Shinya Tsukamoto es de mis directores favoritos desde que vi «Tetsuo» y rockeó mi mundo. Tras su poderosa incursión en el cyberpunk japonés se ha dedicado casi exclusivamente a los complejos laberintos de la violencia humana en muy distintas representaciones. Pero aunque se trata de un director ya a estas alturas de culto para todo aquel que gusta del cine japonés, no todas sus producciones son fáciles de conseguir, como fue el caso de «Nobi» que tras estrenarse hace ya casi tres años en Japón era prácticamente imposible de ver por cualquier otro medio. Eso hasta que la Cineteca la trajo a su cartelera regular (hace algunos años la presentó en una muestra, si no mal recuerdo) y yo obviamente abandoné todo lo demás por ir a verla.

nobi2Perdón, «Guardianes de la Galaxia 2».

Basada en una novela de Shohei Ooka, la historia ya había sido adaptada en una película en 1959 por Kon Ichikawa, ahora considerada un clásico del cine japonés, por lo que la decisión de volver a retomarla por Tsukamoto puede interpretarse como un proyecto sumamente personal que sin duda se podría relacionar con una preocupación actual por la memoria histórica. Hay que recordar que el año pasado Tsukamoto participó como actor en «Silencio», de Martin Scorsese, basada también en una novela japonesa (de Shusaku Endo) sobre la persecución y matanza de católicos en Japón durante el siglo XVII.

nobi3Si no estamos familiarizados con las dos obras anteriores, con la historia japonesa, o si esperamos una especie de introducción y parpadeamos demasiado al inicio de la película, es muy probable qu e nos cueste ubicarnos histórica, geográfica y contextualmente en una historia que parece empezar a mitad de la nada. Esa mitad de la nada es realmente la presencia japonesa en Filipinas durante el final de la Segunda Guerra Mundial. Tsukamoto, usual protagonista de sus propias películas, es el soldado Tamura, enfermo de tuberculosis e incapaz de apoyar a un batallón que de por sí ya se encuentra asolado por el hambre, la enfermedad y el abandono en que se encuentran las tropas de un ejército muy cercano a la derrota, es enviado kafkianamente al hospital de campo (repleto de soldados en mucho peor estado que él) con la esperanza de deshacerse de un elemento inservible. A partir de ese momento seguiremos a Tamura por una selva-infierno que esconde algunos de los infinitos horrores de la guerra, en la que el soldado vagará erráticamente queriendo escapar de algo intangible e impreciso: la desesperación.

nobi4Al no contar con una trama estructurada secuencialmente (ni siquiera sabemos cuánto tiempo transcurre realmente entre la primera y la última escena bélica), la historia se va contando de modo fragmentario por medio de los sucesos ‘extraordinarios’ que tienen lugar entre el caminar fantasmal de Tamura. Lo extraordinario, en lo más hondo de la guerra, puede ser lo mismo un encuentro brutal con el enemigo que el descubrimiento de un par de plantas de batata; aldeas de nativos que se encontraron atrapados en medio de una guerra que no pidieron u otros soldados intercambiando alimentos por cigarros. La posición de nuestro protagonista, quien claramente no encarna en absoluto el ideal del soldado japonés dispuesto a dar todo por el concepto abstracto de nacionalismo, encarna lo absurdo del conflicto con una mirada que no entiende nada de lo que sucede a su alrededor y llega incluso a verlo de manera onírica, surreal, casi esquizofrénica.

nobi5Moraleja: la guerra está del carajo.

Sin duda debido a su formación visual particular (que tiene un inicio muy marcado en el teatro), Tsukamoto construye una película bélica bastante atípica: con poca información precisa, con tomas muy íntimas, donde lo grandilocuente se subordina a lo esencialmente estético, con efectos prácticos que hacen que las secuencias sangrientas carezcan de ninguna nobleza, de ningún propósito. Cuyo resultado final podría describirse fácilmente como una metáfora en la que Tamura camina por encima de un montón de cadáveres para llegar a un final que no resuelve nada.

Del mismo modo en que podríamos haber empezado sin entender en absoluto dónde estamos ni por qué, la película va avanzando con un ritmo de lo más apropiado hasta atraparnos en una historia que, sin importar sus detalles, es poderosamente humana y desgarradora deshumanizada a la vez. Si Tsukamoto ya había sido capaz de demostrar, en numerosas ocasiones, su maestría para representar las más perversas historias humanas, ¿qué hay más perverso que la propia historia?

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«Nobi» (es un poco absurdo que lo hayan subtitulado como «Disparos al amanecer» cuando la traducción de la novela original y de la película subsecuente es «Incendios en la llanura» – no les voy a decir cuál de los dos elementos es mucho más común en la película) es una película japonesa de 2014. Dirigida por Shinya Tsukamoto («Tetsuo», «A snake of june», «Nightmare detective») y protagonizada por él mismo, Tatsuya Nakamura («Bullet ballet», «Kenshin», «Triple threat»), Lily Franky («De tal padre, tal hijo», «Después de la tormenta», «Kyoaku») y Yusaku Mori («Grab the sun»). Tiene 6.3 estrellitas en imdb y 6 en filmaffinity. Y si tienen oportunidad de ir a verla a la Cineteca, yo les recomendaría aprovecharla.