«I served the king of England», Jirí Menzel

Entre los mini maratones que luego organizo para conocer a directores que tengo pendientes, hace poco me tocó Jirí Menzel, director checoslovaco al que conocía de nombre pero no tenía ni idea de sus obras ni de su género. Aunque siento checo(slovaco), debí suponerlo un poco. Descubrí, de entrada, que gran parte de ellas están basadas en los libros de Bohumil Hrabal, autor a quien también tengo pendiente y que me mira reclamando desde mis libreros.

Se trata de la clásica estructura narrativa de contar la complejidad de un momento histórico por medio de la vida de un personaje. En este caso de Checoslovaquia antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Lo primero que sabemos de Jan Díte es que sale de prisión en 1963, y su historia tendrá el toque de ‘hombre que empezó desde lo más bajo para llegar a un cierto clímax que se vería opacado por circunstancias externos’. Por una parte tenemos un personaje que no es esencialmente excepcional y que en muchos momentos su ‘clímax’ será ser un gran mesero, pero al mismo tiempo el estilo de Menzel (y asumo que de Hrabal) convierten al hombre y toda su historia en algo mágico, digno del título de la película que podría parecer hipérbole o ironía y que se entiende después casi como fábula.

Es una película que consigue atraparte antes de que te des cuenta, y con un estilo de autor que parece fácil de describir pero en realidad es único y va transformando todo a su paso. La actuación protagónica de Ivan Barnev es perfecta y todo esto sólo consigue que tenga muchas más ganas de leer a Hrabal.

«El tambor de hojalata», Volker Schlöndorff

También me tocó un mini maratón de Schlöndorff, pero he de decir que en su caso ésta fue la única película que realmente disfruté. Y, siendo un clásico, la verdad es que tendría que haberla visto mucho tiempo antes.

Una de las cosas que me sorprendió desde el inicio es cuán moderno parece todo el concepto de la cinta, pese a que ésta es de 1979, la novela de 1959 y está ambientada durante la Segunda Guerra Mundial. Hay un absurdo y una crueldad sin tapujos en la premisa y en el modo en que se suceden los hechos que no solemos relacionar con el cine de décadas anteriores, mucho menos con el que tiene tintes históricos.

Oskar Matzerath ya era un niño de lo más raro cuando decidió, a los tres años, dejar de crecer. También descubrió, gracias a su obsesión con los tambores de hojalata, que sus gritos eran tan agudos que podían destrozar muchas cosas cercanas. Aunque su primera intención parece ser la de contarnos su historia familiar desde una perspectiva objetiva, lo cierto es que el modo en que manipula los sucesos a su alrededor define en gran medida el curso de su propia historia.

David Bennent en realidad tenía 13 años cuando encarnó al pequeño Oskar (o al menos para el año de su exhibición), aunque parece más pequeño. Pero incluso a esa edad no deja de ser sorprendente la potencia de su actuación como lo complejo que debe ser interpretar a un personaje que en realidad atraviesa por toda su vida sin dejar de parecer un niño. Un detalle que bien pudo haberle jugado en contra y que sin duda resalta la fuerza de una historia tan extraña como maravillosa.

Otro de los grandes puntos altos de la obra sin duda es la actuación de Angela Winkler como madre de Oskar, actriz que me encanta y que además pronto volveremos a ver en el remake de «Suspiria» que cada vez pinta mejor.

«Moon», Duncan Jones

La primera película de Duncan Jones nos llevaba, como muchas veces su padre, a la luna. El hijo de David Bowie empieza, quizás previsiblemente, en el género de ciencia ficción con una visión íntima de un astronauta que lleva demasiados años solo en la luna acompañado únicamente por un robot con la voz de Kevin Spacey. Sam Bell está por terminar el tiempo estipulado en su contrato y ansioso por regresar a la Tierra con su familia, aunque en los pocos días que le quedan de su tediosa y solitaria labor se irá encontrando con una serie de irregularidades que le presentarán la decisión de si debe investigarlas o si debe dejar que todo pase con tal de poder regresar tranquilamente.

Aunque es evidente que la película tiene su buen presupuesto, destaca que todo recae prácticamente en un guión que bien pudo haber sido una obra de teatro con un solo actor (ok, quizás un par de actores). Mientras que la misión lunar y lo que representa es la encarnación máxima de la tecnología al servicio del ser humano, los problemas por los que atravesará Sam Bell son una regresión a la cuestión elemental del ser humano, el aislamiento y el propio sacrificio del ser humano en beneficio del concepto ambiguo de ‘la humanidad’. Y lo cierto es que Sam Rockwell está perfecto para ese papel y todas sus facetas.

Es una pena que parece que después de esta película ninguna otra de Duncan Jones ha vuelto a destacar tan positivamente, pero igual tengo pendiente seguir conociendo un poco más su filmografía.

«Crooked house», Gilles Paquet-Brenner

Esta película marca el inicio de un pequeño maratón que sigue intermitentemente hasta el momento, de cintas basadas en textos de Agatha Christie, con eso de que está volviendo a ponerse de moda. En este caso es una moderna adaptación inglesa con una producción impecable, aunque no ambicione ser un éxito taquillero como los que está dirigiendo Kenneth Branagh. La película tenía además el atractivo de que no había leído la pieza en la que está basada, de modo que no tenía ni idea de quién podría ser el culpable. Aunque con Christie eso es fácil: todos pueden ser culpables.

Charles Hayward es un joven detective privado que no ha logrado despegar demasiado lejos en su carrera, hasta que a él acude una antigua amante, Sophia de Haviland, para solicitarle que investigue la muerte de su abuelo y cabeza de familia, que ha sido tomada inicialmente como accidente pero que bien podría ser un asesinato, en vistas de la excelente relación de todos los miembros de la familia. Charles aceptará, no demasiado convencido de trabajar cerca de Sophia, e irá descubriendo lentamente los horribles secretos que cada miembro de la familia guarda. Demasiado lento, considerando que en las obras de Christie difícilmente hay un solo asesinato.

La película aprovecha bastante bien su producción actual, aunque esté ambientada hace muchas décadas. También luce bastante bien su casting, aunque no todos tengan tanta oportunidad de explotar sus personajes: Max Irons como el carismático aunque algo taciturno detective protagonista, Glenn Close como tía de Sophia y el personaje con más presencia en la enorme mansión familiar, Gillian Anderson y Amanda Abbington como esposas de los hijos del magnate muero, Terence Stamp como investigador de Scotland Yard y Christine Hendricks como la muy joven y nueva esposa del fallecido. Excelente para volver a disfrutar de la magia oscura de los relatos de Agatha Christie y para perseguir hasta el cansancio al escurridizo culpable.

«My sweet little village», Jirí Menzel

Y así terminé mi mini maratón de Jirí Menzel, descubriendo que su estilo suele girar alrededor de temas similares y que tiene una capacidad increíble para transportarnos a una época, una nacionalidad y una emoción que en sus manos son una misma cosa. Tal como su nombre nos puede indicar, la película es un retrato de una población rural de Checoslovaquia durante la época comunista. A través de una serie de personajes y sus surreales interacciones podemos ver la trama ya sea como un conjunto de escenas cómicas que no necesariamente buscan construir una historia más compleja, o como una reflexión sutil de las implicaciones del comunismo con la ironía ligera de una utópica vida en un pueblo.

Es difícil describir el sentido de la comedia y del absurdo que tiene el director y que consigue que escenas que puedan parecer tan incompatibles como las que tienen lugar en el pueblo se armonicen de tal modo que conformen un abanico tan creíble como fantasioso. Aparte de la maestría propia de Menzel, sólo puedo suponer que hay algo en ciertos países de esa zona de Europa que impregna ciertas producciones para darles su acabado final con un toque difícil de reproducir. Mientras tanto, resuelta increíble que Jirí Menzel no sea un director mucho más conocido, considerando lo maravilloso que es lo poco que he visto de su obra.