Como lo prometido es algo así como deuda, ya les había comentado que esta semana tocaría hablar de un poco de cine europeo. Y aquí vamos.

«La ciociara», Vittorio De Sica

Ya había hablado en la ocasión anterior de un poco de cine italiano, con motivo de un pequeño maratón de Sophia Loren que empecé entonces y que terminé después con esta película, «Dos mujeres», considerada una de sus mejores. Si Loren nos ha demostrado ya que lo mismo puede andar en pintas de prostituta que como una mujer trabajadora que se deja la vida, en este caso repetirá su segundo papel, como una mujer viuda en la Italia fascista de la Segunda Guerra Mundial quien abandonará Roma para refugiarse en su pueblo natal. Entre cosmopolita y sobreviviente, parece oscilar entre no percibir por completo el peligro de la situación como por desvivirse por su única hija, Rosetta, de 13 años. En el pueblo de campesinos cuya imagen de la guerra está dictada por la oficialidad, se encontrará con Michele (aka Jean-Paul Belmondo), un joven intelectual al que de poco le sirve prever el oscuro futuro que parece acechar al país.
Si la presencia de Loren y Belmondo no es suficiente, la cinta dirigida por De Sica es un drama de época en toda norma, desde una perspectiva en la que no solemos ver tan seguido a la Segunda Guerra Mundial. Pecando sin duda por momentos de dramón, la historia brilla por la fuerza de sus protagonistas y el cuidado de su puesta en escena.

 

«Thelma», Joachim Trier
«Thelma» está ahorita por todos lados, aunque como «La maldición de Thelma», porque ¿de qué otro modo sabríamos que es de terror? Ahí está el truco. De hecho, aunque algunos ya desde el año pasado quisieron ver en ella la cinta de terror del año (seguro que en gran medida por ser exóticamente escandinava), la cinta sin duda es más una fantasía oscura que una historia de terror propiamente.
El poster es precioso y quizás ya todos sepamos que Thelma, una joven muy conservadora que se aleja de casa por primera vez, oculta un secreto paranormal que conjuga perfectamente la noción de que a veces las bendiciones pueden resultar terribles. Con ataques epilépticos, deseos reprimidos, encantadores adolescentes noruegas y fanáticos de la religión, «Thelma» es una cinta visualmente preciosa cuya historia por desgracia se desinfla un poco cuando ya sabemos por dónde va la cosa. Nos queda la reflexión psicológica y la encantadora fotografía, además de uno que otro animal en contextos bastante inesperados.

 

«The impossible», J.A. Bayona
Ambientada en Tailandia, con una pareja protagonista inglesa, es una producción española de un director al que le gusta disimular su origen. Seguro a estas alturas ya todos sabemos de qué se trata, si no es que conocemos al menos su reconocida secuencia de tsunami, pero yo no me había dado el tiempo de verla temiendo que fuera un dramón típico que usara un tsunami sólo como excusa. Porque claro, ¿quién quiere ver sufrir a tailandeses ahogados cuando tenemos la opción de una pareja rubia? (La pareja de la historia real eran españoles, además, así que ya saben que no hay que ir hasta Hollywod para que nos cambien por versiones más estéticas de nosotros mismos).
Naomi Watts y Ewan McGregor sólo querían unas vacaciones tranquilas en Tailandia (¿no es lo que todos queremos?) (uno de sus hijos es Spider-Man, btw) cuando ésta tuvo a bien ser asolada por un tsunami. Sin duda la secuencia inicial de tremenda ola tiene su fuerza visual y emotiva, pero sorprendentemente la trama no decae después de eso. Sí, finalmente sigue las pautas de una ‘historia real’ y su drama correspondiente, pero logra ir más allá de las escenas lacrimógenas y el recurso fácil de la rapiña o el humanismo exagerado. Y su ambientación inusual le ayuda de algún modo.

 

«The caller», Matthew Parkhill
Y siguiendo con las combinaciones inesperadas: ambientada en Puerto Rico, con una protagonista canadiense, pero con producción inglesa. «The caller» es un respiro agradable a un cine de terror que consumo por montones y que en muchos casos no deja sino decepción. Tal vez ayude el hecho de que es más thriller que realmente terror, aunque tuvo sus buenas oportunidades.
Mary Kee, al parecer una puertorriqueña de origen estadounidense o algo así, se acaba de separar de un esposo abusivo y busca un sitio al cual poder mudarse sola. El lugar es un antiguo edificio de departamentos, no particularmente bonito pero con vecinos agradables y donde puede darle a su vida el respiro que necesita. Ni siquiera es que el departamento en sí tenga algo de maldito de entrada, de modo que Mary Kee no se preocupa demasiado cuando empieza a recibir extrañas llamadas telefónicas de una mujer, considerando que seguramente es un número equivocado.
«The caller» conjuga de manera bastante exitosa una serie de elementos bastante inusuales, como juegos de temporalidad, teléfonos paranormales, relaciones abusivas, un país medio latino (se aparece por ahí el actor Luis Guzmán) y un misterio histórico. La verdad es que es un resultado bastante inesperado, sobre todo considerando que la traducción de su título fue bastante genérica como «Llamada siniestra».

 

«Police, adjective», Corneliu Porumboiu
Cerramos con Rumania, una industria cinematográfica de la que siempre tengo pendiente ver un poco más. En este caso, del director ya había visto «12:08 al este de Bucarest» que me parece una peliculaza.
Siguiendo un poco los restos de la dictadura (una temática bastante vigente en este país), nos encontramos con un policía que inexplicablemente parece empeñado en seguir los pasos de un adolescente común y corriente. Con secuencias burocráticas y un caso por demás tedioso, tardamos en ver el panorama completo: en un momento indefinido de la historia reciente y en una pequeña ciudad, tal parece que la misión más relevante para Cristi es descubrir si el joven al que sigue fuma o no hachís. Convencido de que no sólo es una pérdida de tiempo sino también la observancia de una ley absurda (al parecer en ese momento ya en gran parte de Europa no era ilegal el consumo de drogas en sí), el policía irá luchando con su consciencia y con un sistema opresivo al que poco le importan sus argumentos cuando se deben seguir las leyes sin reflexionar sobre ellas.
Aunque el ritmo es un poco menos efectivo que «12:08 al este de Bucarest», la estrategia es la misma: oprimir al espectador y transportarlo emocionalmente a un momento histórico que parece dibujarse con un gris pesado, asfixiante, inamovible.
Y sigo teniendo pendiente mucho más cine rumano.