Nunca es demasiado tarde para recomendarles lo mejor (cinematográficamente hablando) de mi recién pasado año.

«Baby driver«, Edgar Wright

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Aunque siento que mi top no es tan excelso como el del año pasado, «Baby driver» es indudablemente el punto más alto. Inesperado por ser en apariencia un thriller ligero sobre robos y centrarse en gran medida en persecuciones de autos. Nada inesperado si consideramos que al volante (o en la dirección, más bien) se encuentra Edgar Wright, increíble director y excelente en decisiones de soundtrack y edición. La historia de ‘chico bueno se ve involucrado en un asunto bastante sucio’ se reescribe perfectamente de la mano de Ansel Elgort y su rítmica historia de amor y crímenes. Hace poco tuve la oportunidad de volverla a ver y volví a emocionarme con sus escenas, el vértigo de sus escapes, sus personajes carismáticos y los odiosos. Todo se orquesta de una manera perfecta para conformar otra joya en la carrera del director.

No soy muy fan de las segundas partes, sobre todo cuando parecen innecesarias, pero Wright ya está trabajando en el guión y tendremos qué ver qué más nos puede ofrecer ese Baby al volante.

«The killing of a sacred deer», Yorgos Lanthimos

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Hablando de directores que se están conformando una carrera impecable, Yorgos Lanthimos sin duda ha brillado especialmente en los últimos años. Desde que saltó a los reflectores con «Canino» y hace un par de años con la increíble «Langosta». Además, le está dando un revival inesperado a la carrera de Colin Farrell (y en una de esas, también a la de Nicole Kidman). «El sacrificio de un siervo sagrado» es una película con tono teatral, exagerado, incómodo, que nos presenta la aparente vida perfecta del cardiólogo Steven Murphy y su inusual relación con un joven bastante extraño, Martin. Ya sabemos que la perfección nunca es lo que aparenta, y el mencionado sacrificio tendrá unos tintes cuasi mitológicos, en apariencia incompatible con el realismo científico de la medicina.

Opté por verla sin leer siquiera la sinopsis, esperando que Lanthimos me sorprendiera con sus realidades únicas, retorcidas, mágico-fantásticas en el sentido más inesperadamente aterrador. Y no me falló, en absoluto.

«Get out«, Jordan Peele

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Sin duda la película de terror del año. Aunque no estaba totalmente convencida después de que la vi, con el paso del tiempo y volviendo a pensar en ella, me parece que no sólo es una cinta que funciona a la perfección dentro del género del terror, sino que tiene una historia que se puede leer en muchísimos niveles. La cuestión racial, obviamente tan mencionada, no es sólo una excusa para dar pie al detonador de terror, sino una reflexión bastante trabajada sobre las complejas implicaciones sociales de la piel. Un guion maravilloso, unas escenas en las que no necesita saltar nada para que causen temor y unos complementos de comedia que parecerían incompatibles sino estuvieran tan bien inscritos en los personajes. Un trabajo todavía más destacable para ser opera prima de un actor especializado en comedia, pero sin duda también la historia de terror por la que atraviesan muchos afroamericanos en la vida diaria. Suegros psicópatas más, suegros psicópatas menos.

Entre «It» (que queda fuera del top sólo por poco» y «Get out», no me molestaría ver un poco más de terror entre las nominaciones a los principales premios estadounidenses para el cine.

«I don’t feel at home in this world anymore«, Macon Blair

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Después de la amorosa reseña que le hice, ahora tenía que cumplir e incluirla en mi top de favoritas del año. Puesto muy bien ganado. Una cinta que parte del hartazgo existencial por el que atraviesan muchas personas, con un personaje protagónico que se presenta sin mayor atractivo, y que se convierte en una surreal búsqueda personal que se entremezcla con una historia de crímenes no exenta de excesos de sangre. Como ya había comentado antes, sin duda su mayor atractivo es justo este punto medio entre su todo caótico, que parece imposible de alcanzar sino fuera porque se balancea siempre en el equilibrio exacto. Una historia y un tono que pueda incluir un personaje torpe que se pasa de buena persona, un Elijah Wood entre la ternura y el patetismo (ok, eso quizás no sea tan difícil de conseguir), una secta criminal, una red de casualidades desastrosas, sangre, desencuentros y acción. Y como parece ser tendencia este año: escrita y dirigida por un actor de un género algo distinto (más hacia el horror violento) como su opera prima.

«The keepers«, Ryan White

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Bien dicen que en todo top de mejores películas tiene que colarse algo que no sea una película. Y ahora que Netflix encontró ese nicho de espectadores que nos morimos por ver documentales sobre crímenes sin resolver, parecía inevitable que algo de ello apareciera por acá. Había competencia, pero sin duda «The keepers» es lo mejor que me tocó ver este año en ese sentido: un crimen de muchos años atrás en el que se comienza a echar luz tras investigaciones no demasiado ortodoxas. Cualquiera que haya visto un programa sobre crímenes sin resolver puede imaginarse cuánto puede exprimirse la muerte de una joven monja a finales de los 60, sobre todo si dos de sus exalumnas se tomaron su jubilación para investigarlo. Y si la Iglesia aparece por alguna parte, el misterio no puede ser demasiado agradable. Por desgracia este nicho de espectadores que nos morimos por ver documentales sobre crímenes sin resolver incluye también mucha frustración y desencanto social. Lo cual, paradójicamente, es justo lo que deberíamos sentir al respecto.

«Thor: Ragnarok», Taika Waititi

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Sin duda la mejor película de superhéroes de este año para mí. Y no vi «La Liga de la Justicia» pero permítanme dudar que tuviera nada que pintar en este top. Aunque admiré en su momento algunas de las cosas que se trataron de hacer con la saga de Thor (como Loki, oh), sin duda me parecía de lo menos logrado del universo Marvel en su conjunto. Sea quien sea que haya tenido la maravillosa idea de llamar a Taika Waititi para hacerse cargo del trabajo (también aparece en mi top de mis películas favoritas no del 2017 vistas durante este año), no pudo tomar una mejor decisión. Después de «Lo que hacemos en las sombras» y «Hunt for the wilderpeople» me parece indiscutiblemente de los directores más interesantes del panorama actual y un elemento invaluable para Marvel. No sólo saca a Thor de sus tediosas tramas que tangencialmente incluyen a dioses mitológicos sino que aprovecha el potencial delirante de las tramas interestelares, por no decir el muy desaprovechado potencial cómico de Chris Hemsworth que demuestra que es mucho más que unos increíbles abdominales. Si a eso le sumamos a Cate Blanchett ya no tendríamos que decir absolutamente nada más, pero por suerte «Thor: Ragnarok» es mucho mucho más.

«Logan«, James Mangold

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Sin duda fue un buen año para el cine de superhéroes («Guardianes de la Galaxia vol. 2» también se quedó fuera por poco) y aquí también hablamos de una saga por la que no hubiera dado ni un peso, especialmente en el caso de Wolverine (independientemente de todo mi amor por el personaje y por Hugh Jackman) después de ver lo que hicieron con sus dos películas anteriores. Pero si Marvel va a apropiarse para siempre de los mutantes (y quizá salvarlos un poco), al menos Twentieth Century Fox puede despedirse por todo lo alto sabiendo que hizo las cosas bien al menos al final. «Logan» tiene todo lo que el resto de las películas de X-Men debieron tener y que tal vez trataron de tener: toda la ternura y la desesperanza de ser una especie perseguida en un mundo horrible. Todo el coraje que implica vivir así y toda la esperanza de que al final no están solos. Hugh Jackman por fin consigue consolidar a su personaje con toda la fuerza que siempre mereció y se desenvuelve en un mundo que ya no depende de efectos especiales ni adolescentes (aunque tenga un personaje más que apropiadamente infantil). Aunque todo lo demás haya fallado, estos son los X-Men que siempre esperamos.

«John Wick: Chapter 2», Chad Stahelski

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Debo confesar que antes odiaba a Keanu Reeves. Me daba coraje de lo mal actor que era. Si bien el tiempo fue suavizando mis juicios drásticos, la primera parte de «John Wick» consiguió revertir por completo el sentimiento: Reeves nació para ese papel. Para ser un alma atormentada sin demasiados gestos faciales atrapado en un mundo de sicarios regidos por un código de videojuego. «John Wick» es la hipérbole de las películas de ‘te metiste con el hombre equivocado’, se toma tan en serio y tan poco en serio que se puede permitir cualquier cosa. Para la segunda parte, ya todos sabemos que no hay que meterse con John Wick porque es cosa seria y ni siquiera es que alguien tenga la osadía de hacerlo muy directamente. De hecho hay una preciosa excusa para pedir su cabeza y Wick tiene que vivir con eso. Muchos más disparos, más mafiosos, un nuevo perro, muchísimas más escenas sangrientas y mucha menos necesidad de pretender que no todos sabemos qué es lo que está pasando. Sin presentaciones de más, aquí vinimos a ver un todos contra todos. O un todos contra John Wick, porque ya nos quedó claro que un hombre puede ser un ejército.

«Atomic blonde«, David Leitch

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Otro par que tenía que ir junto: después de codirigir la primera de «John Wick», David Leitch decidió darle la pistola a alguien más. A una mujer que no necesita convencernos demasiado de que puede matarnos sin pestañear si así se lo propone. Charlize Theron es la Matahari perfecta: rubia excepcional, guerrera sin esfuerzo, profesional y sensual sin cambiarse de atuendo. Al igual que con la trama de Keanu Reeves, queda muy claro que las cintas de acción no necesitan un guion demasiado complicado, aunque en este caso esté basado en un comic y algunos de sus huecos sean los principales problemas. Para todo lo demás está Charlize Theron, golpeando con todo lo que esté a su paso, sangrando sin detenerse por ello y con una coreografías de peleas perfectas para su contexto. Los espías soviéticos y los romances de neón no están de más pero son apenas una decoración en comparación con la poderosa protagonista que mueve a golpes toda la película. Esperemos que Theron siga siendo muchos años nuestra reina de acción.

«Dave made a maze», Bill Watterson

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En la lucha por el último puesto en este top, me decanto por «Dave made a maze» por ser la más atípica y la más sorpresiva para mí. Una cinta que en general no ha tenido críticas demasiado destacadas en por otro lado un proyecto increíble realizado con una creatividad fascinante que combina muchas estrategias en una historia que juega con sus niveles más simples. Dave, como el título lo indica, hace un laberinto en la sala de su casa con cajas de cartón, pero cuando su novia Annie regresa de viaje y le pide que salga, ya no puede hacerlo. No es tan fácil salir de los laberintos, aunque sean de cartón y otros restos de manualidades. Y Dave invirtió demasiado en él como para sencillamente tirarlo. Esta fantasía absurda se convierte en el cuento del Minotauro pero sin héroes de por medio, en horror con estrategias infantiles, en comedia tonta que va conformando una trama mucho más compleja. La película es de lo más divertida y es visualmente deslumbrante, demostrando una vez más que no se necesitan grandes efectos cuando tienes un buen guión y muy buenas ideas para complementarlo. Y es, redoble de tambores, también la opera prima de un actor (aunque en este caso no parece haber destacado especialmente en ningún género).

Y para complementar y que tengan cine para elegir este 2018, incluyo también la lista de las películas que más disfruté durante el año pasado independientemente de que sean producciones de otros años:

Viendo así todo en lista, me doy cuenta de qué cosas tal vez me faltaron y me gustaría ver más este año, así que a apuntarlo en los propósitos de año nuevo. Y brindar porque el 2018 traiga consigo mucho y buen cine.