Seguro que ya extrañaban un poco las recomendaciones de terror, ¿he? (¿Un poquito?)

«The believers», John Schlesinger

Los 80 parecían un momento maravilloso para hacer thrillers con elementos sobrenaturales que fácilmente podían traducirse en terror. Sin perder las características del género original y con ese toque desenfadado de los 80-90, en muchas ocasiones, como ésta, el resultado podía ser maravilloso.

Cal Jamison es un psicólogo que vive felizmente con su esposa y su hijo pequeño, hasta que en un desafortunado accidente casero muere su esposa. Sin saber muy bien cómo lidiar con la pena, se muda con su hijo a Nueva York, donde tiene algunos amigos, y empieza a colaborar con la Policía en la investigación de una serie de asesinatos de niños que tienen un extraño componente ritual. Y por ‘extraño componente ritual’ obviamente nos referimos a ¡brujería!

La religiosidad animista también puede ser un excelente elemento en cintas de terror, aunque en Estados Unidos suelen enfocarse mucho más en el vudú, mientras que aquí se inclinan más hacia la santería aunque no se detienen demasiado a explicarlo. El contrapunto de los asesinatos y la necesidad de querer verlo como algo humano y posible de ser analizado (lo que es parte de la labor de Cal) consigue un equilibrio de lo más afortunado, a lo que se suma la mezcla humana de Nueva York y personajes que sin querer ser muy profundos resultan interesantes. Todo sin perder de vista que es esencialmente un thriller y que tiene casi hasta un toque de divertimento.

Lo cierto es que viendo al inicio que el protagonista era Martin Sheen no podía imaginarme que resultara tan bien en esa curiosa mezcla de elementos aparentemente contradictorios. Seguro que eso es parte de la brujería.

«Shivers», David Cronenberg

¿Les he dicho ya cuánto me gusta el cine de David Cronenberg? Y aun así no siempre me doy tiempo para ver las piezas que todavía me faltan de su filmografía, como ésta que tantas veces había querido empezar y se me escapaba por alguna razón u otra.

«Shivers» es la tercera película de Cronenberg y la primera que supera la barrera de la hora de duración (aunque tampoco por mucho). En ella se adentra en uno de sus temas usuales y que acaparó su interés durante el inicio de su carrera, que son las desviaciones sexuales con influencias sobrenaturales, y además demuestra maravillosamente cómo se puede hacer una excelente película con un mínimo presupuesto. No tiene que pasar mucho tiempo en pantalla para que supongamos cuánto se ahorró en la gran mayoría de los elementos y el modo en que se optimizó los recursos que se obtuvieron, como el increíble edificio donde prácticamente sucede toda la acción.

Empezamos con un crimen, como debe ser, un doctor ataca a una joven en lo que parecería primero un ataque sexual pero que pronto se convierte en destripamiento, ácido y suicidio. Si pensamos que esto es Canadá en los 70, resulta todavía más incomprensible, y luego nos enteramos que todo esto sucedió en el nuevo complejo Starliner Towers que promete todas las maravillas de los edificios utópicos en cine que tanto nos encantan. Vemos parejas llegar a comprar departamentos, vecinos que ya viven ahí, la promesa de que todo está dentro del complejo y que es una maravilla, ignorando el hecho de que un asesinato acaba de tener lugar y que el médico del lugar, Roger St. Luc, colega del doctor asesino, Emil Hobbes, no se traga tan fácilmente la explicación de crimen pasional. A partir de ese momento, un gran número de historias se irán entrelazando unidas por el ‘virus’ que provocó el primer asesinato y cuyo origen se irá revelando al mismo tiempo que sus inesperadas implicaciones.

Con mucho menos presupuesto para la parte más visual de su conocido body horror, el argumento de «Shivers» no necesita grandes efectos para adentrarnos en el universo tan retorcido y fantástico que Cronenberg ha creado para nosotros.

Como suele suceder, ahora me muero por ver más películas del director, sobre todo de sus primeros años, y me sorprendo un poco al ver su filmografía y descubrir que es más corta de lo que me hubiera imaginado.

«Tenebrae», Dario Argento

Tuve también alguna etapa de amor/obsesión por Dario Argento, y sin embargo hay películas clave en su carrera que me salté por motivos inexplicables. «Tenebrae» puede que no sea tan popular como otras, pero sorprende el grado de perfeccionamiento de su propio arte que alcanza en ella, aunque por momentos parezca inclinarse más al género policial que al terror en sí.

Peter Neal es un escritor estadounidense que viaja a Roma para promocionar su última novela. Su viaje tiene algunos obstáculos, él supone que debido a una acosadora en su país de origen, pero no se esperaba encontrarse con que además de su público usual italiano se las vería con un asesino que trata a sus víctimas exactamente como sucede en su novela. Si hemos visto o leído anécdotas reales sobre el modo de trabajar de la policía en Italia, no sorprende que la conclusión lógica de sus representantes en la ficción sea lo mismo solicitar la ayuda del escritor para atrapar al asesino como sospechar de él.

Con el estilo usual del director, aunque tal vez un poco menos estilizado, nos encontramos lo mismo con algunos elementos surreales en el contexto de la trama que con unas secuencias estéticamente preciosas que retratan asesinatos sangrientos. El elemento giallo, representado por el enigmático asesino, está menos relacionado con el slasher que en otras producciones debido al componente policial y a la propia motivación del personaje, aunque tardemos casi toda la película en descubrirla.

Es una película curiosa para el punto de su filmografía en el que se encuentra: viene después de «Suspiria» y «Profondo rosso» (de la que hablaremos dos películas abajo), que son más experimentales y que seguramente asociamos más con el estilo del autor, pero antes de «Phenomena» (que parece una pieza mucho más temprana) y «Opera» (que regresa un poco sobre el estilo de las dos antes mencionadas). De hecho me parece que se asemeja más a lo que trató de hacer con «El pájaro de las plumas de cristal» y «El gato de nueve colas», pero acercándose más al horror y no quedándose únicamente en el thriller.

«Cam», Daniel Goldhaber

Pueden argumentar que yo no he visto más que un sólo capítulo de «Black mirror» y seguro me estoy perdiendo de algo, pero me encantó la propuesta argumental de «Cam» y el modo sencillo en que pone en entredicho lo que entendemos por personalidad ante los demás y, sobre todo, ante las redes sociales. Me parece un juego de realidades que funciona a la inversa de la mayoría de las historias actuales que van por esos temas: la tecnología es sólo un medio para cuestionar lo que es inherente al ser humano y no viceversa. Lo importante no es tanto la pantalla sino lo que ella pueda decir realmente de nosotros, del otro lado.

Alice es una cam girl conocida como Lola, que se toma muy en serio su trabajo en este medio. Tiene no sólo un cuarto bastante adecuado para su labor, una cantidad impresionante de accesorios, sino un plan de trabajo que le permita ir subiendo en popularidad y, por consiguiente, ganar más dinero. Obviamente el mundo de las cam girls no es fácil y la competencia desleal muchas veces afecta hasta los mejores planes, y para Alice no es sólo una cuestión monetaria la que se ve en riesgo sino su deseo de ser reconocida y admirada. Hasta ahí todo normal, pero un día, después de una buena jornada grabando en un sitio externo, se encuentra con que no puede acceder a su cuenta en la página y que, además, están pasando videos anteriores de ella como si estuviera en línea. Pero ¿son realmente videos anteriores? Nosotros sabemos que es una película de terror y que, si vemos el título, obviamente alude a que algo terrible sucederá en relación con su trabajo. Así que ese pequeño ‘ay, no puedo entrar a mi cuenta’ que podría asustar a cualquier de nosotros, no va a ser poca cosa.

Madeline Brewer es una buena actriz, ya lo había demostrado en «The handmaid’s tales» (aunque aquí se luce mucho más), y carga prácticamente con todo el peso de la historia de un modo bastante convincente. Es, además, un personaje complejo que no busca caer en tópicos de ningún tipo: ni es el ángel caído que terminó en un sitio que no imaginaba, ni es tampoco una empresaria virtual despiadada, ni es exageradamente buena ni mala amiga, hermana, hija. Es, eso sí, una mujer que se dedica por decisión propia a un trabajo que la obliga exponerse, que la obliga a venderse de manera atractiva ante los hombres, pero que también teme encontrarse con los rostros conocidos de algunos de ellos en sitios públicos.

No puedo evitar que mi reflexión sobre ella me lleve en cierto modo hacia «Perfect blue» y lo que su juego de realidades virtuales significó en aquella época en que el internet apenas estaba empezando y Mima se quedaba un poco atrás para comprender todas las implicaciones de ese nuevo mundo que era un engaño. Así, para Madeline, lo que empieza por un contratiempo que no parece grave y con una explicación algo forzada, la hará cuestionar su propia realidad a partir de la que voluntariamente había creado como su rostro virtual.

«Profondo rosso», Dario Argento

Y seguimos un poco más con Argento, con otra de sus piezas maravillosas y cercanas a ese bello sentido de la violencia que sin duda ha contribuido en gran medida a su posición actual de culto. Sólo necesitamos el título para que nos remita a tantas escenas suyas donde sin duda el rojo ha sido un elemento fundamental.

Helga Ulmann es una médium alemana que se presenta en un teatro en Italia donde parte de su acto consiste en convencer al público de que puede leer la mente. Mientras trata de hacerlo arbitrariamente con alguno de los espectadores, se da cuenta de que se trata de un asesino y entra en shock, con lo que el espectáculo termina abruptamente. Horas después, Marcus Daly, músico británico y vecino de Ulmann, regresa a su casa después de una noche de trabajo y alcohol y desde la plaza ve a través de las ventanas que Helga está siendo atacada. Corre para auxiliarla pero cuando llega ya ha sido asesinada. Como principal testigo, Marcus se encuentra en la mira de la policía y de la prensa, con lo que se vuelve más conocido de lo que hubiera querido y probablemente siguiente blanco de un asesino que no quiere dejar cabos sueltos.

Aunque la premisa suena mucho a thriller policial con asesinos de por medio, el desarrollo de la cinta se vuelve un poco más experimental y una vez más pasamos por situaciones de lo más surreales e incluso hasta un extraño arco romántico. El asesino es algo más slasher y Marcus resulta interesante en su limbo en el que quiere saber al tiempo de que preferiría no estar envuelto con nada de eso. Como en la cinta anterior del director, y como en muchísimas sobre asesinos medio sobrenaturales en serie, gran parte del misterio de la cinta consiste en adivinar quién está detrás del arma y cuáles son sus extrañas motivaciones. En el caso de Argento, como buen italiano, lo extraño de esas motivaciones nunca se queda corto.

«From a whisper to a scream», Jeff Burr

Se trata de la última película propiamente de terror en la que Vincent Price actuó, hacia finales de los 80 y con 76 años. En realidad es una serie de viñetas/cortos de terror que se ven unidos por un marco común en el que Price reina como el ícono del terror que era, aunque tiempo después se arrepintiera de haber aceptado ese papel.

Una reportera va a buscar al bibliotecario Julian White para preguntarle sobre la muerte de su sobrina, quien acaba de ser ejecutada por crímenes que nunca quedan del todo claros pero que podemos suponer abominables. White no está especialmente sorprendido, pese a no haber asistido a la ejecución y dejar claro la distancia que lo separaba de su sobrina, pero culpa sobre todo a una maldición que dice pesa sobre el pueblo, Oldfield, Tennessee, y que ha provocado episodios horribles a lo largo de su historia. En un estilo muy propio del subgénero de que lo maldito es el lugar y no las personas, y que los hechos terribles no son aislados sino parte de un cosmos mayor.

White le cuenta a la reportera cuatro episodios históricos bastante dispares, intentando que le crea que el horror está en la ciudad y no únicamente en su sobrina asesina. Los episodios se cuentan temporalmente hacia atrás, empezando con el primero, en tiempos actuales, en el que un oficinista en exceso tímido sueña con invitar a salir a una atractiva compañera, con resultados desastrosos. En el segundo, ambientado en los años 50, un hombre herido que escapa de unos gángsters que lo persiguen se encuentra con un hombre misterioso que claramente oculta un secreto. En el tercero, ambientado en los años 30, una chica se enamora de un artista de carnaval, un comedor de vidrio, pese a que entre ellos se interpone la que lleva el espectáculo, una mujer serpiente. Finalmente, durante la Guerra Civil vemos la historia de un grupo de soldados que llegan a una población donde los niños viven solos, aparentemente por ser huérfanos de guerra.

Las historias son dispares en cuanto a temática, tratamiento e incluso efectos. Es difícil suponer si quería representarte distintos tipos de terror o si son totalmente arbitrarias. Como tal, algunas resultan más interesantes que otras, destaca sobre todo la última, que tiene un dejo muy afortunado a «¿Quién puede matar a un niño?». Price hace todo lo que puede en su papel, y siendo él mismo tan icónico y con un aire tan aristocrático para el horror, no puede salirle del todo mal, pero lo cierto es que hay partes en que se entiende que no sea precisamente el trabajo que más le haya gustado.

«Insidious: the last key», Adam Robitel

Con este asunto de las sagas, bien podría hablar de las cuatro películas de «Insidious», pero creo que todavía no es un número especialmente impresionante. Aunque parece que saldrá otra, uy. También es cierto que de saga no tiene mucho, porque muy rápidamente perdió el elemento más característico de la primera película, que el uso sobrenatural de la parálisis del sueño (de una manera bastante exacta, si creemos a lo que nos dicen personas que la padecen en el genial documental «The nightmare»).

Si no han visto ninguna de las anteriores, no importa, esta última llave es todavía más independiente que la tercera parte, aunque se centra en el personaje de Elise Rainier, que ha atravesado todas las películas. En todas ellas la vemos como una mujer mayor, pero al inicio de «The last key» vemos un fragmento de su pasado, cuando se mudó con sus padres y su hermano a una casa dentro de una colonia penitenciaria junto a una cárcel. Por si el ambiente no fuese lo suficientemente lúgubre, su padre era un maltratador y su madre, quien compartía sus dones psíquicos, murió siendo ella muy joven. Muchos años después de haber abandonado esa casa creyendo que era para siempre, su equipo de cazafantasmas es contratado por el nuevo inquilino de esa propiedad, quien jura que está embrujada. Ella sospechó siempre que así era, aunque de joven no tuvo oportunidad de comprobarlo, y aunque no le encanta demasiado la idea de regresar, espera reparar algo en ella ayudando a la persona que ahora vive ahí.

Como pueden ver, no hay parálisis del sueño por ninguna parte. Si hay una conexión temática, además de la presencia de Elise, Tucker y Specs, es la explicación de cómo Elise desarrolló los poderes que la han ayudado a atender a los protagonistas en desgracia de las partes anteriores. Pero el horror va otro lado, y aunque es entretenido y tiene buenos elementos, perfectamente podría haberse desarrollado sin relacionarse de ningún modo con la saga de «Insidious».

Por otra parte, Elise y su equipo de freaks son de los elementos más disfrutables de la saga, así que la apuesta no está demasiado errada. Como otro plus, el padre de Elise en los flashbacks es interpretado por Josh Stewart, que es un actor que en general me gusta y que siento que se luce bien en cintas de terror.

«Alone in the dark», Jack Sholder

Cuando uno piensa en el terror ochentero y cree que todo es ridículo debido a los efectos de la época y algunas de sus ideas descabelladas, en realidad se está perdiendo esa cara del terror que se esconde detrás de esas extravagancias. Con un título como «Alone in the dark» sabemos todo y nada, pero al miedo a la oscuridad se le suma un asilo psiquiátrico y entonces las cosas quedan un poco más claras.

El Dr. Potter acaba de mudarse con su esposa y su hija a la ciudad de su nuevo trabajo, un hospital psiquiátrico donde procuran atender con seriedad a los pacientes y darles total libertad, con excepción de un reducido grupo de criminales dementes que permanecen en el último piso. La hermana del doctor también llega de visita y obviamente las cosas saldrán mal a la primera oportunidad. El grupo de locos peligrosos está convencido de que Potter mató a su médico anterior, el Dr. Merton, por lo cual lo lógico es que ellos lo maten a su vez. A los pocos días un apagó en toda la ciudad les permite escaparse y camuflajearse con todo el caos en busca de cumplir con su misión.

El conjunto de ‘villanos’ protagónicos es de lo más adecuado: el jefe, un antiguo militar, quien podría parecer cuerdo excepto cuando elabora los planes que guían a los demás en su sangrienta misión; un sacerdote cuya obsesión por la moralidad lo llevó a cometer algunos incendios con víctimas intencionadas; un violador de menores con mucho sobrepeso y un asesino en serie que sufre de hemorragias nasales tras matar y que no permite que le vean el rostro. La verdad es que la película se pinta sola.

La estructura narrativa se concentra en la parte de invasión de hogar, pero no es eso lo único que sucede durante la trama, de modo que vemos un poco de los distintos personajes aunque no terminen por ser demasiado profundos. Tiene algunos clichés de la época, aunque en general es lo suficientemente entretenida para sortearlos con cierto éxito

«What lies beneath», Robert Zemeckis

Es una película típica de televisión de fines de semana (o así era cuando yo veía televisión) y de hecho no me tomó mucho tiempo recordar que ya la había visto alguna vez en una situación así, aunque no recordaba del todo cómo se desarrollaba la acción.

Harrison Ford y Michelle Pfeiffer están casados, pero no todo es miel sobre hojuealas porque su única hija está por irse a la universidad y Claire (Pfeiffer) está algo nerviosa aunque nadie habla directamente de la verdadera razón. Ella trata de ajustarse a su nueva vida un poco más sola en su casa, cuando comienza a sospechar que el matrimonio que acaba de mudarse a la casa vecina es algo violento. Lo cual no sería totalmente preocupante si no se hubiera encontrado un zapato con sangre afuera de la casa vecina cuando fue a dejarles un regalo de bienvenida. Con todo, las personas alrededor de Claire parecen temer que todo esté en su cabeza, al tiempo que otras cosas extrañas comienzan a pasar en su casa. De modo que las únicas explicaciones es que la casa esté embrujada, por efecto indirecto de los vecinos, o que ella se esté volviendo loca. ¿O no?

Es una película palomera y cumple estrictamente con ello, con el plus de que uno puede ver y preguntarse cómo esos actores aceptaron salir en una historia así. Pero supongo que todos los actores caen en algún momento en el género de terror y luego se preguntan por qué. La trama tiene algo de misterio que tenemos que ir resolviendo (que lo cierto es que se tarda más de lo usual, con poco más de dos horas) y ayudan un par de giros inesperados para que no todo se limite a los posibles fantasmas y sus apariciones.

«Halloween», David Gordon Green

La verdad es que la idea de hacer la onceava película de «Halloween» no era necesariamente mala. Yo siempre creo que se pueden aprovechar los recursos actuales con las historias de terror, pero inexplicablemente parece que los productos no se preocupan mucho por eso. Esta cinta es la sexta participación de Jamie Lee Curtis como Laurie Strode, protagonista de la primera película, y también es su regreso después de que Rob Zombie tratara de aportar su visión a la saga (en mi opinión, no muy bien logrado). A mí me parecía excelente tener a una mujer de casi 60 años como final girl contra una entidad tan icónica como Michael Myers, pero supongo que se necesita más que un par de elementos para hacer una historia.

Michael lleva muchos años refundido en un hospital psiquiátrico donde lo han estudiado hasta el cansancio pero ya no les importa más, de modo que van a transferirlo a otro sitio y olvidarlo para siempre (porque así funciona el sistema penal en Estados Unidos, aparentemente). Laurie vive alejada del mundo, en una casa que es una gran habitación del pánico, y sosteniendo una pésima relación con su hija y su nieta. A ellas parece resultarles muy fácil exigirle que supere la traumática experiencia que vivió a manos de un asesino serial. Y Laurie es la madre/abuela mala onda que está obsesionada con un monstruo.

De modo que obviamente Michael Mayers tiene que escaparse y tiene que ir en busca de su víctima favorita. En realidad creo que nunca he entendido sus motivaciones de modo que eso es lo de menos. La premisa es un poco excusa para que veamos un poco de acción y que se luzca un mini conjunto (no siempre muy convincente) de mujeres guerreras. De hecho la relación entre abuela, madre, hija es lo que parece más trabajado de la historia, y por momentos incluso pare que pueden lograr algo con ello, o con el proceso en que parece que Laurie se ha convertido en un reflejo de su perseguidor, pero todo se queda en intenciones. Aunque la mayor parte del metraje es algo entretenido y tiene incluso algún buen momento, hacia el final uno sufre bastante con lo bajo que puede haber caído la saga. Una pena.