«Loving Vincent», Dorota Kobiela & Hugh Welchman

Es probable que esta película sobre Van Gogh sea una de las animaciones de las que más se ha hablado en los últimos años, desde que comenzaban a mostrar algunos adelantos del proyecto en internet. Y no es para menos, independientemente del enigmático personaje principal (aunque en realidad el protagonista es su obra, más que el artista) y de la que pudiera ser su trama, lo que se proponía la producción era monumental: hacer una animación estilo clásico en que cada uno de los cuadros fuera realizado en óleo por un grupo de artistas. Eso son unos 65,000 frames y más de 100 artistas.

La historia empieza un año después del suicidio de van Gogh, cuando su amigo y cartero, Joseph Roulin, le pide a su hijo Armand que le lleve la última carta del artista a su hermano Theo. Su hijo no está precisamente encantado con la encomienda, pero se dispone a empezar un viaje que resultará mucho más complicado de lo que la misión inicial parecía sugerir, durante el cual conocerá a distintos personajes y, a través de ellos, profundizará en la figura del difunto pintor.

La idea de la trama proviene de la teoría de los autores Steven Naifeh y Gregory White Smith de que la muerte de Van Gogh no fue un suicidio, la cual presentaron en 2011 en una bibliografía del autor. Aunque hay varios elementos que refuerzan esta teoría, no deja de ser extraño que la hayan elegido para guiar el hilo argumental de la película, pero supongo que el toque de misterio ayuda a darle a fuerza a una producción que de otro modo podría deslumbrar por sus méritos visuales y tal vez quedarse un poco vacía de fondo.

Además de la pintura en óleo, la técnica que usaron para la animación fue la rotoscopía, por lo cual podemos distinguir claramente a algunos actores, como Saoirse Ronan. La película es maravillosamente impresionante, hipnotizante, y por suerte no se queda sólo en eso, ya que también su historia consigue llevarnos y atraparnos, lo que nos deja con una sensación de grato acercamiento al pintor aunque no lo veamos propiamente como parte física de la trama. Sin duda creo que con pocas obras pictóricas y sus autores podría haberse conseguido transmitir un sentimiento tan fuerte.

Al año siguiente salió otra película sobre el pintor neerlandés, ahora en live-action, dirigida por Julian Schnabel y protagonizada por Willem Dafoe, pero esa todavía no he tenido oportunidad de verla.

«Spider-Man: Into the Spider-Verse», Bob Persichetti & Peter Ramsey & Rodney Rothman

La verdad es que no tenía demasiadas ganas de ver la película cuando salió, ni cuando todo mundo dijo que estaba buenísima, ni cuando ganó un Óscar. Ya sabrán que no me gusta mucho Spider-Man y no podía creer que realmente una animación sobre él fuera tan buena como todos decían. Vamos, que incluso la vi en contra de mi voluntad. Y bueno, tuve que tragarme mis palabras y morderme mi lengua de víbora de cascabel.

Obvio es porque todo el chiste es la cuestión del Spider-Verse. Seguro ya todos lo saben a estas alturas. La película empieza más o menos con la muerte de Spider-Man y con el adolescente Miles Morales presenciándola por cuestiones del destino, como suele suceder con estos momentos clave en la vida de los metahumanos. Miles adquiere los poderes arácnidos sin darse cuenta y de pronto es el origen de Spider-Man all over again, pero con el detalle de que tiene que decidir su lugar en un mundo que ya tenía un superhéroe arácnido y que, detalles, varios universos chocaron y ahora hay más de una versión alterna de Spider-Man dando vueltas por ahí. Seis Spider-Men, para ser precisos.

La verdad es que la historia es de lo más entretenida, los personajes son bastante cautivantes (me alegra que el protagonista fuera Miles y que la versión de Peter Parker que proviene de otro universo sea un amargado, más que un emo) y el estilo de animación es espectacular. Desde el diseño de personajes, los efectos, hasta el estilo visual que va mutando dependiendo de los giros en la trama. Es todo lo que podríamos esperar de una producción de Marvel y todavía mejor, porque sin duda sobresale por entre las producciones que se quedan sólo en el ‘aprobado’ (que, dentro de la filmografía Marvel sigue siendo un nivel relativamente alto, pero aquí se lucen). Y es que además con este precedente nos podemos imaginar cosas increíbles en la versión live-action del personaje, que de hecho me parece que con Tom Holland está en su mejor momento. Ahora quiero colisiones interdimensionales a la mínima oportunidad, incluso podría tolerar volver a ver a Tobey Maguire en muy específicas circunstancias.

«Detective Pikachu», Rob Letterman

Pues voy a considerar a «Detective Pikachu» como una cinta de animación porque obviamente su gran chiste es que podamos imaginarnos a los pokemones como parte de la vida diaria (o algo así, si nuestra vida diaria consiste en resolver crímenes) y para lograr eso se necesita un chingo de animación y en este caso consigue su cometido del mejor modo posible, contra todo lo que podría haberme imaginado la primera vez que escuché sobre la película y lo poco que me gusta Ryan Reynolds como actor.

El protagonista, contra todo pronóstico, no es Pikachu, sino Tim Goodman, un joven que vive en su pueblo y se dedica a un aburrido trabajo aunque alguna vez soñó con ser un gran maestro pokemon. Resignado a su vida, no está demasiado encantado de viajar a la gran ciudad cuando le avisan de la muerte de su padre, a quien no veía desde hace años, en un aparente accidente. Por si tales noticias de golpe no fueran lo suficientemente difíciles, al llegar al departamento de su padre para recoger sus cosas se encuentra con un Pikachu sin memoria con quien puede hablar y que está convencido de que necesita resolver el misterio de la muerte del padre de Tim para poder recuperar sus recuerdos.

Al salir de la función, escuché a más de una persona comentar con evidente sorpresa a su acompañante cosas como «Estuvo muy buena, ¿no?». Supongo que, por más que uno esperara una cinta entretenida en vista del dinero que parece invertido en la producción, es posible que pocos se esperaran que fuera tan buena. La recreación de un mundo realista (tanto como es posible) en el que los pokemones conviven con los humanos, los distintos contextos en que los encontramos, su estética, la trama con un Pikachu detective, los demás personajes, todo parece tan cuidado que no puede uno que sorprenderse de lo en serio que se tomaron su trabajo todas las personas detrás de la producción. Se habló mucho (de hecho, casi exclusivamente) de Ryan Reynolds, pero luego nos encontramos también con Bill Nighy y Ken Watanabe; también, con Suki Waterhouse (ay, creo que me encanta), Omar Chaparro y Rita Ora. Por sorpresas no paramos.

Difícil decir mucho más aparte de que es una experiencia increíblemente recomendable. Desconozco si pueda encantar tanto a un público que no esté nada familiarizado con el concepto de pokemon, pero con todo lo que se ha creado alrededor de la franquicia me parece que cada vez es menos.

«Una voz silenciosa», Naoko Yamada

Yo no tenía pensado ver «Una voz silenciosa» porque me chocan las películas sobre bullying. Y obviamente me chocan porque me afectan. Pero Ezequiel y Gris me agarraron desprevenida y obvio terminé pegada a la pantalla en espera de saber qué les pasaba a esos pobres muchachos japoneses subyugados por las terribles adolescencias que les toca vivir. Cero drama.

De hecho, para que quede claro qué nos espera durante las más de dos horas de metraje, la película empieza con el adolescente protagonista Shoya Ishida preparándose para suicidarse. Para darnos un poco de contexto nos van apareciendo secuencias de su pasado, cuando una nueva estudiante entró en su escuela, Shoko Nishimiya, una chica sorda. Porque los niños son horribles en todas partes del mundo, Shoya y varias personas a su alrededor se dedican a molestarla pese a que Shoko sólo trata de ser absurdamente amable. Hay años de distancia entre ese niño y entre el Shoya adolescente de la primera escena, de modo que todavía hay varias cosas que nos quedan por descubrir. Y aunque el caso pueda parecer muy típico en un primer momento, uno de los puntos principales que la historia busca abarcar es que el bullying no es una cuestión sencilla y que en casos, como éste, puede repercutir de distintas maneras en diversas relaciones interpersonales.

La verdad es que visto así, desde fuera, ningún elemento de la película indicaría ni remotamente que podría gustarme. Y sin embargo me atrapó y me conmovió y quería que todos fueran felices aunque por otra parte me alegraba el realismo de que eso no pudiera ser tan fácil. Shoko es absurdamente linda y sin embargo la amé. Shoya es un patán pero llegado un punto también lo amé. No sé cómo un anime puede hacer eso, pero lo hizo, y la verdad es que pese a que no parece ser una cinta con demasiadas pretensiones, me pareció bastante mejor que tantas otras a las que les hacen demasiada publicidad (te hablo a ti, «Your name»).

La película fue producida por Kyoto Animation, ahora tristemente famosa por el reciente incendio/atentado en el que murieron varios de sus animadores y se perdieron muchas de sus producciones. Al parecer la directora, Naoko Yamada, se encontraba en el edificio cuando sucedió, pero no sufrió ningún daño.

«Asterix: El secreto de la poción mágica», Alexandre Astier & Louis Clichy

Cuando era niña me tragué cuando cómic de «Asterix & Obelix» se cruzó con mi camino y hasta el día de hoy sigue siendo de esas lecturas que recuerdo con mucho cariño. De modo que cuando la Cineteca anunció que iban a proyectar la más nueva producción relacionada con estos personajes, no dudé en ir con mi hermano a rememorar nuestra niñez. Con tan buena suerte que no nos dimos cuenta que la película estaba doblada y nos encontramos con algunas situaciones todavía más inesperadas.

Como tal vez todos sabrán, la poción mágica es la que le da fuerzas sobrehumanas a los habitantes de la pequeña población gala en la que viven Asterix y Obelix y les permite resistir a los invasores romanos. Es preparada por el druida Panoramix y origen de casi todas sus aventuras (o al menos, solución). En esta historia partimos de que Panoramix se rompe una pierna al caerse de un árbol y comienza a cuestionarse su vejez y qué será del pueblo si un día el ya no puede preparar la poción, por lo que pide que lo acompañen a una reunión de druidas donde empezará a buscar a un joven aprendiz que esté dispuesto a ser su reemplazo.

La premisa es bastante básica y similares a las aventuras de los libros y de hecho casi podría decir que la única diferencia es un elemento que claramente busca modernizar las historias y agregar un toque ‘de género’ y, por consiguiente, no lo consigue. En la escuela de Panoramix hay un solo estudiante que le hace caso: una niña que quiere ser inventora. Preocupada por la salud de Panoramix y porque es terca como cualquier niño que se escabulle en la trama de una película de aventuras, termina por colarse al viaje que realizan hacia el encuentro de druidas pese a que está terminantemente prohibido que entre ninguna mujer. Ya se imaginarán. Y no es que el querer actualizar historias de hace tanto tiempo o agregar nuevos elementos sea algo necesariamente malo, pero aquí parece un intento al estilo mal fanfic: meter con calzador un elemento externo que no parece relacionarse con nada de la estructura general más allá de la voluntad de que esté. Y no sólo de que esté, sino que destaque en un protagonismo no demasiado explicado.

Con todo, la película es entretenida y si uno le tiene ya cariño a los personajes, todavía más. El humor está claramente dirigido a niños y los pequeños espectadores con los que compartimos función parecieron disfrutarlo. Para mí fue un poco surreal escuchar a Ordenalfabetix y Esautomatix hablar como yucateco y como norteño, respectivamente.

«Wifi Ralph», Rich Moore & Phil Johnston

Supongo que en algún momento no me pareció mala idea que hicieran una segunda parte de «Ralph el Demoledor», aunque lo cierto es que pocas veces una segunda parte ha contribuido realmente a una buena película. Luego, el asunto del internet supongo que podría tener su encanto, pero creo que justo el chiste de la película original era darle un toque nostálgico a los videojuegos, de modo que la introducción de ese nuevo gran mundo digital no necesariamente tendría que salir bien. Probablemente por eso tampoco es que me atreviera a verla en un primer momento.

Como vimos al final de la primera película, Ralph y Vanellope son BFF y se la pasan increíble saltando entre videojuegos. Como Vanellope es ya demasiado extrema para Sugar Rush, Ralph le crea una nueva pista para que se vuelva loca (casi literalmente) con el resultado de que los jugadores (reales, los niños jugando con la máquina) terminan por romper el volante del juego. Venden repuestos en eBay pero son carísimos por lo que el dueño de la arcadia decide desconectar el juego y dejar sin hogar a todos esos pequeños conductores de colores. Ahora Ralph y Vanellope tendrán que viajar al internet para tratar de conseguir dinero para poder encargar un volante nuevo para que puedan reparar la máquina y todo vuelva a ser como antes.

Gran parte del chiste del viaje al internet son una serie de escenas, muchas veces cortas, que hacen una reflexión/sátira de lo que se consume masivamente hoy en día. Desde videojuegos hiperrealistas hasta manejo de redes sociales, de anuncios engañosos para ganar dinero a videos de gatos. El hilo argumental más evidente es el desarrollo de la amistad de Ralph y Vanellope con una complejidad un poco más allá del típico ‘somos mejores amigos’, pero que por las propias características de los personajes tampoco puede ser especialmente profunda, aunque sirva para secuencia super psycho en lo que refiere a la inseguridad de Ralph (que probablemente son de lo mejor de la película).

Es curioso porque es el tipo de continuaciones que hasta hace algunos años Disney habría sacado directo a dvd, pero supongo que todo el esfuerzo en animación se desperdiciaría un poco de no poder verse por lo menos alguna vez en pantalla grande. Curioso también porque no me parece que la primera parte hubiera sido tan popular como para ameritar de manera apremiante una continuación, con todo y que obviamente es una película entretenida y que uno puede disfrutar sobre todo los cameos que se permite por su historia y su contexto.

«O menino e o mundo», Alê Abreu

Probablemente sea la primera película de animación brasileña que vea en mi vida. Aunque es de 2013, fue nominada en 2016 al Óscar a Mejor Película de Animación pero al competir con «Intensamente» poco podía esperarse; sin embargo, dadas las características del proyecto, me parece que ya simplemente la nominación fue un gran reconocimiento a una producción tan alejada de los estándares comerciales de animación.

Se trata de una película compuesta mayormente por sonidos, con casi nulo diálogo, de modo que la historia la vamos componiendo en parte nosotros, como espectadores. El título nos guía por esa idea de la infancia en contraposición con la enormidad de todo lo demás. El niño vive con sus padres en el campo, en lo que se muestra inicialmente como una vida idílica y colorida, una suerte de dibujo infantil bellamente animado. Este primer retrato se ve abruptamente interrumpido, como tantas vidas, por la ida del padre. Entonces, el niño emprenderá un viaje que puede interpretarse de muchos modos, físicos y emocionales, en el intento de reconstruir esa primera etapa familiar.

La cinta destaca por su estética, su manejo del sonido y su construcción de emociones por medio de secuencias entre realistas y oníricas. Me parece que uno de los puntos más impresionantes es que todo esto se logra con un estilo extremadamente simple, ya que prácticamente nunca se aleja demasiado de ese toque infantil de los personajes de palitos, aunque se complementen con colores y formas preciosos. Lo cual sirve para construir justamente esa sensación de infancia, de un mundo complejo reinterpretado por unos ojos infantiles que se empiezan a hacer a la idea de que las cosas no son tan fáciles como parecían.

Aunque la cinta me parece preciosa y un gran logro técnico y de estilo, es cierto que puede resultar pesada para las personas que no acostumbran (o disfrutan) ver cintas sin diálogos y con un desarrollo que podría parecer ambiguo, con todo y que la duración no llega siquiera a la hora y media.

«Hotel Transilvania 2», Genndy Tartakovsky

Otra película que en principio tampoco pensaba ver, aunque había disfrutado la primera parte, con lo que queda claro que al parecer la gran mayoría de las cintas de animación que veo es un poco en contra de mi voluntad. Es un misterio.

Como recordarán, el Hotel Transilvania es un hotel para monstruos dirigido por un vampiro y su hija. En la primera película su hija se enamora de un mortal (todavía peor: un vago) y eventualmente la comunidad monstruosa tiene que aceptarlo. Ya para esta segunda parte, Mavis y Johnny viven con Drácula y el mundo se entera y acepta la existencia de monstruos. Mavis se embaraza y toda la historia gira en torno de la tierna y enigmática figura del niño, Dennis, mientras se define si desarrollará poderes vampíricos o será sencillamente un mortal. Todo este contexto en realidad lo vemos de golpe en los primeros minutos y luego entramos en las típicas luchas de poderes que, si son medio absurdas ya en las familias normales, aquí se ven acentuadas por las particularidades de todos los involucrados.

Se trata de una película entretenida que se sostiene sobretodo por algunos de sus personajes. Incluso el tipo de humor, que no suele ser de mi gusto, es bastante apropiado y guía de manera oportuna la historia, aunque la subtrama de que la madre es una neurótica y el padre prácticamente es un cero a la izquierda no ayuda mucho y de hecho llega a ser un poco molesta, en contraposición con la parte más interesante de que Drácula y sus amigos monstruos quieran enseñarle habilidades sobrehumanas al pequeño Dennis.

Lo cierto es que es una película mucho más enfocada en un público infantil, por lo que seguro no les quita el sueño que el público adulto pueda encontrarla un poco sosa por momentos, e incluso ya cuenta con una tercera parte que me parece que tiene lugar en un crucero. Una vez más, yo no pienso verla, pero cualquier cosa puede suceder.

«Sing», Garth Jennings

Otra película que me resulta medio inexplicable por qué la vi, aunque la excusa es que la vi en un avión y asumo que en el momento me estaba quedando sin opciones, porque nuevamente, nada en ella parecía apuntar que pudiera gustarme. Aunque supongo que lo peor que podía pasar era que viera números musicales con animales durante poco menos de dos horas. Como su nombre lo indica, todo en la historia está relacionada con el canto, aunque empieza con un koala, Buster Moon, que sueña con ser un gran empresario de espectáculos y que, aunque ya posee un teatro, malvive ahogado en deudas y sin mucho éxito. Es por ello que decide salvar su amado teatro organizando un concurso de canto que, por razones desconocidas, le parece que es la mejor idea.

Como las cosas no pueden salir bien, obviamente, en la convocatoria se cuela un error tipográfico que le hace creer a toda la comunidad animal que el premio será una enorme cantidad monetaria. Se inscribe medio mundo pero finalmente se quedan una cerdita ama de casa que está frustrada de limitar su vida a cuidar de sus decenas de hijos, un cerdo extravagante que ama ser el centro de atención, un gorila cuyo padre quiere que sea un delincuente aunque él es muy sensible, una elefanta que tiene una gran voz pero es demasiado tímida para cantar frente al público, un ratón todo mala onda perseguido por la mafia y una puercoespín que se inscribió con su pareja como un dueto emo pero solamente ella pasó a la siguiente etapa. Aunque no hay una justificación muy detallada para esta selección, es claro que los protagonistas, para emparejarse con el koala, tenían que ser una suerte de perdedores que buscan brillar.

Aunque la cinta es entretenida, sobre todo por los interludios musicales y porque el diseño de los personajes es agradable, tampoco da para mucho más. Y creo que su principal problema es que los personajes no terminan por ser del todo atractivos, incluso exageran en enfatizar sus defectos con una motivación probablemente moral-infantil. De hecho creo que el personaje que más me agradó fue la oveja negra, Eddie, el mejor amigo de Buster y un bueno para nada aunque proviene de una familia adinerada. Y eso que ni sale tanto.

Lo cierto es que tiene nombres de lo más rimbombantes entre las voces de los protagonistas, como Matthew McConaughey (koala), Reese Whiterspoon (cerdita), Seth McFarlane (ratón), Scarlett Johansson (puercoespín), John C. Reilly (oveja negra) y Taron Egerton (gorila). Además de cameos de voces que jamás hubiera imaginado, como Edgar Wright y Wes Anderson.

«The boxtrolls», Graham Annable & Anthony Stacchi 

Y para cerrar y que no parezca que nunca quiero ver películas de animación, ésta sí que quería verla, porque usualmente me encanta Laika y era la única película del estudio que me faltaba por ver (ahora también me falta la de «Missing link» pero tengo un poco de miedo). Con todo y que tampoco es que la trama luciera en exceso prometedora y que en mi cabeza se mezclara extrañamente con «Robots».

Aunque puedan verse un poco robóticos en la portada, los trolls son trolls, dentro de cajas. Siguiendo la línea de varias creencias sobre duendes y similares, hay una serie de leyendas que los rodean aunque se sabe que son reales. Se les acusa, sobre todo, de robar niños para devorarlos. Y dado que desde el principio vemos que un niño vive con ellos, al que llaman Eggs (porque viste una caja de huevos), podemos sospechar que en efecto roban niños pero no se los comen. Del otro lado de la moneda, en la ciudad Cheesebridge, la clase alta está preocupada porque los boxtrolls sean realmente una amenazada, por lo que se rinden a las condiciones del exterminador Archibald Snatcher de acabar con todos ellos a cambio de un sombrero blanco (que lo convertiría en uno de los dirigentes del pueblo). Snatcher odia a los trolls y no le importaría acabar con todos y tal parece que lo logrará, si no es porque la hija del gobernador, la pequeña y mórbida Winnie, que teme y fantasea ser devorada por trolls, descubre que un niño vive entre ellos y no parece irle tan mal.

Es curioso que esta producción se encuentre entre «ParaNorman» y «Kubo» en la brevísima filmografía de Laika, porque fuera del particular estilo que todas comparten queda como una pieza menor entre dos excelentes películas. Se desarrolla de manera mucho más infantil que las demás historias del estudio, no tiene personajes particularmente bien desarrollados (de hecho es probable que el mejor personaje sea Winnie, que tampoco es mucho decir) y no ofrece mucho más al espectador que lo que ya sabemos desde el primer momento. Y con todo esto obviamente resulta ligeramente superior que tantas otras películas de animación limitadas a sus espectadores infantiles, pero si consideramos la calidad a la que nos tiene acostumbrados Laika, echamos de menos un golpe más contundente. Y es en parte también lo que temo un poco de «Missing link», sobre todo porque además no ha recibido los mejores comentarios de su recibimiento (ni siquiera sé si llegó a cines y me la perdí o si nunca llegó o si llegará algún día cuando menos lo espere, lo cual no se parece en absoluto a la distribución que recibió «Kubo»).