La tradición gráfica japonesa que ha hecho que el manga, desde sus inicios, se posicionara como una importante tendencia literaria y editorial, ha conseguido poderosas piezas autobiográficas que resulta difícil imaginar en Occidente.

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Shigeru Mizuki, un autor principalmente reconocido por sus historias de terror/fantasía yokai (basadas en la mitología monstruosa japonesa), fue enlistado para luchar durante la Segunda Guerra Mundial cuando contaba apenas con 20 años. Quince años después, cuando finalmente empieza a trabajar como mangaka, se enfoca en los temas fantásticos que lo volverían famoso, dejando hasta 1970 (aunque sería publicada tres años después) una de las obras más importantes de su carrera, «Onward towards our noble deaths» (terriblemente traducida al español como «Operación Muerte»).

Casi treinta años después de haber luchado ahí, Mizuki regresó a Rabaul, Papúa Nueva-Guinea, el sitio donde vio morir a casi todo su regimiento, perdió su brazo y empezó a preguntarse cuál era el verdadero sentido de la guerra y de la vida humana. Es tras este viaje que siente el imperioso deseo de escribir «Onward towards our noble deaths», cuyo título original alude a las misiones suicidas en que cuerpos enteros del ejército eran enviados expresamente a morir en el campo de batalla.

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Con un enorme abanico de personajes de distintos rangos, destaca apenas Maruyama, un soldado en el último escalón de la cadena de poderes que confluyeron en la accidentada defensa de Rabaul, principal base militar japonesa en el Pacífico Sur. En un lapso de tiempo intedeterminado pero que suponemos de algunos meses, vemos el proceso de destrucción (en todos los niveles) al que puede llevar la guerra, sin necesidad de recurrir al retrato del enemigo. Rabaul no fue un punto perdido en un ataque, sino que fue aislado por las Fuerzas Aliadas, quienes establecieron bases a su alrededor, desprovisto de víveres, asediado con bombardeos esporádicos, golpeado por las condiciones climáticas y las enfermedades, y finalmente orillado a la desesperación.

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Al igual que otros mangakas contemporáneos, como Keiji Nakazawa (de quien ya hemos reseñado «Gen de pies descalzos«, que también empezó a publicarse en 1973) u Osamu Tezuka (quien no necesita introducción), Mizuki se valió de un estilo de dibujo caricaturesco casi infantil que contrasta con la irrupción fotográfica de algunos momentos, sobre todo en cuestiones de paisaje y hacia el final de la historia. Lo que en un inicio puede parecer un recuento cómico de las vicisitudes de la guerra (personajes que se golpean entre sí, típicos efectos visuales de explosiones), va cambiando de tono a lo largo de sus casi 400 páginas (que sin embargo se leen vertiginosamente, gracias a la representación casi cinematográfica de la acción) sin necesidad de cambiar de estilo.

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Desde las situaciones cotidianas que se vivían acampando en medio de la selva durante las batallas, hasta la estrategia final que se intuye en el título de la novela, la trama busca hacer eco a las preguntas que se hacen constantemente los soldados (ya sea explícitamente o reflejadas en sus acciones): ¿Por qué estamos luchando esta guerra? ¿Qué sentido tiene esta defensa, casi conceptual, de un trozo de tierra a mitad de la nada? ¿Qué sentido tiene la filosofía bélica japonesa y su incitación constante a la muerte? ¿Qué valor tiene la vida humana cuando puede sacrificarse por un honor que no es tangible y, sobre todo, no es útil? La historia, como la vida, no dará respuesta a esas preguntas. Shigeru Mizuki es un hombre de casi 50 años, escribiendo y dibujando las muertes absurdas de muchos de sus amigos, y preguntándose qué sentido tuvo todo aquello.

«Onward towards our noble deaths» es una novela fascinante y poderosa en muchos sentidos, empezando por su recuento casi en primera persona (el autor nos advierte que lo narrado es «90% hechos reales») de un muy particular episodio bélico, muy representativo por sus particulares condiciones; pero también por conseguir un equilibrio narrativo perfecto entre lo cotidiano (por momentos es casi un slice of life de la Segunda Guerra Mundial), lo cómico y las enormes posibilidades del horror. Siendo su mayor riesgo el que uno puede perderse al distinguir a un personaje de otro (debido a la gran cantidad que hay y los simplificados rasgos con que se presentan), llega un punto en que no es necesario seguir a detalle las vidas o las particularidades de aquellos nombres y cargos militares que se van enlistando: todos esos hombres están hermanados por la certeza de la muerte y las condiciones infrahumanas en que deben resistir; y distanciados por las decisiones arbitrarias que unos pocos pueden hacer sobre las vidas de miles.

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Aunque la obra de Mizuki es popular en Japón desde los años 60, especialmente «GeGeGe no Kitaro», es un autor que ha tardado en ser reconocido a nivel internacional. «Onward towards our noble deaths», su primera pieza traducida al inglés, se publicó apenas en el 2011, siendo considerado como el mejor manga editado ese año, incluyéndose en 18 listas de mejores cómics o novelas gráficas; y ganando reconocimientos como el Premio Eisner a mejor edición de un material internacional y mejor obra basada en un hecho real, así como el Premio a la Herencia del Festival Internacional de la Historieta de Angulema. Apenas el año anterior, en el 2010, Astiberri había empezado a publicar algunas de sus historias en español, incluyendo «Operación Muerte».

Un autor que sin duda es necesario recuperar y reconocer, tanto por su valor histórico como por su talento narrativo y el retrato que consigue de (radicalmente) distintos aspectos de la cultural japonesa.

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«Onward towards our noble deaths» (u «Operación Muerte») está a la venta en inglés en Amazon y en español en el Péndulo.