Recientemente vi un episodio de La dimensión desconocida. Era de la primera temporada de la primera edición de esta peculiar serie; salió a finales de los 50’s y a principios de los 60’s. Por supuesto que las limitaciones que tenían en ese entonces en cuanto a escenografía y demás se notan muchísimo y el diálogo claramente es de otra época; sin embargo, es un episodio sorprendentemente bueno que me puso a pensar…

Voy a resumírselos lo más que pueda: una noche, a un ladrón lo cachan unos policías en medio de un robo y lo matan. Lo despierta un gordito que le cumple TODOS sus caprichos. El malandrín siempre tiene lo que quiere en su espacio privado; siempre gana, siempre consigue a las damas más bellas y siempre le pasa todo lo bueno. Llega el momento en el que empieza a pensar que alguien la cagó en algún trámite celestial y que fue a parar al cielo por algún error, dado que se la pasaba haciendo fregadera y media; pero el gordito le asegura que todo está en orden… Sin embargo, al cabo de un tiempo, resulta que el señor termina por fastidiarse porque no hay emoción alguna en nada de lo que hace. Desesperado y vuelto loco, le ruega a su amigo regordete que lo transfiera al infierno, para tener algo de emoción, aunque sea… Y, entonces, el camarada rechoncho le contesta: “Señor, usted está en el infierno.”

Je, je, je… ¡JA, JA, JA, J!—Todos lo veíamos venir.

Pero en serio, el episodio está padre.

Pues sí: la emoción de saber que uno puede perder le da sabor al juego – y mientras más puedes perder, mayor es la emoción, por supuesto; sobre todo si hay lanita involucrada.

Esto lo menciono porque ya me ha pasado que me usen de “caballo de carreras”: en la secundaria, recuerdo que nos juntaron a mí y a otro chavo y nos pusieron a competir en Killer Instinct Gold, apostando por nosotros 10 pesos por cada pelea ganada.

Un boceto artístico de su servidor cuando iba en secundaria…

Sí, en ése entonces también era más gordo.

Afortunadamente, no decepcioné a mi “patrocinador” y le gané 50 pesos… me quedé con 10 por el esfuerzo (por unas quesadillas gratis en el recreo, no me quejo).

Y claro, siempre es mejor cuando puedes compartir esta emoción con otras personas y, obviamente, esto va más allá de los videojuegos. Incluso podría decir que el tipo de emoción que siento cuando estoy peleando contra el jefe final de un juego mega-cabrón, es el mismo tipo de impresión que siento cuando me voy a subir a una montaña rusa por primera vez o cuando ando jugando cartas con los cuates, ya sea en línea, como en www.partypoker.com o en persona. Por cierto, dato curioso: la idea de 3 Gordos Bastardos la consolidamos en una partida de Póker, en una ocasión donde Adrián se chamaqueó al Daves de verdad épicamente.

Siempre que algo cuesta trabajo o cuando hay algo que perder – sea dinero, una apuesta de otra naturaleza o tener que regresar 2 horas atrás en un juego – la emoción que se siente al estar en el momento es mayor. Ganes o pierdas, lo bailado nadie te lo quita.