivir en la cárcel que regresar a esa casa.

La historia se cuenta por tiempos y estos niveles temporales se van mezclando con el laberinto de la propia casa. Lo que sucedió antes, lo que sucedió la noche del crimen, lo que sigue pasando conforme Dulce, ya mucho mayor y únicamente acompañada de dos policías que la vigilan y un sacerdote que la visita de vez en cuando, redescubre la casa y trata de entenderla. Lo que creemos saber de la historia se vuelve a contar, se cuenta diferente, se transforma y hay una sensación de que no vimos lo suficiente como para entenderlo pero también como si la propia historia fuera cambiando hasta convertirse en otra. Aunque en este juego de guion se pierden algunas oportunidades de terror que se prometían en las primeras escenas, creo que finalmente contribuye a que la película destaque no sólo por lo inusual de su producción sino también por proponer una historia muy diferente.

Como parte de los problemas usuales que se podría esperar de una producción así, tenemos que los efectos prácticos no son los mejores y sobre todo la actriz protagónica, Ruddy Rodríguez, se ve bastante falsa con todo el maquillaje que le ponen para avejentarla 30 años. Pero no se puede todo.

Como dato curioso, la casa en la que se filmó pertenece/perteneció a un subordinado del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez. Como segundo dato curioso, hay un remake surcoreano que ahora me intriga ver.

«The night eats the world», Dominique Rocher

Estos últimos años se han producido menos películas de zombies, después de un buen tiempo que estuvimos ahogándonos en ellas, tal vez conscientes de que finalmente no siempre se puede repetir la misma fórmula y conseguir que algo funcione bien. Entonces, podemos suponer mínimamente que si se aparece una película reciente que se acerque de nuevo al género, tiene que ofrecernos un poco más. Como ser francesa y tener un título bonito.

Sam terminó con su pareja hace algún tiempo y pasa por el nuevo departamento de ella para buscar unas cajas suyas que se llevó. No contaba con llegar en medio de una gran fiesta, toparse con el nuevo novio de ella y debatirse entre llevarse sus cajas o hablar con ella. Con la promesa de poder discutir algún asunto aparentemente inconcluso, se va a un estudio a esperarla y se queda dormido. Y, típico, se despierta en una Francia post-apocalíptica donde ya casi todo el mundo (empezando por todos los asistentes a la fiesta) se han convertido en zombies.

Aunque uno no puede ignorar el importante elemento zombie, la estructura de la película es mas bien un drama intimista en que Sam tendrá que lidiar con la posibilidad de ser el último superviviente encerrado en un viejo edificio de departamentos. Rehacer su vida rodeado de zombies (lentos) tratando de no volverse loco. Con unos pocos destellos de posibles otros supervivientes que extrañísimamente involucran a actores tan disímiles como Denis Lavant y Golshifteh Farahani.

Con todo y sus elementos propios del género, como son los muertos vivientes y cierto gore, no diría en absoluto que se trata de una cinta de terror, aunque es el único género que aparece en imdb y filmaffinity. Bien podría ser un drama con una ambientación post-apocalíptica, lo que le da un cierto encanto a la historia (incluso Sam, que no es el personaje más simpático, consigue llevar toda la fuerza de una película casi muda), pero a sabiendas de lo que uno está por encontrarse.

«The loved ones», Sean Byrne

Cuando hacen un recuento de las mejores películas de terror en general, suelen irse de los clásicos a algunas piezas de dudosa inclusión. Encontré a «The loved ones» en una de estas listas y fue por eso que me decidí a verla, además de que le tengo cierto cariño al cine australiano aunque no se me ocurran demasiados ejemplos de terror que lo justifiquen. El primer pensamiento, en retrospectiva, es qué tiene esta película como para que pudieran considerarla como una de las mejores películas de terror de todos los tiempos, aunque fuese en una lista muy larga.

Brent es un joven que se encontraba con su padre viajando en carretera cuando un extraño incidente provocó un accidente en el que murió su padre. Dado que él venía manejando, ahora vive con la pena y la culpa aunque tiene el apoyo de su madre y su novia. Poco antes de la típica fiesta de graduación de su escuela, recibe la invitación de una extraña compañera, Lola, para que vaya con ella, a lo que se niega porque obviamente irá con su novia. Y bam, horror Australiano. Unas horas antes de la fiesta, Brent es secuestrado por el padre de Lola para que sea el invitado a su muy particular fiesta de graduación. Gore, obviamente.

A lo mejor soy yo que estoy llegando a esa edad en la que ya necesito un poco más que sólo gore para disfrutar de una película violenta. «The loved ones», como muchas del estilo, se basa casi exclusivamente en la violencia y la humillación, hasta el eventual giro narrativo y la fugaz conclusión. Y aunque toda la producción claramente está cuidada e incluso las actuaciones son buenas, siento que no aporta mucho más, y a mí no me entretiene demasiado tiempo ver a un pobre joven sufriendo y sufriendo y sufriendo. Sobre todo porque, eso sí, consiguen hacer de Brent un personaje bastante carismático que además sufre desde el inicio, el pobre.

Lo que es cierto, es que esa estética de graduación sangrienta con un toque infantil consigue unas muy buenas escenas, que tal vez influyen de cierta manera para darle ese sensación icónica de gran película (aunque a mi parecer no lo sea).

«Goal of the dead», Thierry Poiraud & Benjamin Rocher

Hablando de cine de zombies franceses. debo confesar que decidí ver esta película porque pintaba a todas luces como un churro delirante. Y, aunque el tema no deja de ser bastante surreal, en parte demuestra lo que puede lograrse si uno se toma en serio su historia, por más ridícula que pueda parecer.

Van a tener que perdonar que hable de futbol como un concepto ambiguo del que no entiendo demasiado, pero supondrán que no soy fan del deporte en sí. Sam Lorit forma parte de un equipo de futbol que ha visto mejores épocas. Él mismo fue una gran y prometedora estrella, aunque ahora sea considerado un jugador demasiado mayor que se niega a aceptar que su carrera terminó. En el mismo equipo se encuentra Idriss, un joven de origen africano que empieza a brillar y que sólo está a la espera de que un mejor equipo lo compre. Todo este contexto mientras se dirigen a jugar un partido ‘amistoso’ con el equipo local del pueblo en el que nació y creció Lorit. Si él creía que regresar a su pueblo natal podría darle un poco del reconocimiento que ya no obtiene de ningún otro lado, subestima la imagen que tienen de él de su desastrosa juventud y de que haya abandonado al equipo para querer triunfar en otros lados. Pero mientras el rencor no pasa de una violencia limitada en algunos fanáticos, hay otros que preparan fórmulas secretas para darle super-capacidades a los jugadores locales, aunque ello pueda conllevar el riesgo de volverlos zombies. Detalles.

Como podrán suponer, la película tiene claramente una parte de comedia, sin embargo, no depende exclusivamente de lo irreal de la situación sino que se va colando en las relaciones de los personajes, explotando la parte de posible drama que podría tener si no involucrara un juego de futbol con zombies. Aunque claramente no estaba planeada para ser un clásico ni mucho menos, es una película bastante entretenida y con buenos personajes, que realmente aprovecha su premisa de combinación inesperada con zombies para hacer algo que no sea solamente un churro.

«Keeper of darkness», Nick Cheung

Primero pensé que se trataba de una producción china y me pareció un poco extraño, porque tengo entendido que limitan bastante las tramas paranormales. Pero ahora leo que no, que es hongkonesa y eso explica todo. O un poco. Aunque la clasifican como una película de terror y thriller, no toma demasiado tiempo ver que no es exactamente así, aunque la primera escena pueda sugerir lo contrario. De hecho con lo que dice la premisa me imaginaba una película muy distinta, ya que habla de un exorcista que se vuelve famoso cuando uno de sus videos aparece en internet. Y yo ya veía una mezcla con terror cámara en mano y exorcismos chinos. Pero no, casi que podría decir que es una cinta de aventuras, con un toque de drama y de comedia, que resulta que tiene un contexto paranormal.

Fatt (que ahora me doy cuenta que es el director y el actor protagónico) es un exorcista muy cool que en realidad no planea hacerse famoso, lo que quiere es ayudar a los espíritus a pasar al otro lado y aliviar los posibles problemas que representen para los humanos. Pero su asistente no tiene la misma idea y es quien sube el video a internet en espera de tener más clientes. Lo que funciona parcialmente, pero sobre todo resulta en una productora que trata de seguirlos para conocer más sobre el exorcista y convencerlo de hacer una serie de televisión. Fatt, sin embargo, está muy ocupado con su relación con una fantasma que vive en su casa y porque presiente que un espíritu muy malévolo está apareciendo por ciertas zonas y amenazando tanto a humanos, otros espíritus y principalmente a otros exorcistas.

Casi que ni debería incluirla aquí porque, como ya dije, tiene pocos elementos reales de terror, aunque de pronto hace sus intentos. Lo que es cierto es que una película entretenida y que aprovecha ciertas cuestiones culturales para que no quede en otra película más de exorcismos. Lo que sí, no sé cómo esté su presupuesto para estándares hongkoneses, pero los efectos especiales son atroces. Lo peor son los fantasmas, que casi que uno quisiera verlos con los ojos medio cerrados no porque puedan dar miedo sino por lo mal mal que se ven. No se puede ganar siempre.