«The Ted Bundy tapes», Joe Berlinger

Cuando me hablan de las producciones de true crime de Netflix me ganan rápidamente (en general con cualquier producción sobre true crime). Y ya saben, como suele suceder cuando son estrenos, todo mundo empieza a hablar de cuán terriblemente horrible es el documental en tanto que Bundy es terriblemente horrible como asesino serial. Y aunque nunca he sido muy fan de Bundy ni me parece tan punto culmen de los asesinos en serie como lo pintan, pues obviamente tenía que ver la serie. Cuatro capítulos y obvio al final de cada uno te quedas con ganas de saltar inmediatamente al siguiente.

Tal vez ya conocerán la extensa fama de Ted Bundy, basada sobre todo en su atractivo físico y en que supuestamente parecía un miembro regular de la sociedad (incluso destacado). Pero incluso si no saben muy bien de qué van sus crímenes, la serie está aquí para guiarlos paso por paso por lo que se conoce oficialmente de su carrera criminal, que ciertamente tiene también su atractivo para quien gusta de este tipo de historias (sobre todo en lo relacionado con sus escapes). Pero, como su título lo indica, lo que verdaderamente busca aportar la serie es la reproducción de una serie de cintas que el asesino grabó con el periodista Stephen Michaud, a lo que se suma una gran cantidad de material audiovisual recopilado a lo largo del tiempo. No se trata sólo de conocer su historia sino de ver y escuchar al propio Bundy y el modo en que, 30 años después de su ejecución, sigue tratando de confundir a sus interlocutores.

Producciones como ésta demuestran cuánto puede aportar realmente una imagen a una historia, incluso transformarla o darle toda una nueva dimensión. Tanto leer sobre Bundy como el sociópata perfecto en tanto ‘se camuflajeaba perfectamente con la sociedad’ para luego encontrarnos con que varios de sus rasgos de personalidad evidenciaban desde muy pronto que claramente había problemas detrás de esa fachada que tanto se esmeraba por construir. Y es que Bundy fue en gran parte el constructor de su propia leyenda, y todos los demás se la compraron. Ir desgranando así la historia es verdaderamente fascinante, aunque si Bundy resulta despreciable como ser humano ya de entrada, el verlo desenvolverse en imagen hace que uno lo aborrezca todavía más.

(O tal vez yo, porque también he leído comentarios en el más puro estilo serial-killer fan y qué terror).

«Tempestad», Tatiana Huezo

Este documental puede parecer una curiosidad, sobre todo si tomamos en cuenta lo poco conocido que es para haber sido enviado para representar a México los Óscares y en los Premios Goya en 2017. De cualquier modo, está disponible en Filmin Latino y pueden verlo por $25 sin necesidad de comprar membresía mensual.

Que en México impera la injusticia y la violencia por desgracia no es un tema original, ni en producciones de ficción ni en documentales. Tatiana Huezo vuelve sobre esa realidad desde dos perspectivas personales y femeninas: Miriam, empleada del aeropuerto de Cancún, quien es acusada injustamente de tráfico de personas y pasa un buen tiempo en una cárcel en el norte del país controlado por el narcotráfico; y Adela, payasa en un circo, quien lleva 10 años buscando a su hija Mónica, desaparecida, al tiempo que cuida a su otra hija, con discapacidad intelectual. En ambos casos hay un viaje y una espera, cada parte del país parece abismalmente separada de las otras y sus situaciones parecen (y son) una cárcel tanto física como emocional. Una mujer distanciada de su hijo que se ve obligada a sobrevivir en terribles condiciones en una cárcel. Una mujer que necesita sobrevivir en el día a día pese a la terrible herida que lleva con ella, y que debe compaginar sus responsabilidades diarias con una búsqueda que parece destinada a nunca encontrar su final.

Éstos son apenas dos casos de los miles o millones que podríamos encontrar en el país, pero sirven para dar voz y nombre a las injusticias que cada día parecen más comunes, más olvidadas entre tantas otras noticias. Especialmente el caso de Miriam resulta desgarrador en tanto nos dibuja el escenario de lo que es vivir en una cárcel, el tipo de dinámicas que uno tiene que desarrollar y las cosas que uno se encontrará y que no puede dejar que lo quiebren si es que aspira a salir en una pieza. Eventualmente su narración deja de lado el hecho de que, además, se encuentra ahí de manera injusta porque es inocente, y parece aceptar un destino terrible si es que está dispuesta a volver a ver a su familia. En el caso de Adela, claro, nos queda la desolación de que no hay una resolución a lo que se presenta. Como tantas madres de hijos desaparecidos, tal vez nunca sepa lo que sucedió.

Tal vez no sea el tipo de cinta que imaginemos cuando se habla de lo mejor del cine mexicano (ya que nuestra academia pareció considerarla así en su año), pero sin duda es un buen documental para no dejar de poner el dedo en la herida de las tantas injusticias que suceden diariamente en el país.

«Amanda Knox», Rod Blackhurst & Brian McGinn

Después de ver «The Ted Bundy tapes» y ya que estaba en Netflix, pues aproveché más de su catálogo de true crime. Ya me habían platicado de este documental hace mucho tiempo y también conocía el caso, pero recientemente había vuelto a leer sobre él en relación con el caso de «El monstruo de Florencia», así que decidí darle una repasada y ver qué más podía ofrecer el documental.

Amanda Knox, estadounidense, se fue de intercambio a Italia cuando era adolescente. Vivía en una casa con más chicas extranjeras, tenía un novio italiano, el sueño de cualquiera. Hasta que un día llega a su casa después de pasar la noche con su novio y se encuentra con el cadáver de una de sus compañeras, Meredith Kercher. Por si esto no fuera suficientemente malo, al poco tiempo ella y su novio son acusados de haber perpetrado el crimen a modo de orgía que salió terriblemente mal.

Al inicio, en cámara, la propia Amanda Knox parece negarse ser presentada como la típica inocente que fue declarada culpable de un crimen terrible. Seguro, en parte, acostumbrada durante tanto tiempo a que se hicieran toda clase de especulaciones respecto a ella. Y nos pregunta qué puede ser peor: que se encuentre libre ese lobo vestido de oveja que fue capaz de asesinar brutalmente a una chica de su misma edad o que sea una persona completamente normal que se vio involucrada por cuestiones totalmente arbitrarias en un caso criminal tan sonado, y entonces nadie está totalmente a salvo.

Al igual que mencionaba antes, es muy distinto leer sobre el caso y poder ver en video las reacciones de Knox durante todo el proceso. Por una parte porque es más fácil hacerse así uno idea de la personalidad de una persona, pero también porque muchas veces lo que se lee ya tiene el juicio de antemano de quien lo escribió. Si antes habían ciertas cosas del caso que me parecían inconsistentes o extrañas, mucho quedó resuelto al verlas retratadas por cámaras o al tener la versión de más de una persona.

Es sin duda un documental que se disfruta mucho más si no se conoce el caso y se va indignando conforme pasan las cosas, pero como casi todas las producciones de Netflix que me ha tocado ver, su nivel de producción es de lo más adecuado.

«Leaving Neverland», Dan Reed

Siguiendo con la línea de criminalidad, aunque desde otra perspectiva bastante distinta, nos encontramos con Michael Jackson. Desde que anunciaron el documental me estuve preguntando si querría verlo, ya que el tema del abuso sexual infantil no es fácil de digerir, ya no digamos contado por sus propias víctimas.

Seguramente ya todos escucharon algo al respecto. Wade Robson y James Safechuck, dos ex ‘mejores amigos’ niños de Michael Jackson lo acusan públicamente, mucho tiempo después (del acto y de la muerte del artista) de haber abusado sexualmente de ellos. El documental tiene una línea narrativa bastante simple: cada uno de ellos va contando su historia paso por paso, para enfatizar los sucesos y también para explicar de algún modo cómo es que se dan estas situaciones. Sin duda hay muchas cosas que podrán resultar difícil de entender (de entrada que un padre permita que su hijo menor comparta tanto tiempo con un adulto parcialmente desconocido), pero creo que es importante no perder de vista que éste no es un contexto cualquiera y que en él juega de manera muy importante la posición de poder que tenía Jackson en su momento.

El documental, si tomamos la posición de sus protagonistas (o incluso si queremos inclinarnos por el beneficio de la duda), es desgarrador. La voz del trauma arrastrado por años y de la explosión tanto tiempo después es sumamente convincente y triste. Pero obviamente, al tratarse de una figura tan elevada como la de Michael Jackson, de lo que más se ha hablado es de su veracidad. Es cierto que hay preguntas que uno puede hacerse, pero también que muchos de los argumentos que esgrimen quienes no le creen a Robson y Safechuck demuestran lo poco que sabemos o aceptamos del abuso sexual infantil. Si uno se pregunta ‘¿por qué ahora después de tanto tiempo?’ sin duda es porque nunca ha tenido que ocultar algo tan dentro de sí que no sea capaz de expresarlo hasta que explota.

Con todo, tomando en cuenta el caso, uno tiene que ir advertido de lo que va a ver: más que un despliegue visual o retórico de documental, es casi únicamente la voz de alguien que ha tardado demasiados años en poder entender y contar su propia historia.

«Ai Weiwei: Never sorry», Alison Klayman

Desde hace algún tiempo que parece imposible no conocer al artista chino Ai Weiwei, aunque sea sólo de nombre y de algunas de sus fotos más emblemáticas. Pero he de confesar que yo no conocía mucho más y ni siquiera estaba al tanto de en qué consistía realmente su propuesta artística. Y también, más que por interés, fue por casualidad que llegué a este documental.

La directora, Alison Klayman, conoció a Ai Weiwei en 2008. El documental sigue de cerca al artista, de manera intermitente, entre este año y 2011, cuando fue detenido por la policía china durante casi tres meses. Más que tener una estructura definida, es durante este seguimiento personal que vamos descubriendo por pedazos los distintos aspectos del artista: él mismo, su estudio, los gatos, algunas de sus instalaciones, las investigaciones detrás, los voluntarios, su hijo. Las escenas se van sucediendo y de algún modo nos adentramos a su mundo de manera natural, viendo la relación en todo y cómo esto se va reflejando en su arte. Uno de los momentos en los que más se detiene es el desarrollo de la pieza dedicada a los niños víctimas del terremoto en Sichuan en 2008 y creo que funciona de manera más que apropiada para aproximarnos a la visión y construcción de su arte. También la parte relacionada con su arresto nos muestra otro de sus rostros.

No suelo buscar documentales sobre personajes específicos (que no sean asesinos, al parecer), sobre todo actuales, pero lo cierto es que algo de toda el aura de Ai Weiwei me atrapó como no me hubiera esperado. Y supongo que ahora tengo que ir a ver su exposición en el MUAC, aunque ya me hayan advertido que no está tan buena.

«Period. End of sentence», Rayka Zehtabchi

Se trata de un cortometraje de 25 minutos que se dio a conocer tras ganar el Óscar a Mejor Cortometraje Documental en la última entrega de premios. Durante su discurso, la directora comentó que nunca imaginó que un documental sobre la menstruación ganaría tan importante reconocimiento. Y además está en Netflix.

En cuestión de cortometrajes, me parece que la vertiente documental tiene el mérito extra de tener que presentar un tema en un tiempo limitado y resultar lo suficientemente completo como para considerarse un documental como tal. En este caso, no es que se hable de la menstruación en general, sino específicamente del proyecto de Arunachalam Muruganantham, un emprendedor indio que ha buscado difundir una máquina de su creación que permite elaborar toallas sanitarias biodegradables a bajo costo. El caso específico lo vemos en Hapur, donde un grupo de mujeres son capacitadas para utilizar la máquina y con eso poder usar y vender las toallas elaboradas. En poco tiempo podemos adentrarnos en una cuestión sanitaria, pero también en la posibilidad de empoderar económicamente a mujeres de bajos recursos.

Creo que más que el proyecto en sí, una de las más cosas más sorprendentes del documental es ver de primera bajo los bajísimos niveles de higiene que hay en las comunidades pobres de India y también la nula educación respecto a cuestiones biológicas como la menstruación. Varias de las mujeres entrevistadas inicialmente no pueden dar respuestas certeras a preguntas básicas al respecto, ya no digamos de los hombres. De modo que al momento de abordar el proyecto hay que considerar también que el público al que se dirige tiene una barrera inicial que también debe ser abordada por las mujeres que se suman a la iniciativa.

Aunque tiene un aspecto inicial claramente desgarrador, se trata de un documental sumamente esperanzador y con un dejo de alegría que uno tampoco se habría imaginado tomando en cuenta el tema. ¿Y ya les dije que pueden verlo en Netflix y sólo dura 26 minutos?

«For the love of Spock», Adam Nimoy

Aclarar, de entrada, que no sólo nunca fui trekkie, sino que además sé bastante poco sobre «Star Trek». Y sin embargo la figura de Spock es bastante clara en mi infancia como seguro en muchas de las de ustedes, y después la de Leonard Nimoy en algunas otras de las películas en que participó. Así que un poco de ganas sí tenía de ver el documental, a lo que se sumaba la intriga de que hubiera sido dirigido por su propio hijo, porque todos sabemos que las relaciones familiares siempre tienen sus propias dimensiones.

Adam Nimoy empezó a planear el documental junto con su padre el año antes de que éste muriera. Originalmente la idea era centrarse únicamente en el personaje de Spock, en conmemoración del 50 aniversario de la serie, pero tras la muerte de Leonard, su hijo comenzó a plantearse muchas cuestiones sobre la relación que mantuvo con su padre y con lo que éste hizo y fue más allá de su personaje vulcano. De modo que el documental sirve a modo de celebración de la propia serie, lo que propuso y alcanzó, y lo que específicamente el personaje de Spock representó y el modo en que eso moldeó el mundo alrededor de Nimoy. Es curioso y tal vez porque el cine y la televisión tienen algo de magia en sí mismos (sobre todo si consideramos una serie de ciencia ficción), pese a algunos altibajos que sin duda marcaron la vida de Nimoy hijo, el documental tiene algo de esperanzador y encantador (y mágico y espacial) entre las muy distintas visiones que presenta.

La figura de Nimoy siempre me había encantado y aunque no sabía nada de su vida, fue una experiencia agradable adentrarme en ella a través de la mirada de alguien tan cercano. Es otro de esos casos curiosos en que no tienes contexto de modo que todo es nuevo, y aunque es una historia que no me imaginé como tal (tal vez porque uno nunca pueda imaginarse precisamente una vida que no conoce), resultó contagiosa esa magia y la de tantas otras personas que gravitaron a su alrededor o que fueron transformados por un personaje en pantalla.

«Bajo Juárez: La ciudad devorando a sus hijas», Alejandra Sánchez & José Antonio Cordero

La situación de las mujeres en Juárez, más concretamente sus muertes, es conocida por todos a grandes rasgos, pero entre tanta información todavía vivimos con el misterio que nos explicaría cómo llegamos al punto de que en un solo lugar sean asesinadas mujeres al por mayor y nada pueda esclarecerse. «La ciudad devorando a sus hijas» es una de tantas investigaciones respecto al fenómeno de las muertas de Juárez, una de tantas miradas que tratan de explicar, desde hace años, un poco de lo que está pasando.

Con una investigación que empezó varios años antes de la realización del documental, el complejo tema se centra en varias historias entre las que destacan la de una madre que perdió a su hija (siguiendo sus acciones nos encontraremos también con otros padres y con los grupos que han organizado para llevar adelante su reclamo) y la de una joven veracruzana que llega a Ciudad Juárez para trabajar en una maquila. Aunque la elección de la segunda historia puede parecer un poco extraña, ya que la joven no está directamente relacionada con los sucesos de la otra padre, me parece que busca humanizar la imagen de tantas jóvenes que buscan mejorar su calidad de vida aunque esto signifique trabajar en condiciones peligrosas; una suerte de ‘esto podría pasarle a cualquiera’.

No es un documental especialmente profundo y deja más preguntas que respuestas en relación con el fenómeno que aborda, pero aporta una visión específica para aquellos que puedan tener interés de entrada en el tema y no estén buscando muy especializado. Además también pueden encontrarlo en Filmin Latino y rentarlo por $25 pesos.

«Mi vida dentro» , Lucía Gajá

Siguiendo con los documentales mexicanos, dirigidos y protagonizados por mujeres y que pueden rentar en Filmin Latino, llegamos a «Mi vida dentro». Que, por cierto, su directora, Lucía Gajá, es una de los mexicanos que la Academia de Estados Unidos invitó para convertirse en miembro hace apenas unos días.

Hablando de temas que pueden ser bastante conocidos o aparecer en distintas producciones, tenemos sin duda la migración mexicana en Estados Unidos. Y sin embargo este documental se centra en un aspecto muy particular y que no suele ser tan atendido, mucho menos con el detalle que se busca en su metraje de poco más de dos horas: el de los migrantes que se enfrentan con penas de cárcel no relacionadas con la migración, cómo es su proceso legal y cómo es la condena en un país distinto al suyo. El caso específico es el de Rosa Olvera Jiménez, quien fue acusada y condenada por homicidio cuatro años después de que hubiera llegado ilegalmente a Estados Unidos.

Si hablamos de asesinato seguramente podríamos imaginarnos toda clase de historias dramáticas, pero la realidad muchas veces es más simple y más triste. Rosa estaba embarazada y cuidaba niños en su casa cuando uno de ellos murió por un descuido. Lo que unas partes argumentaban como un accidente desafortunado pero inevitable fue tomado por la fiscalía como conducta criminal y una acción premeditada. El documental sigue los doce días que duró el juicio y la participación de varias de las personas involucradas, lo que principalmente refleja los prejuicios con los que se miran a los latinos en el sistema de justicia estadounidense y que lleva a que Rosa se encuentre en la cárcel desde entonces.

Documentales de falsos culpables sí que tenemos bastantes y no por eso dejan de ser deprimentes, sobre todo en los casos en que pese a obtener cierta atención mediática no puede hacerse mucho. No puedo ni imaginar lo horrible que debe ser pasar años de tu vida en la cárcel por un crimen que no cometiste.

«Iraq in fragments», James Longley

Y porque casi no hay ejemplos aquí de temas desesperanzadores, cerramos con Irak, que sabrán lo bien que le ha ido en los últimos años.

El documental es de 2006, porque los actuales ya están más concentrados en Siria como parte de la corriente ‘lo mal que le va a Medio Oriente’. Es parte de un proyecto de archivo fílmico del país y busca presentar la perspectiva de los tres principales grupos religiosos/étnicos que componen a su sociedad: los suníes, los chiítas y los kurdos.

Como el nombre podría tal vez indicarnos, lo que muestra el documental no busca ser únicamente político, aunque la realidad muchas veces pueda llevarnos a reflexiones más fuertes al respecto que la política en sí. En la cotidianidad de un país devastado nos encontramos con niños obligados a trabajar, incapaces ya de entender los estudios, familias divididas, políticos tratando de ganar el voto de los analfabetos, pueblos enteros rechazados por cuestiones étnicas. Esos fragmentos componen el retrato de un país que solemos ver únicamente como el objetivo de una guerra (ahora lo sabemos, absurda), sin pensar en que la vida diaria sigue, de un modo u otro, pese a todo lo destrozado.

Longley realizó el documental en un periodo de unos tres años, casi pagado con su propio dinero y sin ningún tipo de protección. Pese a que no lo percibimos nunca detrás de la cámara, el cuidado con el que retrata sus objetivos, las personas, la vida misma, transmiten un compromiso y una emoción con la que no solemos ver muy seguido a Medio Oriente (si no es por sus propios cineastas). No se trata, en este caso, de ofrecer demasiada información o querer enseñarnos algo, como humanizar al otro, incluso en sus partes crueles (aunque no por eso menos humanas).