Primer viernes de mayo de No-Cartelera. Aprovechamos para hablar de algo no asiático y, especialmente, algo de animación:

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Dentro del mundillo del cine de animación, Adam Elliot está bastante lejos de ser el director más conocido, o sentar un precedente clave como otros estudios e individuos que ya todos conocemos y cuyas producciones ocupan lugares importantes en cartelera, dentro de un género-técnica que cada vez consigue una mayor importancia más allá de ser un tema de entretenimiento meramente infantil. Elliot, sin embargo, tampoco ha pasado totalmente desapercibido, teniendo un Óscar en su haber y el respaldo de la industria cinematográfica australiana que le ha permitido ir de su pequeño departamento-estudio donde realizaba sus piezas valiéndose sólo de sí mismo, a conseguir un artesanal largometraje que se ha vuelto, por mérito propio, una pequeña obra de culto. El caso es singular, pero Elliot siempre ha creído que los animadores de stop-motion son los raritos del salón.

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Y voy a  suponer que Henry Selick y Tim Burton le darían la razón.

Dentro del panorama de animación actual, donde los principales estudios estadounidenses (comenzando por Pixar) y los más occidentalmente conocidos asiáticos (aka Studios Ghibli) han tomado una posición de ‘películas para niños que también pueden ser disfrutadas por un público adulto’, Elliot define a sus propias piezas como ‘películas para adultos que también pueden ser disfrutadas por un público infantil’. Con todo lo tiernitas que puedan ver las imágenes de «Mary and Max», se trata de un largometraje cuya clasificación no fue precisamente ‘apta para todos los públicos’, sino que requería supervisión infantil y que incluso se dijo que quizá debió tener una clasificación más alta, como PG13.

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Porque cuando los niños cumplen 13 ya se les puede hablar de adicciones y tendencias suicidas, no antes.

Es 1976. Mary es una niña australiana de 8 años cuyo mundo se compone por un padre con manías taxidermistas, una madre cleptómana y alcohólica, un vecino que es su único amigo y que es un veterano de la Segunda Guerra Mundial agorafóbico sin piernas. Un gallo mascota, bullying en la escuela, sobrepeso. Australia es una imagen marrón en su mirada de niña. Max es un hombre estadounidense de 44 años, judío con obesidad mórbida, incapaz de entender al mundo a su alrededor, donde convergen confusamente las personas incapaces de cumplir las leyes, sus compañeros de Comedores Anónimos, su vecina ciega, sus extravagantes mascotas y su obsesión por el chocolate. Mary también ama el chocolate, del otro lado del mundo, lejos de ese Nueva York en blanco y negro donde Max vive. Por azares del destino Mary escribe una carta a Max para preguntarle de dónde vienen los bebés hasta Estados Unidos. A partir de esa extraña introducción ambos comienzan una inusual amistad por correspondencia que los acompañaría las siguientes décadas.

maryandmax5«Mary and Max» parece y no una animación infantil, un punto extraño entre una trama serie reinterpretada por unos ojos infantiles que van perdiendo la inocencia pero se aferran a ella. Es una historia sobre la amistad, la distancia, las afrentas de la vida, que se cimienta sobre una realidad difícil, cruel, desprovista de la retórica gentil de la justicia hollywoodense.

Conseguir ese ‘toque Elliot’ no es cosa fácil, y el director, pese a tener una filmografía que podría parecer corta, se nota sabe lo que hace y hacia dónde se dirige. Es, no solamente un artista (en ese sentido en que parece que todos en la industria del cine pueden atribuirse el término), sino un cuidadoso artesano que ha conseguido modelar un universo propio.

Después de destacar el particular estilo con el que diseña y crea sus personajes, hay que mencionar que no hay absolutamente nada digital en la película. Desde sus inicios, con los primeros cortometrajes con los que empezó a llamar la atención de las productoras y los festivales, se propuso tomar en sus manos (del modo más literal) todos los aspectos de sus creaciones audiovisuales. Unos años después hay más manos involucradas en el asunto, y algunos programas para la post-producción más necesaria, pero no ha renunciado a la elaboración más artesanal de sus producciones. Trabajando durante casi cinco años en la elaboración total del proyecto, el equipo de Elliot ocupó por lo menos una veintena de figuras para sus personajes, una gran cantidad de maquetas y materiales caseros para efectos, y un proceso de ‘grabación’ que conseguía alrededor de 4 segundos al día. Este acercamiento tan íntimo, personal y manual es sin duda una característica que se refleja tanto en su técnica como en su universo de curiosas ficciones.

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Echando un vistazo en la biografía de Adam Elliot sin duda parece que estaba predestinado a ser el rarito de la clase. Hijo de un payaso acróbata retirado, criado en una granja de camarones, con un historial de enfermedades repartidas entre los miembros de su familia y él mismo padeciendo un temblor muscular cuyo resultado irregular incorporó prontamente a su estilo de dibujo. Los primeros cortos de Elliot, «Uncle», «Cousin» y «Brother» mostraban ya su interés por lo extraño que él había convertido ya en cotidiano, una ficción que partía de sus experiencias personales y un estilo animado que marcaba distancia del resto de lo que se producía en ese campo, en el que se dice poco interesado, influenciándose más de la fotografía y otras artes plásticas.

maryandmax7Seguidor de Diane Arbus, ha conseguido con la animación cierta similitud con el estilo de la fotógrafa: planos amplios, casi vacíos, donde personajes extraños se erigen como centro estático de sucesos imprecisos. Una voz en off nos conduce por una historia de pocas palabras, de personajes que han quedado atrapado en su mundo y cuya única comunicación real son las palabras escritas y el chocolate. Y en el centro del cuadro, junto a ellos, con ellos, dentro de ellos, se sostiene en pie otro personaje, protagónico silencioso de las historias del director: la enfermedad. No como elemento atípico sino como complemento del retrato. O el verdadero retrato.

Max tiene síndrome de Asperger, una enfermedad que no comenzó a ser diagnosticada de manera frecuente hasta los años 80. Al inicio de la película se nos advierte que está basada en una historia real y se trata, indirectamente, de la vida del propio director: un par de décadas atrás, cuando era apenas un adolescente, recibió una carta de un estadounidense interesado en la cultura australiana. Se escribieron durante años antes de que su amigo por correspondencia le revelara su condición y dada la historia familiar de Elliot es posible que tal detalle no resultara particularmente extraño para él.

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«Mary and Max» es una historia de amistad, de distancia, de los obstáculos de la vida. Es un testimonio visto a través de unos ojos que no han podido comprender al mundo y que han terminado por construir uno propio en compensación. Max se pregunta en algún momento «¿por qué yo soy el raro y ellos son normales?», y alrededor de esa premisa es que el director ha compuesto todas sus historias, entre las cuales «Mary and Max», su único largometraje a la fecha, es una pequeña obra cumbre y una total declaración de intenciones. Una película tierna y difícil, dura pero con su propia fantasía y su propio ritmo. Coronada por un doblaje maravilloso que incluye a Philip Seymour Hoffman, Toni Collette, Eric Bana y Barry Humphries.

maryandmax9La película quizá tuvo la mala suerte de estrenarse en un año particularmente propicio para la animación, donde aparecieron piezas como «Up», «Lluvia de hamburguesas» (terrible traducción), «Fantástico Mr. Fox», «Coraline», «9», «La princesa y el sapo» y «The secret of Kells». No me atrevo a decir que es mejor que todas ellas sólo porque no he visto «Fantástico Mr. Fox» y «The secret of Kells», pero si bien no logró llegar siquiera a ser nominada a los Óscares en su categoría correspondiente (cosa que logró y ganó varios años antes, en la categoría de corto de animación, con su mediometraje «Harvie Krumpet») ha conseguido con los años un cierto reconocimiento como pequeña pieza de culto con toda justicia.

Una pieza de lo más particular, de un director al que bien vale seguirle la pista. Entre la desesperanza y la ternura, «Mary and Max» es una historia poderosa y única.

«Mary and Max» es una película australiana del 2009, dirigida por Adam Elliot («Uncle», «Cousin», «Brother», «Harvie Krumpet») con las voces de Philip Seymour Hoffman («Capote», «The big Lebowski», «La duda»), Toni Collette («Little Miss Sunshine», «8 mujeres y 1/2», «Velvet Goldmine»), Eric Bana («Munich», «Hulk», «Las hermanas Bolena»), Barry Humphries («Buscando a Nemo», «El Hobbit», «Amor inmortal») y Bethany Whitmore (unas pocas series de televisión de las que no tengo ni idea). Tiene 8.1 estrellitas en imdb y las merece todas y más. Pueden rentarla online en Amazon, o buscarla en Mixup o El Péndulo (en sus catálogos tiene un promedio de $400 y pocos pesos).