¿Qué onda, banda? Esta vez les traigo una reseña de un juego exclusivo de la PSN: Journey.

Antes que nada, me gustaría advertirles que esta reseña va a ser un poco distinta. Digamos que es un escrito serio, pero espero que al final comprendan por qué.

Journey fue distribuido por Sony y desarrollado por Thatgamecompany, compañía que también desarrolló Flower, otra exclusiva de la PSN. Si llegaron a leer mi reseña de aquel título, recordarán que mencioné que Flower, más que un juego, era una experiencia, ya que el gameplay es mínimo y más que nada trata de sumergirte en un mundo colorido y relajante. Bien, pues a Journey también me cuesta trabajo calificarlo enteramente como un videojuego, pero igual lo seguiré llamando como tal por costumbre y facilidad; sin embargo, en todo caso, también se trata de una experiencia, aunque muy distinta a la que viví al jugar Flower.

La única misión que tienes en Journey es guiar a tu personaje, una especie de beduino, a través de un vasto desierto y llegar a una enorme montaña. En cuanto a historia, la verdad es que no puedo decirles nada, porque el juego es tan ambiguo en su narrativa que cualquier interpretación es válida. Todo lo cuenta a través de imágenes. No vas a encontrar ni una palabra, ya sea escrita o hablada. A final de cuentas, tú llenarás los espacios en blanco de una forma u otra. No te preguntes por qué esto o por qué aquello: no hará falta. La vas a entender.

La mecánica de juego es bastante sencilla pues, además de caminar, únicamente tienes dos acciones, que son saltar y emitir una onda sonora. Poco después de que comienzas, se te otorga una bufanda mágica, la cual te servirá para saltar y mantenerte en el aire en tanto tengas poder para usarla. Puedes recargarla acercándote a cualquier pedazo de tela que haya en el mundo y conforme encuentras símbolos luminosos y los tocas, irás haciéndola más larga, aumentando el tiempo que puedes mantenerte en el aire. Tu onda sonora te sirve para activar pedazos de tela que te ayudarán de alguna manera u otra a progresar en tu viaje.

Y eso es, realmente, todo lo que debes de saber del gameplay. Journey no es un juego que tenga reto y los únicos enemigos que salen pueden lastimarte, pero no matarte. Hay dos que tres acertijos, pero son muy fáciles de resolver. Todo lo demás se resume a atravesar un desierto y llegar a la cima de una montaña. Parece poco, mas eso no quiere decir, para nada, que no valga la pena.

En un momento les explico por qué.

Visualmente, el juego es una verdadera delicia. No tiene las gráficas más avanzadas en cuestiones técnicas, pero todos los detalles están perfectamente planeados y orquestados de modo que Journey hace todo menos darte un zape en la cara para robar tu atención, aunque sea por un momento, de lo que sea que estés haciendo y te pongas a admirarlo. La forma en que tu personaje deja pisadas en la arena, en que el viento sopla y mueve al desierto que te rodean, en la que los rayos del sol se reflejan en los granos de arena, en la que la cámara adopta ángulos que resaltan la inmensidad de la montaña y las ruinas que yacen en todas partes, en la que el beduino se mueve por el desierto tan naturalmente… En pocas palabras, todo está colocado de tal forma que te vas a perder dentro del juego.

La música no hace sino acentuar este sentimiento de asombro y de respeto hacia el título. Es bellísima – sin lugar a dudas se ha ganado un puesto entre mis soundtracks favoritos de videojuegos. Es memorable, inspiradora y acompaña perfectamente la experiencia en todo momento.

Estoy consciente que quizá hay alguien entre ustedes que a estas alturas está bastante confundido. ¿Por qué rayos escribo con tanta vehemencia de un juego que al parecer sólo tiene música bonita y visuales atractivos? ¿Por qué diablos debería alguien de gastar su dinero en un título con un gameplay tan sencillo y (aparentemente) vacío?

Pues bien, como ya había dicho antes, Journey no es un tanto un videojuego, sino una experiencia y hay que verlo como tal. Su objetivo no es probar qué tan buena puntería tienes, qué tan ágil eres moviéndote de un lado a otro o que tan rápido puedes pensar en una estrategia: Journey meramente cuenta una historia en la que TÚ eres el protagonista. De alguna forma, el juego te sumerge en él y consigue que la travesía se convierta en una vivencia personal; increíblemente, toca fibras emocionales, convirtiéndolo en una experiencia enormemente trascendental. No estoy exagerando (por lo menos de acuerdo a lo que yo sentí): Journey tiene ese poder.

Pero ahí no termina la cosa: este título, sorprendentemente, tiene la opción de jugar con otra persona. Uno inicialmente creería que el mundo cambiaría de alguna forma para adoptar la inclusión de un segundo personaje, pero no es así: el universo de Journey es el mismo jugándolo solo o con alguien más. No hay ningún tipo de comunicación externa entre tú y tu compañero. No hay chat ni opción de utilizar micrófono. Es más: la PSN ni siquiera te dice con quién estás jugando – no es sino hasta que terminas el juego con tu camarada que se te revela su identidad. La única forma que tienes de “hablarle” a tu compañero de viaje es a través de las ondas sonoras, las cuales, naturalmente, no significan nada.

Y he aquí lo extraordinario: al estar en un mundo que es, visualmente hablando, tan vasto, donde tu único compañero es aquel beduino idéntico al tuyo, ambos intuitivamente buscarán mantenerse unidos. No se trata de una competencia; se trata de realizar un viaje juntos y ayudarse mutuamente. Sin que te des cuenta, formarás un fuerte lazo con tu camarada y aquellas ondas sonoras que no significan nada de pronto cobrarán sentido. Inconscientemente sabrás lo que dice tu compañero y él te entenderá también: sabrán cuando una onda significa “por aquí”, “¿dónde estás?” o, simplemente, “¡hola!”.

Por esto mismo es que Journey ofrece dos experiencias muy diferentes: una jugándolo solo, donde tú eres el héroe de tu historia y otra jugándolo con alguien más, donde el cuento deja de ser solamente de ti y se convierte en un relato acerca de ambos y al final del día, sentirás que has hecho un nuevo amigo.

¿Y hay un “pero” en todo esto, algo negativo? Pues sí y no: Journey dura, cuando mucho, dos horas. Es muy, muy corto… pero eso es porque no necesita ser más largo. Al terminarlo, no sentí que hiciera falta algún otro escenario que me ayudara a definir algo que no hubiera entendido. Es una experiencia corta, mas increíblemente poderosa y completa.

Aun así, yo sé que varios dudan acerca de gastarse 15 dólares en un juego tan corto. Yo les digo que, si tienen un PlayStation 3, lo hagan sin pensarlo dos veces. Que conste: mi intención no es que despilfarren su dinero. Si les digo que deberían de jugar Journey, lo digo porque quiero que lo jueguen: quiero que experimenten algo parecido a lo que yo experimenté y que se maravillen ante un juego sencillo que comprende una vivencia sumamente conmovedora.

No pretendo exagerar y tampoco ser pretencioso: Journey es una aventura entrañable y me sentiría como un hipócrita si les dijera que esos 15 dólares los pueden emplear tranquilamente para probar otra cosa. Se los digo con la esperanza de que me hagan caso y la curiosidad por este título los conduzca a una travesía increíble: Jueguen Journey. No se van a arrepentir.

Journey es una marca registrada de Sony Computer Entertainment y Thatgamecompany. Actualmente puedes (y deberías) conseguirlo en la PlayStation Network por un precio de 15 dólares o su equivalente en moneda extranjera. Este escrito lo realicé después de terminar Journey 3 veces: 1 vez jugando solo y 2 con un compañero.